miércoles, 11 de julio de 2018

COLAPSO PETROLERO: EL FIN DE UNA ERA

IBSEN MARTINEZ

En muy pocos años, Venezuela dejará por completo de ser un país petrolero.
Esta noción fue, hasta hace poco tiempo, algo inconcebible para la gran mayoría de sus ciudadanos. Sin embrago, el pronóstico recoge el consenso de los expertos mundiales en energía. Un anticipo muy cruel de ese escenario podría alcanzar a Venezuela antes de fin de año.
La hambruna y la mortandad de infantes y pacientes crónicos achacables a la escasez de medicamentos, así como la hiperinflación, la criminalidad y el éxodo masivo están aún por crecer. Todo ello responde al desplome del ingreso petrolero.
La decadencia de Petróleos de Venezuela (PDVSA), otrora una pujante empresa estatal, es de tal magnitud que el país no puede beneficiarse del repunte global de los precios del crudo.
Francisco Monaldi, respetado analista de políticas energéticas latinoamericanas, afirma que, con cualquier cartabón que se le mida, la estatal ya ha colapsado.
Desde enero de 2016, la producción de crudo ha perdido 1,2 millones de barriles diarios: una caída del 62% con respecto a su cota histórica más alta, alcanzada en 1997 cuando rondó los tres millones de barriles diarios. Se asegura que la producción caerá bajo el millón de barriles diarios para fines de año.
PDVSA ha entrado desde hace tiempo en un no declarado cese de pagos que afecta dramáticamente a socios, proveedores y acreedores. La mora comercial supera los 25.000 millones de dólares.
La caída de las exportaciones se agravó últimamente debido a medidas de aseguramiento de activos venezolanos en islas del Caribe, logradas por la transnacional Conoco Phillips en una querella de 2.000 millones de dólares con el Gobierno de Venezuela. La acción de Conoco Phillips compromete cerca del 20% de las exportaciones venezolanas. Pero, sin duda, las causas de mayor peso en la merma han sido la arrogante ignorancia del propio Hugo Chávez y la incuria y la corrupción de los más altos funcionarios de la petrolera.
Puede afirmarse que el Big Bang de la trágica ruina venezolana ocurrió el día de 2003 en que Chávez, en retaliación de una huelga promovida en su contra, despidió de un solo golpe a casi 20.000 empleados de PDVSA, dos tercios de ellos personas de alto desempeño técnico y profesional. Acto seguido, Chávez convirtió a la petrolera en un fementido y superministerio del bienestar público que en breve llegó a emplear tres veces más personas de que las que tenía en nómina en 1998. Sin embargo, la crisis actual ha llevado la deserción laboral hasta el 20%. La labor destructiva de la empresa fue completada por la colosal corrupción que en tres lustros volatilizó 635.000 millones de dólares. Venezuela suma a estos males una deuda externa que ronda los 170.000 millones de dólares.
El actual promedio de producción es de 1,3 millones de barriles diarios, de los cuales 800.000 no generan flujo de caja por estar comprometidos, entre otros gastos, por el pago de la deuda con China.
Característicamente, y buscando superar la crisis, Nicolás Maduro ha puesto a PDVSA en manos militares. Al general de la Guardia Nacional que, aun sin experiencia previa alguna en el área petrolera, nombró presidente de PDVSA y ministro de Energía, le encomendó elevar la producción en un millón de barriles diarios.
Para lograr niveles aceptables de producción, PDVSA debería mantener activos entre 40 y 50 taladros. El general Manuel Quevedo ha ordenado oficiar una misa solemne en la sede de usos culturales de la estatal rogando a Dios que obre el milagro de que ninguno de los 25 taladros aún operativos se detenga.
Con invencible cursilería militar, antes del oficio, el general Quevedo obsequió propiciatoriamente al capellán varios frasquitos con muestras de crudo de la Faja del Orinoco, hoy llamada Faja Petrolífera Hugo Chávez.

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