sábado, 30 de junio de 2018

  Cómo detener la onda expansiva de la crisis en Venezuela

Crisis Group 

22-3-2018

¿Qué está pasando? Mientras el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se prepara para buscar la reelección, la implosión socio-económica del país se ha convertido en un problema mayor para sus vecinos. Cientos de miles de venezolanos están huyendo del hambre y la pobreza, mientras que las enfermedades y el crimen se están extendiendo a través de las fronteras.
¿Por qué sucedió? Los bajos precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión estatal han devastado la economía. Un gobierno profundamente impopular, consciente de que ya no puede ganar elecciones competitivas, ha optado por la represión. Los intentos de negociar un acuerdo entre el gobierno y la oposición han fracasado.
¿Por qué es importante? El colapso financiero y la hiperinflación convierten a Venezuela una zona de desastre económico. La crisis ya no está limitada confinada a una nación: los refugiados y migrantes fluyen hacia los países vecinos. Las epidemias y el crimen violento también permean las fronteras, poniendo en peligro el frágil proceso de paz colombiano en las regiones fronterizas.
¿Qué debe hacerse? La prioridad es el apoyo internacional para la asistencia humanitaria a lo largo de las fronteras. Una transición negociada es esencial para restablecer un sistema político más representativo y el bienestar social y económico. Eso requiere una presión externa, que incluya amenazas de sanciones específicas y exigencias realistas al gobierno de Maduro, de parte de una coalición liderada por los gobiernos regionales pertenecientes al Grupo de Lima.

 RESUMEN EJECUTIVO

Mientras el presidente venezolano Nicolás Maduro busca consolidar su poder, su país se sume en un hoyo de miseria. La hiperinflación ha agravado la escasez de alimentos y medicinas. Las epidemias de enfermedades prevenibles y la crisis de desnutrición infantil son cada vez más mortales, mientras que el crimen violento se ha disparado. Se estima que cuatro millones de venezolanos han emigrado y que decenas de miles cruzan la frontera con Colombia cada mes en busca de un nuevo hogar. Los vecinos de Venezuela, que una vez optaron por mantenerse al margen de sus tensiones internas, hoy enfrentan una catástrofe en sus fronteras. Los gobiernos de América Latina, la ONU, la Unión Europea y los EE.UU. deben redoblar sus esfuerzos para manejar la crisis humanitaria, incluso garantizando que los países vecinos tengan los recursos para hacerle frente. También deberían presionar, idealmente junto con China, para que se reanuden las conversaciones entre el gobierno y la oposición con el objetivo de llevar a cabo reformas que permitan una política más representativa y la recuperación económica; amenazar con nuevas sanciones podría ayudar a empujar al gobierno hacia concesiones.
La turbulencia del 2017 ha magnificado el sufrimiento que padece Venezuela y la dificultad de encontrar soluciones. Mientras que el gobierno sí logró extinguir los disturbios civiles después de varios meses, despojar de su poder a la Asamblea Nacional, en manos de la oposición, y establecer una nueva Asamblea Nacional Constituyente con autoridad sobre todas las instituciones venezolanas, poco ha hecho por aliviar los problemas económicos del país. Sin embargo, afirma que está protegiendo al pueblo venezolano contra las potencias extranjeras y sus aliados internos, y denuncia que los reportes acerca de la muy real crisis humanitaria son mentiras destinadas a provocar una “intervención imperialista”, bloqueando bajo esta lógica los esfuerzos por proporcionar alimentos y asistencia médica.

