FERNANDO RODRIGUEZ
Si usted tiene que escribir un artículo
político en un día electoral, elecciones presidenciales nada menos,
particularmente controversiales, unos dicen que son acordes o más o
menos con la ley y otros que son un chiquero institucional; y además hay
que respetar el cese de campaña, usted está en una manifiesta
dificultad.
Por fortuna yo he decidido no salir
de casa en todo el día y dedicarme a leer el libro de Amos Oz contra los
fanáticos, no el viejo, sino el que acaba de salir en castellano, de lo
cual se concluye que no me es asunto muy espeluznante los numeritos que
se van a cantar en la noche, que creo conocer hace un buen rato, más o
menos por supuesto. De esto se desprende que no estoy en demasía
apasionado como lo he estado en otras situaciones similares, lo cual
hace menos dilemática la situación del artículo
Quizás piense en el lunes. Ya miré el
estado del tiempo y parece que va a estar bien en general, aunque puede
llover un rato, temperatura sobre los 26 grados que es la media. Tengo
que acompañar a mi hijo al colegio, a pie para hacer ejercicio, la
diabetes sabe, con la absoluta seguridad de que no va a haber clase, que
ya es situación más o menos normal porque el transporte público no
pasó y el bedel con las llaves no llegó, porque no hay agua y los baños
hieden, porque al carro del profesor de Química se le trancó la caja de
velocidades, cosa gravísima, tanto que su vecino el profesor de
Matemáticas, dijo, bocón, que hasta lloró y se despidió de él como
quien se despide de un deudo amado que se va a la nada. Nos devolvemos y
tomamos café en la esquina donde por suerte hay punto.
Maduro cumple otro día de gobierno,
le faltan unos cuantos meses para terminar el período, a pesar de que mi
pareja de los dominó sabatinos, ahora con cocuy, sí cocuy, uno se
acostumbra, bueno el amigo dice que Maduro no aguanta, que va a
explotar, no, a implosionar dice. Y ahora anda sobreexcitado con lo de
la Conoco y los embargos petroleros. Y hasta se ha hecho fanático de
Trump y no hay manera de convencerlo de que es una bestia que, a lo
mejor, acaba con la especie y el planeta.
Nada, sin clases, a casa. Es lunes de
jubilado, para los jubilados todos los días son sábados, como diría
Salvador Garmendia. Hoy hay menos tráfico que nunca. En este país hay
poco tráfico, si algo le debemos a Maduro es que lo acabó. También
terminó, a punta de inflación, con muchos gordos y bebedores y
fumadores. No hay mal que por bien no venga.
Me viene de repente que por ahí está
haciendo maletas Rodríguez Zapatero, ya lo anunció y el tipo no da
puntada sin preservativo. Es que ha quedado muy mal, hasta en la propia
España, hasta con la familia. Lo de Santo Domingo fue ridiculísimo, un
papelón. Ahora la cosa es más fácil porque va a poner a hablar a los
amigotes no con los abstencionistas sino con los votantes, a lo mejor
sienta hasta el propio Evangélico de los Paraísos Fiscales, un verdadero
misil político. Pero eso será noticia para la próxima semana, la otra
de arriba, porque esta será de celebración y de conciliábulos.
Como quiera que no hay que meterse
con las elecciones, quiero aprovechar para decir algo que tengo entre
pecho y espalda. Es el papel de la Iglesia, de la Santa Madre Iglesia
diría mi mamá, pero yo no porque resulté ateo (no agnóstico) por la
Escuela de Filosofía, demasiada fenomenología, marxismo, neopositivismo,
Nietzsche, Foucault y demás cabezas duras. Bueno, pero eso hace más
meritorio que yo diga que en este último tranco de esta pelea sin
término, nadie se ha portado con tanta dignidad, valor y sentido de la
oportunidad como nuestros obispos, nadie. Tanto que el señor debía
imitarlos y hacer más sensatos sus tiempos, tan destartalados que ya
hace veinte años que andamos en esta cosa, que no alcanzo a llamar sino
cosa. Pero de verdad, ¡qué tronco de obispos, chapeau!
Más o menos ya tengo los caracteres.
Utilizo estos últimos porque hablamos de valor para saludar al aguerrido
coronel Lugo, el de la Asamblea, que sigue demostrando el inmenso
coraje de nuestras fuerzas armadas, capaces de agredir a civiles
desarmados, así sean los representantes del pueblo soberano. Habría que
condecorarlo en nombre de la civilidad, la cultura y la moral. Fin, por
fin.
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