Nico y Cilia también lloran
ALBERTO BARRERA TYSZKA
El fenómeno se conoce como “la invasión turca”. En muy poco tiempo,
sin saber muy bien cómo y por qué, gran parte de la programación de la
televisión abierta en América Latina comenzó a llenarse de series y de
telenovelas producidas en Turquía. Y, antes de que nadie sacara cuentas,
de repente en el prime time de Chile, por ejemplo, se estaban
transmitiendo al mismo tiempo cinco telenovelas que transcurrían en
Estambul.
Nunca antes la industria había vivido un proceso de ese
tipo. Son varias y diversas las razones que pueden explicarlo. Una de
ellas, es el mismo desarrollo y cambio de la industria de la telenovela
en nuestro continente. Con el comienzo de la auto proclamada revolución
bolivariana y el inicio de una paulatina destrucción de la industria
televisiva del país, sumado al crecimiento de la producción de ficción
colombiana, alejada en general de los cánones del género rosa; los
turcos encontraron un espacio libre para retomar la telenovela más
clásica, con altos niveles de calidad y sostenidos grados de melodrama
amoroso y familiar. La industria turca recogió del abandono el
espectáculo de los latidos. Nos recordó que, por estos costados del
mundo, las lágrimas son muy rentables.
Esta semana hemos
descubierto que Nicolás Maduro es también un fan enamorado de estas
producciones. A Chávez no le gustaban las telenovelas. De hecho, según
se sabe, a Nancy Colmenares, su primera esposa, le prohibía verlas. Y,
en más de una ocasión, se refirió con desdén a ese género que promovía
anti valores y distorsionaba la realidad. En su ataque contra los medios
de comunicación, que fue en realidad parte de sus primeras batallas en
su gran guerra contra la democracia venezolana, Chávez terminó
desmantelando una industria que había logrado que la telenovela fuera
nuestro primer producto de exportación no tradicional. No en balde,
ahora, el mercado internacional está lleno de una enorme cantidad de
talentos que se vieron obligados a salir de Venezuela para buscarse la
vida en otros territorios. No pienso solo en actores y actrices o en
libretistas, sino también en la inmensa cantidad de excelentes técnicos
en distintas áreas, camarógrafos, luminitos, sonidistas, asistentes,
directores, productores y ejecutivos…La industria del entretenimiento en
Venezuela fue minuciosamente devastada. Y ahora Maduro aparece
promoviendo las teleseries turcas.
Pero eso no es realmente lo
peor. Lo peor es la noticia de la visita del presidente de Venezuela y
su esposa a un estudio de televisión en Estambul. Lo peor es la
frivolidad de un supuesto líder de un país que se está derrumbando. Las
fotos de Nicolás Maduro y de Cilia Flores, disfrazados y jugando a
actuar, en un set de su teleserie favorita, en Estambul, son un carajazo
despiadado a la pobreza que se vive el país.
Que
el “presidente obrero y la primera combatiente” se dediquen a
farandulear en el exterior, demuestra el desprecio radical que tiene el
Gobierno por el sufrimiento de todos los venezolanos.
En tierras
muy lejanas, ambos dirigentes juegan a la ficción. Se dan el lujo de
pasear, de ser fatuos e intrascendentes, de vivir una fantasía otomana
mientras, en esta esquina de la realidad, hay venezolanos que viven sin
luz, sin agua; venezolanos que mueren sin medicinas, que mueren por no
comer.
¿Se acordó acaso Maduro, en Estambul, de lo que dijo a los
trabajadores de la salud a la hora de negarles un aumento de sueldo?;
¿acaso pensó en eso mientras paseaba por el plató de aquel estudio de
televisión? Les habló de la guerra económica, del bloqueo, del
imperialismo y de la oligarquía. Los trabajadores solo pedían el mismo
aumento salarial que se les dio a los militares. Pero Maduro dijo que
no. Dijo que ahora no podía. Y exigió fuerza. Valor. “Ustedes deben
resistir -también les dijo-. Por la patria. Por Chávez”.
¡Cómo se
sacrifican ellos por la Patria y por Chávez en el set de la serie
Resurrección Ertugrul! ¡Cómo resisten! Nico y Celia también lloran. Pero
solo con historias extranjeras. La realidad de Venezuela no les
interesa. Siguen negándose a verla. Hace demasiado tiempo apagaron al
país.
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