El progresivo autoritarismo de los últimos años del régimen del presidente Hugo Chávez y los primeros años del régimen Maduro hizo metástasis hacia un abierto abuso partidista de las instituciones estatales y judiciales. Cualquier información que desafíe una versión oficial es desechada: el Estado no publica cifras económicas ni estadísticas de salud pública confiables. El incumplimiento a gran escala de la deuda externa parece ser solo una cuestión de tiempo. La escasez y el hambre han llevado a más saqueos, aunque sigan siendo esporádicos.
El deterioro del sector público ha dejado una marca profunda en las regiones periféricas. En su afán por obtener divisas fuertes, el gobierno ha destinado más de 100.000 kilómetros cuadrados para minería, donde la falta de regulación fomenta la colusión entre los militares, las bandas criminales y las guerrillas colombianas. Los migrantes que se dirigen a Colombia tienen que eludir a las fuerzas de seguridad estatal y a grupos armados en las zonas fronterizas. Después de cruzar, los más pobres quedan relegados a ganarse la vida como puedan en una región con una de las tasas de desempleo más altas de Colombia. La malaria volvió a ser común y está cruzando fronteras. Enfermedades que habían sido erradicadas, como el sarampión y la difteria, también han regresado.
 Hubo un modesto optimismo alrededor de las conversaciones entre el gobierno y la oposición durante diciembre de 2017 y enero de 2018. Las potencias latinoamericanas, preocupadas por la gravedad de la crisis, su extensión hacia países vecinos y la subversión del estado de derecho por Maduro con la creación de la Asamblea Constituyente, se involucraron de lleno en el esfuerzo. Las conversaciones arrojaron algunos indicios de consenso, notablemente en el compromiso del gobierno, en principio, de reformar la autoridad electoral y permitir la presencia de observadores electorales internacionales en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, el llamado unilateral a elecciones anticipadas por parte del gobierno– antes de llegar a un acuerdo sobre una fecha o condiciones–en efecto frustró las conversaciones, que terminaron agriamente y con textos antagónicos de un supuesto acuerdo en circulación. El Grupo de Lima, un cuerpo de trece gobiernos latinoamericanos y caribeños, más Canadá, establecido para encontrar una solución a la crisis venezolana, rechazó el llamado unilateral de Maduro a eleccionES.

A pesar de su lamentable gestión económica, el gobierno ocupa una posición fuerte. La oposición venezolana está dividida y sin rumbo. Un segmento considerable del electorado votará por Maduro, ya sea por lealtad, o porque depende del gobierno para recibir raciones de alimentos esenciales y otros bienes subsidiados. La autoridad electoral permanece bajo el control del ejecutivo, y ha demostrado su disposición a doblegar las reglas a favor del partido gobernante e incluso, en una ocasión, a cometer un supuesto fraude redondo.

La oposición de línea más dura anhela un embargo petrolero de los EE.UU. o una intervención extranjera como un atajo hacia la transición, pero los riesgos que conllevan estas acciones en un país ya sitiado por la violencia y el hambre son inaceptables. En cambio, los gobiernos latinoamericanos, junto con potencias occidentales e internacionales, deberían aprovechar el fuerte consenso internacional y regional que existe sobre la difícil situación de Venezuela para intensificar sus esfuerzos por resolverla.
La primera prioridad es aliviar el sufrimiento humano. El gobierno de Maduro debería aceptar la creación de un grupo tripartito, de acuerdo con una propuesta hecha por grupos humanitarios, compuesto por representantes del Estado venezolano, la sociedad civil y organismos especializados de la ONU, que coordinaría la provisión de asistencia humanitaria. Dicho cuerpo debería abordar los temores del gobierno de que permitir que agencias de ayuda entreguen alimentos daría paso a la injerencia externa. La ONU debería trabajar con los vecinos de Venezuela para ayudarlos a brindarles asistencia a los venezolanos que salen de su país.
La segunda es reactivar las conversaciones entre el gobierno y la oposición. Idealmente, el gobierno pospondría las próximas elecciones presidenciales, pero incluso si los comicios siguen adelante, la prioridad posterior debería ser un retorno rápido hacia unas negociaciones sustantivas. Los EE.UU., Canadá y la UE han sancionado al gobierno, y varios líderes regionales están considerando hacer lo mismo. Tales sanciones raramente resultan efectivas en sí mismas. Pero en el caso de Venezuela, la amenaza de nuevas sanciones, especialmente las impuestas por gobiernos latinoamericanos, podría mejorar las perspectivas de la negociación, siempre que esa amenaza esté acompañada de una revitalizada diplomacia y vinculada a concesiones realistas exigidas al gobierno de Maduro.
Las conversaciones deberían centrarse no solo en reformas electorales específicas, sino en medidas de transición más amplias, incluida la representación de la oposición en instituciones estatales claves, reforma económica y garantías para los altos funcionarios del régimen si eventualmente perdieran el poder. Aunque las rondas pasadas fracasaron, las negociaciones entre el régimen y la oposición, facilitadas por líderes regionales u otros, respaldadas por una presión internacional concertada, y que apunten a establecer un orden político más inclusivo y a restablecer los controles y equilibrios, siguen siendo la única salida de la crisis.
 

