VENEZUELA: LA COMMEDIA E FINITA
DANILO ARBILLA
Al igual que en la ópera Payasos –que coincidencia ¿no?– la comedia se acabó y se acerca el final para el régimen chavista que encabeza Nicolás Maduro.
Estas últimas elecciones
presidenciales –más conocidas como “la gran farsa”– se ubican, sin
dudas, en los tramos finales de la dictadura. Maduro hizo sus elecciones
y –¡oh sorpresa!– fue reelecto. ¿Qué pretendía con ello? Ser reconocido
como un presidente legítimo. Lo único que consiguió fue el
reconocimiento de China, Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Cristina
Kirchner, Rafael Correa, quizás Lula desde su celda, del gobierno
frenteamplista de izquierda y “progresista” de Uruguay, de Rodríguez
Zapatero de tan triste papel y en el cual, bueno es recordarlo, lo
acompañó un buen trecho el papa Francisco, hoy ocupado en respaldar a
los dirigentes sindicales peronistas y condenar al FMI, elementos
claves, supongo, en lo que tiene que ver con la Doctrina de la Fe.
En concreto, Maduro y sus cómplices no consiguieron nada.
Todos esos reconocimientos, y algún
otro más, ya los tenía. ¿Por qué arriesgarse? Lo que consiguió fue
confirmar que la mayoría de los venezolanos lo rechaza. Le sirvió para
probar de forma fehaciente lo que casi todos sabían y que todavía
algunos sospechaban, y que ahora han dejado de hacerlo.
Las propias “cifras oficiales”, con
todo lo que ellas implican, lo certifican. Maduro lo que debería hacer
es plantarse en el medio del escenario y como el payaso Canio, anunciar
que la comedia se acabó y que se va.
Pero el telón no va a caer tan fácil.
Maduro está enfermo de soberbia, afiebrado de poder y no se irá tan
fácilmente. Pero aun si lo quisiera no puede hacerlo; es un preso de
quienes lo respaldan, que son, junto con él, los que se han adueñado
–léase robado– de una buena parte del patrimonio y las riquezas del
pueblo venezolano y otra muy buena parte la han enajenado
miserablemente. Cómo no va a apoyar Cuba la reelección de Maduro, si
ellos han bebido tanto y por tantos años de esa fuente.
Que nadie espere grandezas. El
régimen –no se sabe si en el marco de la reconciliación y el diálogo– ya
salió a cazar a los que no lo votaron o no fueron a votar, no menos de
65% de la población, y paralelamente a echar diplomáticos
estadounidenses. ¿Le van a declarar la guerra a Estados Unidos? ¿Y qué
pasa con el resto del mundo libre que ya tiene muy claro lo que ocurre
en Venezuela? Están acorralados y desenmascarados, lo que es bueno y
malo a la vez. Bueno porque implica que se está cerca del final y malo
por cuanto al no tener salida ni adónde irse (¿todos a Cuba? ¿Y además
con las cuentas embargadas?) pueden aún hacer mucho daño al sufrido
pueblo venezolano.
Mientras tanto, Daniel Ortega, desde
Nicaragua, debería mirar con mucha atención el caso venezolano. Puede
que él, todavía, esté en mejor posición que Maduro; con más chance para
negociar su salida. Es cuestión de admitir que la cosa se le ha escapado
de las manos por un lado y que se le fue la mano por el otro. La
recomendación de Fidel, de que no te lleves mal con los empresarios ni
con los “gringos” y no hagas elecciones la cumplió prolijamente; hizo
elecciones sí, pero bien atadas. Lo que no tuvo en cuenta fue a los
estudiantes; craso error, es desconocer la historia. Casi siempre
empiezan los estudiantes, luego los empresarios comienzan a darse
vuelta y “los gringos” son imprevisibles. Y además, a Ortega se le fue
la mano en la represión; el informe de la Comisión de Derechos Humanos
de la OEA es muy duro e ilustrativo y quieren investigar más. Es cierto
que lo que él hizo fue lo que marca la doctrina y lo que durante mucho
tiempo los soviéticos hicieron y les fue bien, y lo que se aplicó y se
aplica con muy buenos resultados en Cuba hasta ahora, pero a veces
falla. Y parece que es lo que está pasando en Nicaragua.
Para Ortega también “la commedia è finita”,
aunque aún puede negociar. Puede que lo máximo sea negociar “su ida”,
como le han dicho los estudiantes, pero quizás eso no sea tan poco.
Maduro parecería que no tiene ni siquiera esa chance.
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