MARTA DE LA VEGA
Hoy, en 2018, brilla la justicia después del crimen
cometido hace 45 años, el 16 de septiembre de 1973, en el primer campo de
concentración de la dictadura militar de Pinochet que fue el Estadio Chile, de
Santiago, contra el gran cantante, valiosa figura de la cultura popular,
profesor universitario y guitarrista, Víctor Jara. Fue trasladado junto con
profesores, estudiantes y personal de la Universidad Tecnológica de Chile al
emblemático lugar que hoy lleva su nombre. Al ser reconocido, Víctor Jara fue brutalmente golpeado; sus
verdugos le destrozaron las manos y lo asesinaron con 44 impactos de bala,
por ser un emblema de las luchas sociales progresistas, muy querido y respetado
a través de su música no solo en su país sino en toda América Latina. La crueldad
y ensañamiento con los cuales fue torturado mostró el importante impacto que
tenía el artista, pero también que pudiera servir de ejemplo a quienes
presenciaron el hecho para paralizar cualquier protesta e implantar el terror
como mecanismo de dominación.
Dos logros significativos de esta sentencia histórica
son, uno, que ha sido vencida la impunidad y dos, que los crímenes de lesa
humanidad, aunque tarde, van a ser siempre juzgados. Esta victoria constituye
hoy en Chile un ejemplo de aplicación del derecho a favor de la justicia como
instrumento objetivo, transparente, imparcial, independiente y universal, en
una sociedad civilizada y regida por principios democráticos, para reparar a
las víctimas del terrorismo de Estado y de la violación de derechos fundamentales.
La sentencia en contra de los 9 militares del
ejército, hoy retirados, muestra que no fue en vano luchar a pesar del tiempo
transcurrido; que el poder judicial, entonces distorsionado y subordinado a
Pinochet, se había convertido en un arma funcional de la dictadura y hoy, retomadas sus funciones y metas
institucionales, despliega a plenitud legalidad y legitimidad.
Aunque menos conocido que el cantor Jara, también hoy
la justicia chilena condena el crimen contra el joven abogado de 33 años en ese
trágico momento, Littre Quiroga, defensor de derechos humanos, de trayectoria
intachable como director del servicio de prisiones, quien, a pesar de estar en
reposo médico el 11 de septiembre de 1973, al saber que era buscado por los
carabineros, se presentó voluntariamente. Fue martirizado hasta la muerte, acusado de haber maltratado a
un General; llevado al estadio, golpeado y torturado, se le asesinó en el sitio
con 23 impactos de bala.
Con horror el mundo civilizado ha presenciado la violenta y brutal
violación de derechos humanos fundamentales, persistente y sistemática en
Venezuela”.
Primero, durante las protestas a partir del 12 de
febrero de 2014, jornada marcada por el asesinato vil de los jóvenes Basil Da
Costa, en la manifestación pacífica frente a la sede de la Fiscalía por un
funcionario de la policía política, Robert Redman, asesinado por un sujeto no
identificado de un colectivo paramilitar motorizado protegido del régimen, que
le disparó y mató en el sitio, al final de esa tarde en una concentración
cívica en plena avenida Francisco de Miranda; y un dirigente colectivo del
barrio 23 de enero y antiguo policía, este último muerto por uno de sus propios
compañeros en la concentración a la que habían llegado supuestamente a defender
al gobierno. Luego, en las protestas por la ruptura del hilo constitucional que
se produjo con dos sentencias inicuas del TSJ que marcaron el inicio de
protestas pacíficas, el 30 de marzo de 2017, despiadada y sanguinariamente
reprimidas por el gobierno, responsable
de los 130 muertos, homicidios que son crímenes de lesa humanidad, al igual que
los 43 muertos del 2014 asesinados en el lapso de protestas.
Hoy Nicaragua, un país de casi 6 millones de
habitantes, se desangra por la represión asesina, sistemática y delincuencial
del ejército, policía y bandas paramilitares del gobierno tiránico de Daniel
Ortega y Rosario Murillo. Van más de 300 muertos y ataques vandálicos contra
iglesias, sus prelados y objetos sagrados de fe religiosa de un pueblo
mayoritariamente católico. Pero
serán identificados todos los responsables en la cadena de mando, juzgados y
condenados por crímenes de lesa humanidad, que no prescriben.
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