COLAPSO PETROLERO: EL FIN DE UNA ERA
IBSEN MARTINEZ
En muy pocos años, Venezuela dejará por completo de ser un país petrolero.
Esta noción fue, hasta hace poco tiempo, algo inconcebible para la
gran mayoría de sus ciudadanos. Sin embrago, el pronóstico recoge el
consenso de los expertos mundiales en energía. Un anticipo muy cruel de
ese escenario podría alcanzar a Venezuela antes de fin de año.
La hambruna y la mortandad de infantes y pacientes crónicos
achacables a la escasez de medicamentos, así como la hiperinflación, la
criminalidad y el éxodo masivo están aún por crecer. Todo ello responde
al desplome del ingreso petrolero.
La decadencia de Petróleos de Venezuela (PDVSA),
otrora una pujante empresa estatal, es de tal magnitud que el país no
puede beneficiarse del repunte global de los precios del crudo.
Francisco Monaldi, respetado analista de políticas energéticas latinoamericanas, afirma que, con cualquier cartabón que se le mida, la estatal ya ha colapsado.
Francisco Monaldi, respetado analista de políticas energéticas latinoamericanas, afirma que, con cualquier cartabón que se le mida, la estatal ya ha colapsado.
Desde enero de 2016, la producción de crudo ha perdido 1,2 millones
de barriles diarios: una caída del 62% con respecto a su cota histórica
más alta, alcanzada en 1997 cuando rondó los tres millones de barriles
diarios. Se asegura que la producción caerá bajo el millón de barriles
diarios para fines de año.
PDVSA ha entrado desde hace tiempo en un no declarado cese de pagos
que afecta dramáticamente a socios, proveedores y acreedores. La mora
comercial supera los 25.000 millones de dólares.
La caída de las exportaciones se agravó últimamente debido a medidas
de aseguramiento de activos venezolanos en islas del Caribe, logradas
por la transnacional Conoco Phillips
en una querella de 2.000 millones de dólares con el Gobierno de
Venezuela. La acción de Conoco Phillips compromete cerca del 20% de las
exportaciones venezolanas. Pero, sin duda, las causas de mayor peso en
la merma han sido la arrogante ignorancia del propio Hugo Chávez y la incuria y la corrupción de los más altos funcionarios de la petrolera.
Puede afirmarse que el Big Bang de la trágica ruina venezolana
ocurrió el día de 2003 en que Chávez, en retaliación de una huelga
promovida en su contra, despidió de un solo golpe a casi 20.000
empleados de PDVSA, dos tercios de ellos personas de alto desempeño
técnico y profesional. Acto seguido, Chávez convirtió a la petrolera en
un fementido y superministerio del bienestar público que en breve llegó a
emplear tres veces más personas de que las que tenía en nómina en 1998.
Sin embargo, la crisis actual ha llevado la deserción laboral hasta el
20%. La labor destructiva de la empresa fue completada por la colosal
corrupción que en tres lustros volatilizó 635.000 millones de dólares.
Venezuela suma a estos males una deuda externa que ronda los 170.000
millones de dólares.
El actual promedio de producción es de 1,3 millones de barriles diarios, de los cuales 800.000 no generan flujo de caja por estar comprometidos, entre otros gastos, por el pago de la deuda con China.
Característicamente, y buscando superar la crisis, Nicolás Maduro
ha puesto a PDVSA en manos militares. Al general de la Guardia Nacional
que, aun sin experiencia previa alguna en el área petrolera, nombró
presidente de PDVSA y ministro de Energía, le encomendó elevar la
producción en un millón de barriles diarios.
Para lograr niveles aceptables de producción, PDVSA debería mantener
activos entre 40 y 50 taladros. El general Manuel Quevedo ha ordenado
oficiar una misa solemne en la sede de usos culturales de la estatal
rogando a Dios que obre el milagro de que ninguno de los 25 taladros aún
operativos se detenga.
Con invencible cursilería militar, antes del oficio, el general
Quevedo obsequió propiciatoriamente al capellán varios frasquitos con
muestras de crudo de la Faja del Orinoco, hoy llamada Faja Petrolífera
Hugo Chávez.
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