VLADIMIRO MUJICA
Mayo de 1937. En plena guerra civil española se produjo en Cataluña
un terrible enfrentamiento entre los anarquistas y los comunistas, ambos
enfrentados al franquismo. La naturaleza de este conflicto en momentos
en que un enemigo común amenazaba con exterminar a ambos contendores,
fue recogida magistralmente en un relato poco conocido de George Orwell,
el mismo autor de los clásicos contra el autoritarismo “Rebelión en la
granja” y “1984”. En “Homenaje a Cataluña” Orwell describe su
experiencia como miembro de las brigadas internacionales y expone la
tenebrosa conducta de Stalin y la Unión Soviética en lo que algunos
autores llaman la guerra civil dentro de la guerra civil. El mundo tiene
los ojos puestos en España, y corre el comentario incrédulo, “en el
bando republicano se están matando entre ellos”. En una estación de
radio franquista, un dirigente sentenciaba “¡Manteneos firmes, la España
nacionalista está con vosotros! ¡De toda la canalla roja, la FAI
(Federación Anarquista Ibérica) es la única fuerza española auténtica!”.
Franco estaba encantado con aquella lucha. Sus enemigos matándose entre
ellos.
Había evitado escribir sobre las elecciones del próximo domingo, un
evento que tendrá inmensas repercusiones en el proceso de destrucción de
Venezuela a manos de la casta gobernante del chavismo-madurismo. No
escribía, pero no porque careciera de opinión, sino más bien porque he
expresado in incontables oportunidades mi posición sobre la conducta
divisionista suicida de la oposición venezolana. La analogía con el
“ellos y nosotros” de los catalanes anarquistas y comunistas es
pertinente y dolorosa. Estamos enfrentados a un adversario común
implacable, que no vacila en recurrir a la represión abierta de los
cuerpos de seguridad y las bandas armadas; o a asfixiar de hambre y
dolor a los venezolanos; o a chantajear y envilecer a nuestro pueblo con
la ignominia de las cajas CLAP y el carnet de la patria; o a regalarle
crudo a los proxenetas cubanos. Frente a un gobierno abiertamente
criminal y con nexos cada vez más evidentes con los carteles
internacionales de la droga; sin ningún escrúpulo para violar la
constitución y las leyes de la nación; con un control absoluto de los
poderes del estado, especialmente el poder electoral y el poder
judicial, la oposición venezolana se divide internamente, se agrede sin
propósito y sin pruebas, exterminándose implacablemente en las redes
sociales, dinamitando los puentes del encuentro inevitable. Inevitable,
pienso, si algún día queremos salir en serio de esta pesadilla.
Las diferencias son normales, e importantes, en entornos
democráticos. Pero pueden ser extremadamente inconvenientes, suicidas,
en situaciones de guerra no declarada como las que se viven en
Venezuela. Es innegable el sacrificio de muchos dirigentes opositores,
su valor y arrojo para enfrentar al desgobierno criminal venezolano, y
también hay que reconocer que esa conducta les ha representado un costo
inmenso en términos de su libertad, su propia vida y la de sus familias.
Pero es también innegable que existe una responsabilidad compartida en
la incapacidad para generar una salida realista, y sostenible en el
tiempo, que transforme el rechazo inmenso al régimen de Nicolás Maduro
en su salida del gobierno y en el regreso de la libertad, la democracia y
la dignidad a Venezuela. El número y la naturaleza de los desaciertos
de la dirigencia opositora desde el triunfo que representó ganar la
mayoría en la AN, pasando por los episodios de “la salida’ en 2017,
hasta culminar con el descalabro de las elecciones de gobernadores y
alcaldes, para concluir en la situación de división actual, es de
antología.
Por supuesto que tienen razón quienes argumentan sobre la naturaleza
fraudulenta de las elecciones del próximo domingo, algo sobre lo cual la
Conferencia Episcopal y la comunidad democrática internacional,
especialmente el Grupo de Lima, han sido meridianamente claros, pero
también es cierto que la gente en Venezuela siente que el escenario del
21 de mayo, una vez resuelto por la vía de los hechos el fraude
constitucional, va a generar una dinámica de profunda incertidumbre,
sobre el cual la gente tiene profundos temores.Estoy en total desacuerdo con quienes pretenden tratar a los impulsores de la candidatura de Falcón como traidores y aliados encubiertos del chavismo. Uno puede o no estar en acuerdo con una decisión política, pero de ahí a dinamitar todos los puentes de encuentro con mucha gente valiosa, que será necesaria en cualquier esfuerzo de reconstrucción del país, hay una enorme distancia. De igual manera me resisto a llamar abstencionistas a quienes mantienen la posición de no participar en las elecciones anti-constitucionales para no legitimar al régimen. Paradójicamente, la decisión de no votar y la decisión de votar, son, en esta circunstancia, no posiciones de principio sino posiciones políticas. Ambas son válidas, pero el hecho de no haber podido alcanzar una decisión unitaria sobre un tema tan delicado, es el pecado original que nos corresponde asumir con responsabilidad.
A tres días de las elecciones convocadas por una Asamblea Constituyente inconstitucional, y con una ola inmensa de rechazo internacional, los venezolanos de pensamiento democrático asistimos en medio de una división indefendible, estimulada por el régimen, como en su momento lo hizo Franco en España, pero generada por la fractura de nuestras filas, como ocurrió con los comunistas y los anarquistas en Barcelona en medio de la guerra civil española. Al adversario se le pueden endilgar cosas terribles, pero no lo podemos hacer responsable de nuestra propia necedad y cortedad de miras. Algunos de los nuestros votarán, algunos no votarán, con idénticas razones y remontando una cuesta infinita, porque para que Falcón tenga alguna oportunidad la gente debe votar, y para que el sector de la MUD y quienes defienden no participar se fortalezca, la gente no debe votar. Un dilema horrendo que nunca debió expresarse y sobre el cual tendremos que pasar la página el 21 de mayo, porque para gobernar a Venezuela en la eventualidad improbable de un triunfo opositor, o para seguir construyendo la salida cívico-militar o cualquier otra opción, será necesario reunificar a la oposición. Menuda tarea que nos convoca. ¿Alguna vez aprenderemos?
Vladimiro Mujica
No hay comentarios:
Publicar un comentario