CIEGO BUSCA GATO NEGRO EN LA OSCURIDAD
CARLOS RAUL HERNANDEZ
El escándalo por juramentarse ante ella es equivalente de quien para evitar los cuernos vende el sofá. Maquiavelo dice que el condottiere torpe lucha por ser el Príncipe pero no puede, porque sus acciones para conquistar un fin, terminan en derrumbes que le caen encima y lo aplastan. Eso fue lo que le observó y vivió y desgraciadamente nosotros también. Cada paso que da en pos de un objetivo, lo aleja de él. La legitimidad se convierte así en el arma suicida. Ya destruyeron todo lo que se había construido y demostraron que no se les da el oficio de Niccolo.
@CarlosRaulHer
CARLOS RAUL HERNANDEZ
EL UNIVERSAL
En un principio la revolución
era invencible, y con pasión, gran parte de las elites la apoyaron para
volver a “castigar a adecos y copeyanos”, como ya habían hecho en el
período anterior, aunque teníamos el país más moderno del continente.
Los grupos de poder deliraban ante la figura del “comandante” que tocaba
quién sabe qué fibras inconscientes. Pasaron veinte años para
arrepentirnos y mover las neuronas, pero se insiste en tropezar la misma
piedra y eternizarla, sin la menor habilidad para enfrentar lo que
creamos. Intelectuales que militaban en el fidelismo, consideran que su
pecado es venial, no así en otros casos.
Para los
equivocados de ayer y hoy, “el pueblo” le había dado a Chávez “un
mandato” por encima de “leguleyismos” (así me decían cuando invocaba la
Constitución). Había dinero en cantidades para botar y apoyo delirante
de las mayorías. Guapo y apoyado, el cabecilla era la imagen del
caudillo militar, del hombre-fuerte que mucha gente ansía en sus oscuridades emocionales. Un macho llanero, parlanchín, militar, joropero, lanzado, sin-pelos-en-la-lengua, como Florentino que se enfrentó con el Diablo en las soledades de Santa Inés de Barinas.
La
historia de este desgraciado continente está llena de Pancho Villa,
Zapata, Vargas, Perón, Castro, Velasco, y el nuevo viene “pacífico pero
armado” aunque su único currículum era un golpe de militar. Es
la versión perfecta del machismo, el “hombre fuerte”, el gobernante duro
y justo, el sultán Harum-Arasichid que amaba su pueblo y se disfrazaba
de paisano para mezclarse con él y saber sus padecimientos. Comienza el
mandato con una violación escandalosa, convocar una Asamblea
Constituyente inconstitucional con el apoyo de la cuadrúpeda Corte
Suprema.
Legitimidad socialista
Y
para rematar, además, aplican un sistema electoral nauseabundo que
viola el principio número uno de los sistemas electorales: la
correspondencia entre la voluntad popular y la representación. No puedo
olvidar el cinismo en el rostro de los que oían el argumento.
Varios
personajes, barajitas repetidas en veinte años de errores, fustigaban
que era “legítimo” porque “el pueblo lo quería”. Atiborraron periódicos,
televisoras y revistas y no voy a recordar de nuevo sus nombres (“la
voz del entendimiento me hace ser muy comedido” dice Federico). Los leo
de nuevo igual de errados, tan irredentos y equivocados hoy como ayer.
Aplicaban el concepto nazi y socialista de que la legitimidad
es la popularidad. Como Ivan Denisovich, trabajaban febrilmente para
construir la cárcel en la que estarían presos (estaríamos). Entre las
principales confusiones que estabilizaron la autocracia, tanto fuera
como dentro del país, están los cuentos chinos en torno a la
legitimidad. De allí se desprende el enredo en la estopa de
contradicciones con un calamitoso desconocimiento del concepto entre
quienes deberían manejarlo. Y una idea esencial para la vida civilizada,
por su uso ligero, se voltea contra quienes la defienden.
Según John Rawls, el Montesquieu del siglo XX, legitimo
es un régimen en el que se gobierna de acuerdo con la Constitución, las
leyes y la Declaración de Derechos Humanos, los poderes son
independientes y las elecciones regulares y confiables. Una autocracia o
dictadura no es constitucional ni legítima, aunque sea electoral.
Ningún régimen de fuerza gobierna según otra Constitución que no sea la
voluntad personal. El déficit de legitimidad de toda revolución
es estructural, y en esta viene desde las irregularidades de 1999,
pasando por la muerte de Chávez y los enredos de la sucesión.
Políticos inocentes, maridos inocentes
El
gobierno viola la Carta a diario, lo que desintegra una eventual
legitimidad de origen. Cualquier violación constitucional pone a un
gobierno fuera de la ley. Son así ingenuas las confusiones sobre que
habría “acciones ilegítimas” porque se derivan de la “constituyente”
frente a otras que no lo serían (¿tanto?). No hay tal constituyente, ni
niño muerto sino un ministerio para arbitrariedades, y cuando no lo
había, el gobierno las perpetraba a través de otros órganos igualmente
pringados, como el TSJ y el CNE, o cualquier otro ministerio, porque en
una autocracia todos los órganos del Estado lo son.
Era
exactamente lo mismo que los gobernadores electos se juramentaran ante
la instancia que fuera, y el gobierno sagaz los hizo a ir a la llamada
constituyente para provocar a los opositores y hacer estallar los
conflictos de la candidez. Así muerto de las risas, pudo recuperar la
primera gobernación del país, la del Zulia, para humillar a los zulianos
que habían elegido un opositor. La inocencia de los que gritaban que no
debían “legitimar la constituyente” resultó como el que se ahogó en el
remolino huyendo de la llovizna.
El escándalo por juramentarse ante ella es equivalente de quien para evitar los cuernos vende el sofá. Maquiavelo dice que el condottiere torpe lucha por ser el Príncipe pero no puede, porque sus acciones para conquistar un fin, terminan en derrumbes que le caen encima y lo aplastan. Eso fue lo que le observó y vivió y desgraciadamente nosotros también. Cada paso que da en pos de un objetivo, lo aleja de él. La legitimidad se convierte así en el arma suicida. Ya destruyeron todo lo que se había construido y demostraron que no se les da el oficio de Niccolo.
@CarlosRaulHer
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