VENEZUELA, EL PRECIO DEL 
RESCATE CUBANO

Antonio Navalon



Érase una vez un coronel que, basado en el hambre de 
su  pueblo  y en el hecho de que quienes vivían en los 
ranchos  eran mayoría,  dio un golpe de Estado.
Érase una vez un coronel que en el momento de 
rendirse  dijo que, por ahora, el golpe acababa.
Érase un país entregado a los delirios locos 
—según el modelo de Ronald Reagan—, de que un 
viejo por muy viejo que fuera, Rafael Caldera, podía 
ser presidente.
Érase una vez un país que vio, una y otra vez, como 
su clase dirigente le fallaba.
Venezuela no está en la primera página de los 
periódicos más que a golpe de sangre, frustración y 
muerte. Eso es lógico. Venezuela  es un país rico; 
tiene mucho, mucho petróleo; mucho, mucho futuro; 
mucho, mucho territorio y poca, poca población. ¿Por 
qué parece que es más importante la crisis ucrania que 
la venezolana? ¿Es porque está a la derecha de Putin? 
¿Es porque está a la izquierda de Obama? No, 
simplemente la razón es que a América hace muchos 
años que nadie necesita tomársela en serio.
¿Son los muertos de esta última revuelta venezolana 
en vano? 
No, claro que no. Lo que pasa es que todos en el 
mundo 
estamos cometiendo un error de cálculo fundamental: el 
11 de septiembre de 2001 George Walker Bush dejó a 
América Latina a su suerte. A partir 
de ese momento, tras la caída de las Torres Gemelas, 
todos los referentes de guerra y paz, decencia e 
indecencia cambiaron dramáticamente.
Hugo Chávez, sin el atentado terrorista, jamás hubiera 
podido ser lo que fue. El exdirigente fue la expresión de 
los límites de un pueblo. 
Pertenecer al Ejército era la única manera de comer y 
ascender en Venezuela. Cuanto más fregado, más éxito 
dentro del Ejército.
Y Chávez empezó con los delirios de grandeza. Y 
Chávez comenzó a leer la historia de Bolívar. Chávez 
siempre supo que la frontera entre losmonos de los 
ranchos que rodean Caracas y el otro mundo, donde 
viven los llamados sifrinos —Prado Este, Chacao, 
Altamira— era su cantera natural, no solo de votos 
sino de razón histórica para fundamentar su régimen. 
Los 
cálculos de Chávez resultaron ciertos: en Venezuela 
los fregados eran más que los afortunados.
El problema es que los afortunados de Venezuela 
creían y pensaban que era un derecho natural que la 
otra 
gente estuviera fregada y ellos bien. Y Chávez, que no 
podía preguntarle a Bolívar, descubrió que le 
podía preguntar a Castro. Y Castro descubrió que 
gracias a la ignorancia y a las ganas de trascender 
de Chávez, su pueblo (los cubanos) podía, de 
verdad, tener una segunda oportunidad.
Érase una vez un continente dejado de la mano 
de Dios, se llama América. La América que habla 
en español, que hasta que Fidel Castro, la 
embarcación Granma y el apoyo que le dio México 
le permitió acabar con Batista, tenía una historia de 
gran 
indignidad frente al imperio americano. Castro nunca 
doblegó a América. A América la doblegó Osama Bin 
Laden tumbándole las Torres. A partir de entonces, 
todos comenzamos a vivir en un mundo nuevo.
Chávez jugó sabiendo siempre que había un límite. 
El único límite que nunca pensó que a él le sucedería 
se llama cáncer, 
ese mismo que acabó con su vida y que colocó a 
Venezuela en la alternativa donde está.
Pero Chávez por sí mismo no es suficiente para entender 
el problema. 
Chávez más Castro tampoco. Chávez más Castro más 
Bush, tampoco. 
El problema es que para entender la actual crisis 
venezolana, hay que entender el nuevo mapa 
del mundo.
Y para mí, el mapa del nuevo mundo es muy sencillo. 
Discrepo, respetuosa y profundamente, de todos 
cuantos le atribuyen a Cuba la continuidad del sistema 
chavista.
En lo personal considero que será Cuba, con Raúl 
Castro a la cabeza, quien entregue la revolución 
chavista a Estados Unidos, a cambio de conseguir 
el desbloqueo para Cuba.
El precio de la normalización política con Cuba 
es Venezuela. 
Y eso es lo que ni Maduro ni Cabello ni los líderes 
antichavistas han entendido.
¿Seguirán muriendo jóvenes en Venezuela? Espero 
que pocos. 
¿Están solos los estudiantes venezolanos? A 
pesar del gran apoyo que tienen —sobre todo 
de los jóvenes latinoamericanos—, sí viven 
en la soledad que significa que por ahora —al 
menos—, nadie ha entendido lo que está de 
fondo y eso los desprotege.
Todos parten de que Cuba es quien sostiene a 
Venezuela. 
Yo sostengo que Cuba entregará a Venezuela. ¿Por 
qué? 
Porque es la única manera de conseguir la 
normalización 
política del Caribe.
Mientras tanto, seguirá habiendo muerte. Pero como 
nos enseña la Historia, el poder no se pierde 
cuando la gente comienza a disparar, sino cuando 
la gente duda.
Lo sepa o no Maduro (si es que alguna vez supo 
algo), las campanas doblan por él. Tocan y suenan 
en La Habana.
Pues bien, en Venezuela los policías, los guardias 
nacionales republicanos 
empiezan a dudar. Ese es el primer síntoma de que la 
situación puede cambiar.
¿Cómo se podría perpetuar la revolución chavista, 
que fue siempre una 
puesta en escena televisiva con riesgos calculados? 
Se podría 
conseguir si los batallones chavistas reunidos en torno 
a las misiones tuvieran la dirección 
militar adecuada y si para los cubanos no fuera mejor 
entregar Venezuela que entregar Cuba.
A partir de aquí solo es un problema de tiempo. 
Venezuela
está enterrando al chavismo, justo al año de la muerte 
de Chávez. Y quien oficia de gran enterrador se 
llama Cuba.
En algún momento, en algún lugar escucharemos 
que hay conversaciones de paz. Esas conversaciones 
tendrán, como le pasa al presidente Santos y 
Colombia con las FARC, un garante: Cuba. Para 
el país caribeño el problema 
no es la normalización económica, democrática o 
política 
de su isla. El problema es vender caro y bien la 
influencia 
política que posee sobre el continente.
Y eso tiene dos ejes fundamentales: uno es 
Colombia y 
otro, sobre todo, es el petróleo venezolano.
Lo sepa o no Maduro (si es que alguna vez supo 
algo), las 
campanas doblan por él. Pero no suenan ni se tocan 
en 
Washington. Tocan y suenan en La Habana.
Chávez siempre lo supo, por eso murió en la cresta 
delsueño. Chávez, como Evita, nunca despertará.
Así como a Evita le realizaron un gran evento 
funerario, del que solo se levantó el pedestal, 
ahora da la impresión de que la tumba de 
Chávez es la tumba de su régimen.