Recomendaciones

Para abordar la crisis humanitaria derivada de la escasez de alimentos, medicinas y otros bienes básicos, y la consiguiente migración masiva a países vecinos:
  • El gobierno venezolano debería facilitar que organizaciones humanitarias puedan proveer alimentos, medicinas y otros suministros necesarios para salvar vidas humanas, entre otras cosas, relajando los controles de importación y cambio, y cesando la persecución de aquellos que buscan aliviar el sufrimiento.
     
  • Éste debería comprometerse con la formación de un grupo tripartito, propuesto por organizaciones humanitarias, que sería integrado por representantes del Estado, de la sociedad civil y de organismos especializados de las Naciones Unidas, con la misión única de coordinar la prestación de asistencia humanitaria, con base en los principios de estricta neutralidad.
     
  • La ONU debería darle seguimiento al compromiso del Secretario General António Guterres de proporcionar asistencia a los vecinos de Venezuela para ayudarlos a enfrentar la crisis migratoria, y también debería proporcionar información clara y pública sobre temas como salud, bienestar social y programas sociales.
     
  • Los vecinos inmediatos de Venezuela deberían trabajar con organismos multilaterales, particularmente la ONU, para garantizar que se cumpla adecuadamente con las necesidades de los migrantes, y que aquellos en riesgo de caer en el tráfico de personas, incluidas mujeres y niñas, están protegidos de la mejor manera posible.
     
  • Colombia debería adaptar su ley de migración y las regulaciones que rigen los servicios educativos y de salud para eliminar los obstáculos burocráticos a proveer éstos a migrantes.
Para ayudar a resolver la crisis política y reducir el riesgo de nuevos derramamientos de sangre:
  • El Grupo de Lima (con el apoyo de EE.UU. y la UE) deberían aprovechar el fuerte consenso internacional que existe sobre la gravedad de la crisis y redoblar sus esfuerzos para que ambas partes vuelvan a la mesa de negociaciones. Aquellos gobiernos y organizaciones que ya han impuesto sanciones– Canadá, los EE.UU. y la UE – podrían amenazar con intensificar esas sanciones contra personas que ya figuran en la lista, e imponer sanciones individuales adicionales.
     
  • Los gobiernos latinoamericanos parte del Grupo de Lima están contemplando sanciones propias. La amenaza, por parte de los gobiernos de la región, de sanciones similares a los de las potencias occidentales, incluidas potencialmente las restricciones financieras, la congelación de activos y la prohibición de viajar a personas, seríacasi sin precedentes. Podría traer una presión adicional sobre el gobierno, que ya se ha visto sacudido por las sanciones de la UE y los EE.UU.
     
  • Cualquier amenaza de sanciones debe estar claramente relacionada con pasos realistas que el gobierno debería tomar para evitar tales medidas y potencialmente lograr el levantamiento de las sanciones existentes. Éstos incluirían, primero, el retorno del gobierno a las conversaciones facilitadas internacionalmente y podrían incluir medidas adicionales, como la liberación de presos políticos y la eliminación de prohibiciones arbitrarias para los líderes políticos y los partidos de participar en las elecciones; garantías de integridad y neutralidad en instituciones electorales y judiciales claves, lo que significaría la representación de la oposición en esos órganos; la restauración de los poderes del parlamento; y medidas para estabilizar la economía.
     
  • Ninguna potencia extranjera debería imponer embargos de amplio alcance, por ejemplo sobre la industria petrolera, que probablemente harían más daño al público en general antes que cambiar los incentivos para los líderes venezolanos.
     
  • El Grupo de Lima debería alentar a China, con quienes muchos miembros tienen lazos económicos estrechos, a usar su influencia sobre el gobierno de Maduro para convencerlo de participar en negociaciones genuinas con la oposición, bajo el entendimiento de que la estabilidad política y económica en Venezuela no se puede lograr sin un gobierno con base en un amplio consenso popular.
     
  • Las conversaciones renovadas entre el gobierno y la oposición deberían centrarse no solo en las reformas electorales, sino en medidas de transición para incluir la representación de la oposición en las instituciones gubernamentales, reformas económicas y garantías para los altos funcionarios si perdieran el poder en elecciones
     
  • Todas las potencias externas deben estar preparadas para apoyar dicha transición con ayuda financiera, tanto bilateral como multilateral.
Caracas/Bruselas, 21 de marzo de 2018
 

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