FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
La verdad es que, contrario a lo que yo pensaba, un concierto de
grises medianías, el tal 20 fue un notable espectáculo, una fotografía
extraordinariamente decidora del acertijo nacional. Desde la soledad
cívica del día hasta que Tibisay murmurara su oscura y cansona oración.
El
momento crucial fue el discurso de Henri Falcón desenmascarando el
fraude. Yo terminé oyéndolo de pie y con la boca abierta. El legitimador
de las elecciones podridas las estaba destruyendo en el momento
crucial, socavando las pocas bases que le quedaban después de un día de
centros electorales desiertos, como nunca en una elección presidencial,
en ciudades y pueblos maltratados y ahítos de ira. Sobre esto tengo que
agregar que creí hasta el final que había un pacto poselectoral, que
ratificaba el bucanero de Zapatero, quien afirmó tener ya hasta los
comensales del diálogo y andaba por ahí ese domingo, con el pateado
Correa y el disfuncional Maradona, diciendo impúdicas mentiras sobre la
limpidez del proceso. Bueno, a pesar de que tengo no pocos apreciables y
fraternos amigos que decidieron votar, ese creí que era el torpe y
desesperado proyecto político. Les pido excusas. (Así como quiero dejar
constancia de mi alegría del día de ayer, al saber que el gobierno
español decidió retirarle todo su apoyo al corsario trashumante,
subrayando que ya es un bagazo político para venezolanos y demócratas
del globo). No se puede dejar pasar tampoco las contradictorias
declaraciones de Bertucci, que al menos sirvieron unas horas, que es
mucho para su talante.
Pero me pareció también notable que el
Estado Mayor, con sus uniformes de guerra y todo, se hayan puesto, unos
minutos antes a sabiendas de todo lo que sucedía, a cantar villancicos
sobre las maravillas de la feliz jornada para la salud de la patria. Si
alguien lo dudaba, ya sabrá que ellos son los dañados pilares del templo
que se derrumba sobre los venezolanos.
Ahora bien, el balance sí
es cosa que hay que hacer con más cautela. Para empezar hay que recordar
que después de 2015 no hay que ser muy listo para poner entre
paréntesis todo lo que salga de la boca de Tibisay, sobre todo en la
hora de los números. Los resultados son suficientemente contundentes
contra Maduro, pero a pesar de eso habría que apostar a que fueron
mejores, se sabrá. Por cierto, el rector Rondón podría en su última
vejez hacer algunas revelaciones relevantes, que ya no interesarán mucho
para entonces, salvo para algunos investigadores y tesistas de las
escuelas de Historia y Politología; siempre es prudente dejar registro.
En
todo caso, lo que no es dudable es el desprecio nacional por Maduro.
Ello se debe, calcule si quiere, a la abstención nunca vista. A lo que
habría que agregar, ciertamente, los votos de los otros candidatos que
también lo adversaron. Le queda un escaso 25% en la aritmética de
Tibisay y sin hurgar en los votos coaccionados por el hambre o
trampeados en mesas sin testigos, muchas parece. Lo más difícil es saber
cómo se reparte la abstención, obviando los vagos y los antipolíticos
de siempre, muchos migrantes sin posibilidad de votar, el asunto es
saber cuántos se abstuvieron para apoyar al Frente Amplio y la MUD, que
tan poco esfuerzo hicieron para lograrlo y cuántos lo hicieron
justamente para castigarla. No obstante, ambos sectores coinciden en el
desprecio a Maduro, que es lo que más cuenta, pero la pregunta no deja
de tener interés para lo que ha de venir, para la valoración y el
comportamiento futuro del liderazgo.
Lo dijo diáfanamente el
rector Virtuoso, que lo primero que hay que lograr para que no se pierda
la energía vital de ese domingo feliz es rehacer y pronto la unidad. Lo
que implica, seguramente, detener antagonismos ya vencidos el 20 de los
corrientes, discursos justificativos monocordes y reiterados, para
lograr la unidad de propósitos y acción. Poner a hablar a candidatos y
abstencionistas. O como esa magnífica resolución de la Asamblea
condenando las falsas elecciones, las primeras y gruesas reacciones de
la comunidad internacional y, al parecer, el incremento represivo
gubernamental producto del miedo y la desesperación. En el cual cayó
este diario, que un día será reconocido como el que más ha resistido los
atropellos de toda laya de gobierno alguno y sigue en pie.
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