OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
La mayoría de los venezolanos estamos como el náufrago que recuerda
aquella canción de la banda de rock inglesa The Police que estaba solo
en una isla y nadie lo escuchaba, pedía que lo rescataran antes de caer
en desesperación. Mandó un mensaje en una botella, pasaron años y nadie
lo recibía. Su sorpresa fue despertarse una mañana y encontrar millones
de botellas en la orilla de la isla con similares mensajes, SOS,
buscando una salvación. Eran ya muchos los desesperados en el planeta.
No es difícil para los hombres y mujeres de esta nación
encontrarse solos y agobiados mientras se contempla la destrucción de un
Estado. El 20-M es una fecha crucial para corroborar la trágica
situación que se vive en el país. Pareciera que no hay salidas, el guion
es implacable, todo es una ficción, aparecieron millones de votantes
que nadie vio, los abusos electorales a flor de piel, la verdadera
expresión fue la abstención y, sin embargo, en el país donde pasa todo
lo que no debería pasar, una minoría con poder e intereses vitales
quiere premiar a quienes son los responsables de la vergonzosa situación
que vive Venezuela.
Quién, en su sano juicio, puede no entender que la mayoría del
pueblo quiere un cambio. Todos saben que el modelo impuesto fracasó y
que una nueva oferta de país es la que tiene que prevalecer como única
fórmula para rescatar esta nación. En Venezuela han pasado muchas cosas
en estos últimos años. La mayoría muy malas. Muy denigrantes para
nuestra supervivencia. Al igual que el náufrago que lanzó su botella al
mar, hay mucha desesperación. Es la económica por una parte, pero por la
otra es ser testigos de excepción de dos décadas que han sido marcadas
por un conflicto permanente, reiterativo y siempre girando sobre lo
mismo, la mentira y la agresión. El país se ha ido deteriorando ante
nuestros ojos. Son los escasos alimentos, la infraestructura
deteriorada, la destrucción del poder adquisitivo, la corrupción, la
despedida de los hijos, el abuso de poder y la violación del Estado de
Derecho. Son demasiadas cosas malas para no seguir luchando por una
salida a tan difícil naufragio.
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