ANDRES OPPENHEIMER
EL NUEVO HERALD
Hay varios escenarios posibles después de la farsa electoral del 20
de mayo organizada por el dictador venezolano Nicolás Maduro para
reelegirse por otros seis años, pero la mayoría de ellos llevan a la
misma conclusión: Maduro se proclamará ganador y la crisis humanitaria
de Venezuela empeorará aún más.
La elección de Maduro ha sido
denunciada como una farsa por Estados Unidos, la Unión Europea y todos
los principales países de América Latina. Maduro ha prohibido la
postulación de los candidatos de oposición más populares, no ha
permitido observadores internacionales creíbles, y el tribunal electoral
es un títere del gobierno.
Prácticamente todas las grandes democracias occidentales han dicho que no reconocerán los resultados de estas elecciones.
Es probable que Maduro elija una de estas tres opciones después del 20 de mayo:
La primera opción sería declarar una cubanización total de Venezuela.
Bajo este escenario –del que me alertó el presidente de Colombia, Juan
Manuel Santos, en una reciente entrevista– Maduro se proclamará ganador
el 20 de mayo, y poco después cambiará la constitución para imponer una
dictadura al estilo cubano.
La nueva constitución adoptaría
el sistema electoral cubano por el cual solo partidarios del gobierno
pueden ser electos, y permitiría encarcelar a cualquier crítico del
régimen bajo la figura de “traidor a la patria”.
La segunda opción de Maduro sería
convocar a un supuesto “gobierno de unidad nacional” con el opositor
designado del régimen, Henri Falcón. En este escenario, Maduro se
declararía ganador el 20 de mayo y convocaría a Falcón a formar un
“gobierno de reconciliación nacional”. Falcón, por supuesto, es un falso
opositor.
La tercera opción, la más
improbable, sería que Maduro permitiera una victoria electoral de
Falcón, en el entendido de que Maduro seguiría siendo el poder detrás
del trono. Eso es lo que hizo el presidente ruso Vladimir Putin cuando
permitió que Dmitri Medvedev se convirtiera en presidente de Rusia en
2008.
Muchos creen que Maduro puede
salirse con la suya. A pesar del colapso de la producción petrolera de
Venezuela, los precios del petróleo están subiendo, y la retirada del
presidente Trump del acuerdo nuclear con Irán puede impulsarlos aún más,
dicen.
Y también es cierto que el Grupo
de Lima de países latinoamericanos comprometidos a ayudar a restablecer
la democracia en Venezuela podría desinflarse si el candidato
izquierdista Andrés Manuel López Obrador gana las elecciones del 1 de
julio en México.
Además, Maduro se está
beneficiando del éxodo masivo de 3 millones de venezolanos en los
últimos años. El éxodo venezolano –como pasó en Cuba– está ayudando a
Maduro a deshacerse de los críticos de su gobierno, y lo deja con una
masa empobrecida en Venezuela que puede ser objeto de control político
mediante subsidios alimenticios.
Pero a pesar de todos estos
escenarios aparentemente favorables para Maduro, las elecciones del 20
de mayo no le dan al dictador venezolano una salida de la crisis. Solo
prolongarán su agonía. No veo cómo podrá consolidar su poder interno en
medio de una crisis humanitaria que se deteriora rápidamente.
La inflación de Venezuela llegará
a un récord de casi 14,000 este año, y el salario mínimo se ha
desplomado a $3,6 dólares al mes –sí, han leído bien– en la tasa del
mercado negro que los venezolanos usan para sus compras diarias.
El salario mínimo de Venezuela
solo alcanza para comprar dos latas de atún. Comparativamente, los
respectivos salarios mínimos en la tasa del mercado negro permiten
comprar 178 latas de atún en México y 232 en Argentina, según un
reciente informe de la BBC.
Para empeorar las cosas para
Maduro, la producción petrolera de Venezuela ha colapsado a menos de la
mitad de lo que era cuando Hugo Chávez asumió el poder hace casi veinte
años.
Y a diferencia de Cuba en la
década de 1960, Maduro no tiene una Unión Soviética para financiarlo.
China ya ha dado a entender que no extenderá sus períodos de gracia a
las deudas de Venezuela.
Después de la votación del
domingo, Venezuela seguirá cayendo en el caos, hasta que las crecientes
presiones extranjeras, una rebelión nacional o un movimiento militar
para restaurar el orden constitucional pongan fin a esta pesadilla.
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