JEAN MANINAT
Al secretario general de AD, Henry Ramos Allup, le correspondió echar la
última palada de tierra para cerrar el foso que servirá de sepultura a
lo que quedaba de la MUD. Fue en realidad un gesto simbólico, con un
mínimo esfuerzo físico, pues ya los integrantes de la mesa se habían
“autoenterrado” en un hueco de equivocaciones a partir de enero 2016. El
veterano parlamentario actuó en calidad de designated survivor.
La
extremaunción la había dado el líder del Frente Amplio, cuando
sentenció que la solución a la grave crisis que vive Venezuela vendría o
bien por la renuncia de Maduro, o por un sacudón de conciencia militar.
Es decir, la pelota estaría en manos del gobierno “cívico-militar”. ¿De
qué sirve, entonces, una organización creada exclusivamente para fines
electorales? Pues para detener el cambio que es inminente, se dijo.
Entonces, mejor ayudar a desmontarla.
En la
acera al frente del velorio, acechaba el sector radical -perdón, estamos
en tiempos ecuménicos- el sector maximalista, algo consternado por el
peso que caía sobre sus fatigadas espaldas, ahora que no tendrá a quien
echarle la culpa de su inconmensurable incapacidad para pegar una en
política y su estruendosa desconexión con el “pueblo” que dice
interpretar como ninguno. Sus principales líderes o bien andan regañando
a quien le pase por delante por no creer que el gobierno cae en
cualquier momento, o denunciando por el mundo lo que todo el mundo ya
conoce.
Con cara de pocos amigos observaba la ceremonia el radical chic,
el mecanismo pensante del maximalismo, por años intelectualmente
atareado en denunciar -nacional e internacionalmente- la conspiración
colaboracionista, el plan entreguista de la MUD y sus principales
dirigentes. Sus miembros más ilustres se dedicaron con especial saña a
demoler a Capriles, luego que el gobierno lo sacara de circulación
política se quedaron sin bête noir, pero vino Falcón para
sacarlos del aburrimiento y de nuevo vistieron la túnica y el capuchón
blanco, encendieron las cruces, y salieron a por él soga en mano. Pero
para colmo, el hombre pierde en su apuesta electoral, y la MUD -ese oscuro objeto del deseo-
fenece sin avisarles, dejándolos huérfanos, sin enemigo en la oposición
democrática que valga la pena fusilar en el paredón del Twitter. Hay
que ser entreguista para dejarse morir sin avisar, se lamentan
indignados.
El único que celebra a unas
cuadras de la funeraria es el peor gobierno de la historia republicana
del país, el Atilasocialismo del siglo XXI, empeñado en descuartizar
todo lo que esté a la vista, en procura de una quimera ideológica que
siempre ha fracasado, allí donde ha sido ensayada. Gracias a la ayuda de
tantas falsas lecturas de la situación por parte de la oposición en los
dos últimos años, ha logrado mantenerse -para sorpresa universal-
atornillado en el poder. En política no hay milagros, solo errores y
aciertos.
La MUD cumplió su tarea, y nos
ofreció derrotas y victorias importantes como la de diciembre 2015.
Quienes fueron sus Secretarios Ejecutivos en su época de oro, Ramón
Guillermo Aveledo y Jesús, Chúo, Torrealba, merecen nuestro
reconocimiento por la difícil tarea que les tocó asumir entonces. Más
corresponde, ahora, retomar el camino de la lucha constitucional,
democrática y electoral, y una Unidad enclenque y poco convencida del
camino a seguir no es el mejor instrumento para lograrlo. Mejor dejemos
que en paz descanse, mientras se vislumbra la nueva oposición por
venir.
@jeanmaninat
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