APOCALIPSIS ZOMBIE
CARLOS RAUL HERNANDEZ
EL UNIVERSAL
Sotto voce las
organizaciones políticas están alarmadas por el presente creado en estos
dos años erráticos, de pesadilla. De aquellas fuerzas democráticas que
bailaban en las calles después del 6D, hoy estamos en el caos mental, la
confusión, el desaliento y la carencia de esperanza. El padre Luis
Ugalde, el más importante estratego de la oposición en estos últimos
años, el hombre clave en las decisiones tomadas, lo describió
recientemente en el Aula Magna de la UCV: “estamos desnudos y
descalzos”. No era así a comienzos de 2016, cuando decidieron que Maduro
estaba caído y había que salir rápidamente de él por el método del RR (o cualquier otro).
¿Por
qué terminamos desnudos y descalzos? El Presidente luce entronizado y
que hasta ahora no lo saca nadie, ni siquiera él mismo, que es mucho
decir, porque si bien Maduro es su propio peor enemigo, su mejor amigo
es la oposición. Ella lo salvó de lo que parecía en enero 2016 su
colapso final, condenado a perder masivamente gobernaciones y alcaldías,
con ellas todo sustento, y luego lo volvió a salvar con la propuesta de
“elecciones generales” inconstitucionales en 2017.
Hay tal hueco negro que el mismo Ugalde en posterior declaración de prensa tan dolorosa y terrible que parece fragmento de Prometeo,
pone la única esperanza de salir del gobierno en manos del propio
gobierno, bien por una renuncia de Maduro, bien por un golpe militar. Y
procede mencionarlo porque es el único de los conductores del proceso
opositor comenzado en 2016 que tuvo la bizarría y la entereza de encarar
las consecuencias. Este es el cuadro. Estamos clavados por el pecho a
una roca con un clavo de acero y un águila nos devora el hígado a
diario.
Desnudos y descalzos
Según
la descripción no podemos hacer nada por nosotros mismos y solo la
decisión del enemigo puede redimirnos. Impotencia aun más gráfica en los
que claman por intervención extranjera. En estos veinte años la
antipolítica, es decir, la imbecilidad política, machacó que había que
abstenerse, que participar en los mecanismos de “la dictadura” era una
mancha. Que quien no hablara un lenguaje encendido, o de la “partida de
nacimiento”, era “colaboracionista” y quien usara la razón era un
traidor. Quien cuestionara las prisas que solo trajeron cansancio era
porque le pagaban.
La antipolítica acechaba
pero estaba cercada. Los partidos la derrotaban al entrar en campaña y
ganar posiciones. El tercer acto de la debacle, 2018, se engendra en
aquella reunión inolvidable en Montalbán, donde los sectores que menos
entienden la política en Venezuela, dictaron la línea a unos partidos
magullados y apocados por las palizas recibidas. El eclipse total de
corazón ocurrió cuando los partidos aceptaron que no había que votar por
“carencia de condiciones”, permitieron que la estupidez se convirtiera
en una invasión de zombies que se llevó por delante cualquier ápice de sentido común. Triunfó la abstención, y ahora la nada.
El apocalipsis zombie.
Luego de los dos siniestros actos anteriores, 2016 y 2017, sencillas
doñas y caballeros con alguna ilustración e inquietud política que se
hacían eco del discurso razonable de sus dirigentes, contagiados por la
inundación de estolidez devinieron en las redes sociales guacharacas
enloquecidas de odio contra todo lo que habían defendido, contra sí
mismas, sin entender ni siquiera por qué. Los llevaron al ridículo
existencial, los dejaron ahí y aun chapotean en los charcos como bagres
atascados. Difícil conseguir irresponsabilidad mayor que poner
decisiones políticas en manos de formaciones de la sociedad civil.
A ellos les encanta la política
Desde quienes forjaron el concepto (Hegel, Marx, Gramsci), se definen
como “organizaciones de intereses particulares”, lo contrario de la
política. En la sociedad democrática los gremios tienen funciones
específicas y fue Mussolini quien se propuso construir un Estado
corporativo con las secuelas conocidas. El Premio Nobel Joseph
Schumpeter en su ultra clásica obra Capitalismo, socialismo y democracia, señala peligros cuando “figuras de la cultura, el arte, la farándula, la religión o el deporte” deciden la política.
Pese
a lo que se cree, ser informado no confiere “competencia cognoscitiva”
en política, saber práctico que como cualquier otro, nace de la
experiencia del sujeto… “el ciudadano normal (que) entra en la esfera
política, desciende a un plano inferior… de actuación mental. Argumenta…
de forma infantil… primitiva. Su pensamiento se hace asociativo y
afectivo”. Otro gran pensador todavía vivo, Giovanni Sartori, sobre la
incompetencia de la sociedad civil para la política dice “un astrónomo
discutiendo de filosofía, un químico sobre música, o un poeta que hable
de matemáticas no dirá menos tonterías que cualquiera sobre política” (Teoría de la democracia).
Hay
que llamar nuevamente a votar en el referéndum constitucional, en las
elecciones municipales y ganar la opinión pública para eso. Reconstruir
una fuerza para de combate ayudará a recuperar el control sobre los
acontecimientos que nos afectan, pues para vivir hay que trabajar y
quien se siente en la plaza con la boca abierta a esperar el maná, lo
más probable es que se le encalambren los músculos faciales y a la
postre muera famélico. No tienen nada malo los milagros pero no se puede
vivir de ellos. Después de los traumas de estos tres capítulos de la
desventurada novela, no creo que haya de otra que volver a votar.
@CarlosRaulHer
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