domingo, 1 de junio de 2014

Liderazgo y causas comunes


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Elías Pino Iturrieta

El Nacional

En la oposición no ha dejado de moverse el asunto de los liderazgos, partiendo de mediciones de opinión. Se han hecho encuestas para determinar el ascenso, el descenso o la parálisis de la influencia de los dirigentes que más suenan, en espera de lo que responda el entrevistado sobre las figuras que se someten a su consideración. En estos últimos meses, cuyas vicisitudes han influido, de acuerdo con lo que se supone, en el ascenso, en la caída y en el estancamiento de muchas personalidades públicas, se ha esperado con especial interés la decisión de los encuestadores para ver cómo mueve el viento la posición de los habitantes de la cúpula. No solo porque el capricho de las turbulencias puede bendecir a un personaje determinado, o encerrarlo en un melancólico rincón, sino también por el crecimiento del ascendiente del movimiento estudiantil en cuya vanguardia destacan actores flamantes que se han ganado el favor de las multitudes. Pero ¿estamos ante a un oráculo cuyos resultados merecen crédito sin fiador?

No se trata ahora de arremeter contra las encuestas, algunas de las cuales se hacen con honradez y precisión, sino de mirar hacia circunstancias que por el ímpetu de su propio fuelle, por la peculiaridad que las ha producido, independientemente de factores ajenos o pensados de antemano por los elencos dirigentes, sugieren una opinión relativamente plausible sobre el destino improbable, o poco prometedor, de quienes han querido nadar en la cresta después de que la ola furiosa se ha formado por su propia decisión, o por su propia necesidad. La posibilidad de que se establezca un vínculo entre los motores de una corriente incontenible y los que quieren después conducirla carece de asidero firme. En otras palabras, solo la cercanía con los movimientos populares, establecida desde los orígenes de tales movimientos o cuando sube en ellos la temperatura, fomenta posiciones de conducción capaces de arraigo y crecimiento.
Tal vez las recientes ocurrencias de San Cristóbal y San Diego, municipios fustigados y martirizados por el régimen, permitan mejor explicación de lo expuesto. En las dos localidades se fomentó una reacción incontenible frente a los desmanes del autoritarismo, una unión de la ciudadanía como pocas veces se ha visto, una amalgama de cemento o acero promovida por las circunstancias lugareñas y sin que ninguna figura del “exterior” estuviera en la vanguardia. Se crearon causas comunes, realmente comunes, es decir, capaces de reunir a la mayoría de los concernidos en ambas ciudades porque de ellos y solo de ellos dependía el destino de la vida que experimentarían en breve, más allá de lo que pensaran o tramaran los partidos o los voceros que en la vísperas habían tomado decisiones que les atañían, pero que ahora eran de su particular y exclusiva incumbencia. Los liderazgos toparon con hechos cumplidos, con nombres propios de personas a quienes las circunstancias concedían prioridad, aunque no fuesen ortodoxas esas prioridades; esto es, con nexos, tratos y propuestas comarcales que debieron aceptar, o de las que se volvieron portavoces porque no les quedó más remedio. 

A estas alturas parece que solo se puede apostar por el fortalecimiento de los liderazgos de la oposición si establecen vínculos efectivos y oportunos con causas comunes, como las que dieron lecciones de fuerza incontenible en dos municipios acosados que buscaron en sus entrañas la fórmula para salir del acoso. Los toques superficiales, las estrategias pensadas en gabinetes selectos o las recetas hechas con posterioridad, a ver cómo se convierte alguien en fogonero de un ferrocarril que ya arrancó, no llegarán a la estación de destino. Tal y como vienen actuando, en su inmensa mayoría, los aspirantes a ser figuras indiscutibles dependerán del vaivén de las encuestas, esto es, del favor de unas corrientes desobedientes que no pueden domesticar y que, de acuerdo con la dirección de las ventoleras, los tendrán a su merced. El desafío no toca ni de lejos ahora, en estos días, al movimiento estudiantil, porque fue hechura natural de una causa común de los jóvenes que llegó a convertirse en causa común de la sociedad. Los demás tienen que fajarse. 

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