domingo, 16 de marzo de 2014

Moderados aturdidos y radicales libres


Felix Seijas R.

Por lo general todo artículo genera polémica, y en cierta forma, los rasgos de tal polémica es un indicador de qué tan pertinente resultaron esas líneas. Las reacciones que recibí por el artículo de la semana pasada ‘Quiéreme, que soy buenísimo’, constituyen un reflejo fiel de la composición de pensamientos y posiciones que, según muestran a su vez los estudios de opinión, pululan actualmente en nuestra sociedad.
Dicho artículo planteó una situación en la cual cada quien pudo reconocer el rol que ha venido desempeñando en una historia que afronta desde una determinada perspectiva. Hablemos primero de aquellos que llamamos ‘moderados’.
I
Y es que la mayoría de las respuestas provenían de moderados de ambos sectores políticos. Los del oficialismo tendían a confirmar que ellos no encontraban motivos para confiar en que un gobierno opositor les brindaría algo mejor que las “ideas” que Chávez les dejó.
Por su parte, los principales argumentos de los opositores moderados giraban en torno a ‘para qué trabajar en lograr una mayoría si con este CNE jamás ganaríamos unas elecciones’. Vamos a concentrarnos en este punto por un momento.
Lo primero que debo decir es que, cuando la victoria de una de las partes es clara y contundente, no hay organismo en el mundo que logre “voltear” un resultado electoral sin ser detectado; quienes lo han pretendido de esa manera, han sentenciado para sí mismos el principio del fin. Que si hay que luchar por unas condiciones electorales más justas, pues claro que sí, pero también es cierto que de nada sirve esa batalla si a la hora de la contienda no se es mayoría.
Por otro lado y para reforzar el énfasis en la importancia de sumar, tenga siempre presente que cualquier posible desenlace con respecto al actual conflicto político y social, conducirá más temprano que tarde a un proceso electoral –partiendo, claro está, de la premisa de que el desenlace pretende respetar esa intangible pero poderosa fuerza llamada orden constitucional-. No olviden que la oposición quería a Chávez fuera del poder y cuando eso ocurrió en 2002 y 2013, pregunto: ¿lograron el fin imaginado?
Ahora bien, las bondades de contar con una mayoría sólida van más allá de sólo el plano electoral. Cuando se es mayoría, las condiciones para reclamar y negociar son muy distintas a cuando la realidad es otra. Una FANB represora tiene mucho más que pensar cuando debe hacerlo para sostener a un gobierno deslegitimado popularmente. La lectura que hace el mundo más allá de nuestras fronteras adquiere otro significado y aquella fuerza invisible de la razón se pasea con mayor coraje por todo el territorio nacional.
Esto nos lleva a otros comentarios que recibí por parte de la oposición moderada, que parecían suponer que o se protestaba en la calle o se recogía todo el mundo a trabajar por lograr la tan ansiada mayoría. Sí la protesta es pacífica y bien conducida, ambas acciones y otras que se puedan presentar –por ejemplo, gestiones ante instancias internacionales- no son excluyentes, al contrario, se complementan de manera tal que unas fortalecen a las otras. Lo que sí es cierto es que colocar todas las esperanzas de un cambio en las protestas de calle, es un boleto casi seguro a la frustración.


II
Por otro lado saltaron los radicales de ambas posiciones políticas, cada uno desde su trinchera, leyendo para responder y no para entender, martillando su dogma sin dejar rendija posible a un ejercicio de lectura que vaya más allá del primitivo objetivo de la defensa, dejando a un lado el valiente esfuerzo de poner a prueba sus ideas.
Afortunadamente este grupo es minoría; el problema es que hace mucho ruido y ya sabemos que todo escándalo molesta y hace más complicado el desarrollo de cualquier actividad intelectual. Su mala influencia se hace evidente cuando sus acciones violentas –proveniente de ambos lados- enfurecen a una sociedad que quiere ejercer su legítimo derecho a reclamar de forma pacífica los problemas que les aquejan, desviando el foco de atención de la esencia de las demandas.
Esta distorsión desvirtúa el propósito de la protesta y le resta la fuerza simbólica que, en otras circunstancias, exhibiría en su afán de erosionar la legitimidad “operativa” que posee la actual administración del país.
Recuerde por un momento las imágenes de la protesta que médicos vestidos con batas blancas protagonizaron esta semana y que fue reprimida de manera desmedida, con perdigones y gases lacrimógenos por los organismos del gobierno. Imagine ahora marchas similares de estudiantes, de profesores, de maestros, de enfermeras o de empleados y obreros de distintos sectores, todos reclamando acciones en áreas vitales de nuestra sociedad. Imagine por un momento que ellas son reprimidas de la misma manera.
Ahora recuerde las barricadas con cauchos y basura prendidas en fuego vivo, o escenas de los grupos que en Altamira y en otras ciudades del país enfrentan todas las tardes a guardias y colectivos armados que disparan balas, perdigones y gas lacrimógeno no solo a las barricadas, sino a las ventanas de los apartamentos que osen en tener sus luces encendidas.
¿Cuál de las dos situaciones tendría mayor costo político para el ente represor? Imagine a mi amiga, la Señora Josefa en Antímano, enterándose que le cayeron a perdigonazos a los médicos o a los maestros en una marcha; imagínela ahora enterándose que llenaron de gas lacrimógeno a un grupo de manifestantes que habían encendido unos cauchos en una urbanización por allá en el este. ¿Cuál sería su reacción ante estas dos noticias? ¿Cuál de ellas tiene más posibilidades de causarle indignación en su fuero interno? ¿Cuál de ellas, con toda razón, es más proclive a sumarla a una causa?
Imagine ahora esas escenas en los medios internacionales. Cuál de ellas generaría reacciones del tipo ‘gobierno no puedes reaccionar así ante personas que te están manifestando sus malestares’ y cuál del tipo ‘se están matando entre sí, siéntense a dialogar’. Una transmite una sociedad inconforme víctima de una represión brutal por parte de las fuerzas del orden público, mientras que la otra transmite una batalla entre revoltosos violentos –con o sin motivos válidos- y un gobierno que reprime empleando una fuerza que va más allá de lo debido. ¿Cuál le da más dividendos a cada actor?
Como dije antes, los radicales son minoría, pero cuánto daño hacen y cuanto aturden cuando andan libres, bien sea porque se les dio rienda suelta o porque se perdió la capacidad de cohesionar. Y es que vaya y preguntele a cualquier médico qué carrizo le hacen a nuestro organismo aquellos famosos ‘radicales libres’.

Félix L. Seijas Rodríguez
@felixseijasr

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