lunes, 8 de agosto de 2016


TORMENTAS EN EL PSUV

Pedro Luis Echeverria



El indetenible deterioro del país y la precariedad negligente del liderazgo de Maduro, son causantes que  el régimen se desmorone estrepitosamente y  represente más un gran fracaso que una recompensa social. Esa es la visión de  muchos de los seguidores del régimen, que consideran que los resultados obtenidos por  la cúpula que gobierna compromete la plena realización y continuación  del proyecto de dominación instaurado desde 2002;  ello, aunado a la certeza que su permanencia en el poder llega a su fin definitivo en el año 2016, han venido engendrando, al interior del otrora monolítico movimiento chavista, fuertes luchas grupales para tratar de convertirse en la opción  que habrá de conducir en el futuro inmediato la suerte política del PSUV. Estamos asistiendo a la actuación  de  movimientos organizados, dentro del chavismo, que abiertamente están esperando el momento que más les convenga para manifestarse más definitivamente en contra de un liderazgo que se ha desgastado aceleradamente. Esos grupos chavistas actúan  acicateados por motivaciones de diverso sentido, pero son convergentes en la noción de la necesidad de preservar la base social que les ha acompañado durante estos años y tangencialmente tratar de recuperar el fervor de las masas y, consecuentemente, el poder hacia el mediano y largo plazo. La cuestión planteada en el seno "pesuvista" es preservar lo que queda del " ideario chavista" sobre el que  se extiende una pérdida de la confianza en las virtudes y en la potencia del discurso de una dirigencia decadente que ayer había actuado con la imagen de representar una fuerza inclusiva y que hoy  sus actuaciones son percibidas por sus seguidores como los rasgos relevantes de exclusión política y un delirante personalismo que se inspira en la segregación y ostracismo  de los que no son incondicionales. Estos grupos saben que sus zonas de convivencia con el régimen no son compatibles con los delirios del líder ni con los enormes errores de su gobierno y mucho menos asimilables a una sumaria tesis de responsabilidad colectiva del genéricamente llamado chavismo. Por el contrario, la abundancia de situaciones, la multitud de motivaciones que, en su momento, generaron complicidades atenuadas sin las que el régimen actual no hubiera podido sobrevivir tanto tiempo, son los argumentos que le confieren fuerza a los grupos disidentes del chavismo para tratar de evitar verse compelidos a actuar en un ambiente de cinismo colectivo y, por tanto, exigen un cambio de ese liderazgo fracasado. Sin embargo, los diversos grados de adhesión al régimen, que sin duda han mantenido hasta ahora los grupos que coexisten  dentro del chavismo, no pueden separarse de la responsabilidad que tienen con el engaño, las frustraciones y la forma perversa como se han  presentado las esperanzas de redención en tiempos de desintegración social  por parte del líder y su gobierno y que han llevado al país como un todo a una  verdadera y profunda crisis. Eso lo saben estos grupos y han comprendido que su permanencia y vigencia en la política nacional les demanda mayor cohesión entre ellos y una actitud abierta y proclive al deslinde del radicalismo gobernante y al acercamiento a las opciones de diálogo que, por razones de supervivencia política, están obligados a  mantener con el gobierno de unidad nacional que asuma la conducción del país en 2016. 

Vistas así las cosas, debemos concluir que si el gobierno habla de conspiraciones, ciertamente éstas existen pero los conspiradores y sus planes desestabilizadores hay que buscarlos en el PSUV y sus satélites; allí trabajan solapadamente quiénes esperan la ocasión propicia para dejar de lado al  gobierno y su cúpula de mando incapaz  porque saben que irremisiblemente el pueblo los rechaza y exige su relevo inmediato.         




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