DEL POPULISMO Y OTROS DESASTRES
NELSON CHITTY LAROCHE
“Qué tiempos serán los que vivimos que hay que defender lo obvio”
Bertolt Brecht
Una corriente riega el mundo
convertida en los nuevos meandros de la política. Nuevos, digo, por
decir que están de moda con una fuerza impresionante y una personalidad
imponente. El populismo inocula cínico e imperturbable el discurso
público comprometiendo con ello el sentido del liderazgo que desliza
entonces hacia una experiencia de naturaleza oclocrática. Para ganar las
elecciones y mantener la popularidad es menester decir y hacer lo que
la gente quiere y no por el contrario, guiar, dirigir, conducir, aun
contra aquello que parece no estar en el orden de lo preferido, de lo
aspirado, de lo deseado.
Es más, decir lo que tienen que oír,
arriesga perder la sintonía de las emociones favorables y supone
eventualmente perder el encanto, la simpatía, el atractivo que como una
aureola bordea a los que se atreven a demandar respaldo y sostén basados
en su carisma o en la consistencia de sus ideas y propuestas.
Algo está pasando en el tejido
comunicacional que trastoca lo necesario y pertinente por lo conveniente
que agrada a las mayorías y desaconseja contradecirlas, so pena de
lastrar el proyecto o sembrarlo de acechanzas. Siempre debió el
aspirante o el catapultado a la cima del poder, gustarle al común o a
las huestes del partido o de la tendencia religiosa o racial, a las
élites o en suma a los cuerpos decisorios y salvo los reyes por sangre
fue así, pero arribar significaba asumir y ser asumido como el director y
ejecutante de la decisión y luego seguirlo y acatarlo.
Roosevelt marcó desde el comienzo al
poder de su impronta personal y aun cuando conectó espiritualmente con
el común, el de la calle, enfrentó a los otros poderes y élites para
darle a su ejercicio un carácter y una orientación distinta a lo que hoy
percibimos en los distintos teatros del Ejecutivo. Kennedy trascendió
al demandarle a sus compatriotas responder una pregunta que encerraba la
clave ciudadana por excelencia: ¿cuánto estás dispuesto a dar a tu país
antes que demandar qué te ofrecería tu nación? Mismo sonido evocamos
en Churchill, que perderá incluso las elecciones después de ganar la
guerra ante Atlee, para luego volvérsele a distinguir con la confianza y
el poder. Eran hombres que tenían que proponer y mandaban aun a riesgo
de ser impopulares. Hacían lo que había que hacer.
Recientemente, la administración del
bajo psiquismo societario, los complejos profundos, las escondidas
frustraciones, las taras de la desigualdad son reflotadas para construir
un discurso cínico y electoral que sirva para ganar y gobernar en
detrimento de todo y contra los parámetros de los derechos humanos o los
controles del poder. El lado obscuro incluido proporciona no lo mejor
del ser humano sino sus egoísmos, apetencias, tentaciones y veleidades,
para con esos vientos y arenas mezclar y traer estos lodos que
cuestionan los principios básicos de alteridad, solidaridad y humanismo.
En Venezuela hemos visto el
gigantesco desplome de todo un país como una gruesa lápida blanca
polvorienta entre los aullidos de la demagogia y la frivolidad de sus
conductores. De ser el Estado con mejores perspectivas macroeconómicas
hace tres lustros, solo queda una economía agonizante, reducida a su
mínima expresión, una moneda envilecida y unas finanzas públicas
quebradas. Una diáspora creciente empapando al mundo de sus lágrimas y
tristezas y el descerebramiento de una sociedad otrora reconocida y
prometedora.
Perniciosos los programas como el de
la Misión Vivienda no por su destino ni por lo que pudo ser su costo,
sino por lo que trajo como desorden y corrupción. Así las otras misiones
vendidas como política social en lo educativo, sanitario, salud pública
y solo pensadas y desarrolladas para alienar y enajenar al pobre pueblo
ignorante.
Vende más entre los hombres lo malo
que lo bueno, pero el progreso se logra construyendo contra esas
tendencias presentes en lo que somos y fragua con disciplina y sobriedad
de espíritu la prevalencia de la virtud que edifica. De allí que pueda
decírsele al poder especialmente que la responsabilidad consiste en la
autolimitación y la ética del poderoso comienza cuando se desprende de
lo que él mismo pesa, gravita por sí y cuando asume que él es todos, es
nosotros.
Populismo es anomia,
desconstitucionalización, contumacia, desorden que corroe la
institucionalidad y se cimenta en la acción que complace al
primitivismo. Facil es pues recurrir a ese argumento, pero se pagará un
costo grande en las bases mismas de la calidad democrática y en el
envilecimiento societario.
Hoy Venezuela sufre, llora, se
desinfla, se vacía, se deprime y de esa situación surge un liderazgo y
una propuesta imputados y juzgados por un crimen mayor, la traición a su
patria.
@nchittylaroche
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