LUIS VICENTE LEÓN
Hay muchos estudios sobre las condiciones necesarias para producir los
cambios desde las autocracias a las democracias. La mayoría coincide en
que estos no se producen por crisis económica, aunque pueda ser un
condimento.
No es cierto que cuando un país entra en
barrena, basta sentarse a esperar el desenlace, rascándose la barriga o
desperdiciando el tiempo en ataques furibundos desde los medios y redes
sociales. Eso es pura paja. Los cambios políticos se producen por
crisis políticas y en la mayoría de los casos no son eventos
espontáneos. Los elementos necesarios para el cambio son conocidos: 1)
liderazgo creíble y fresco, 2) articulación opositora y 3) acción y
participación masiva. Tres vacíos que en Venezuela paran los pelos.
Con
respecto al liderazgo opositor, me parece que no hace falta convencer a
nadie de que hay un problema monumental. No se trata de una crítica o
ataque a quienes han hecho su mejor esfuerzo para conducir las acciones
opositoras hasta ahora. Arranco por decir que dirigir a la oposición
aquí es una actividad de alto riesgo, que supone sacrificios de vida,
persecuciones, amenazas, posibilidad de cárcel, pérdida de patrimonio,
afectación de la familia y exilio, sin contar con los ataques
demoledores de los propios opositores, que suelen ser aún más
despiadados que los verdaderos enemigos (imaginen que han sido capaces
de atacar y vilipendear a Laureano, que ha sido un opositor insigne,
impecable y comprometido, para entender qué pueden hacer con el resto,
que no piensa como ellos o los ven como un competidor interno).
Pero
no hay que ser muy perspicaz para entender que los liderazgos
opositores, con sus virtudes, esfuerzos, sacrificios, aciertos y también
errores, conflictos, contradicciones y desaciertos, están desgastados y
no generan ni la confianza ni la motivación necesaria. Desde los
líderes opositores más inteligentes, estructurados y serios hasta los
loquitos y loquitas de carretera, que tratan de conectar masas con
gritos, insultos, ofertas y amenazas increíbles, inventos de épicas
martirizantes y ladridos de perro echado, todos están desconectados de
quienes quieren cambio, pero no con ellos, abriendo las compuertas para
el surgimiento de outsiders. Puede resultar injusto, pero así es la
política. Simplemente no son los líderes que conectan ya a la población.
No generan esperanza de cambio, ni establecen lineamientos racionales y
accionables, ni hacen soñar a la gente con que SÍ se puede, ni provocan
unidad a su alrededor.
La articulación
opositora es otra tarea pendiente y ya no depende de una negociación
entre los partidos y líderes opositores, sino del surgimiento de una
propuesta que alínie a su alrededor a las mayorías, elevándose respecto a
sus contrincantes a tal nivel, que quien no lo siga se queda como la
guayabera: por fuera. Ya no parece haber espacios para la articulación
negociada de la oposición (y conste que sigo pensando que la solución
del país pasará por una negociación al final de toda esta historia).
Pero internamente en la oposición lo que queda es la articulación
inducida por el despegue de un líder o propuesta que se adueñe de los
sueños de la gente y presione a los demás a seguirlo por supervivencia.
Finalmente,
no hay cambio sin que la gente participe y actúe en la defensa de sus
derechos. La presión será efectiva cuando las masas actúen en conjunto y
obliguen al abusador a respetarla. La comunidad internacional es una
ayuda pero no un sustituto de la acción interna. Si la oposición no
logra que la gente se articule para provocar los cambios, es probable
que se articule espontáneamente, pero para recibir las migajas de quien
las tiene. Y entonces, simplemente, será mucho más largo y difícil el
cambio.
Luisvleon@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario