domingo, 2 de octubre de 2016

ALICIA MACHADO CONTRA LOS VAMPIROS

CARLOS RAUL HERNANDEZ

Cuando un gángster hábil, sin escrúpulos y con coraje confronta las instituciones dispuesto a asaltarlas, la columna vertebral y las piernas del liderazgo tiemblan y con demasiada frecuencia ceden. Ocurrió en muchas partes desde la Rusia de Kerensky -derrocado por Lenin sin disparar un tiro-, hasta Evo Morales, pasando por Hitler que recibió la Cancillería de Von Hindenburg, encarnación de la aristocracia junker. En esos episodios hay elementos comunes: la antipolítica que multiplica los resentimientos, injustificados o no, de parte de “las masas”, y la alevosía de grupos de las clases medias, -siempre decisivas en esos lances-, que añoran un hombre fuerte que desaparezca los odiados partidos políticos y sus “privilegios”. Las elites traicionan y le sobreseen a la Bestia Apocalíptica sus ruindades, crímenes, amenazas, la complacen en los tribunales y van a besarle la cola para ganar su clemencia. Hoy es Donald Trump.
Tales grupos quieren acomodarse al cambio, tal como lo vivimos no hace mucho. Hasta ese momento democráticos, transgreden por sentirse más identificados con la Bestia en lenguaradas de fuego que con los políticos convencionales, administradores aburridos de las instituciones. Es un espectáculo ver las patanerías Trump, conocer su vida marrullera, su historia de triquiñuelas, y como degrada a “los políticos”, precisamente él, que emerge de lodazales financieros. Pero lo reta una dura y ojalá no la traicionen como ocurrió aquí. Nadie comprendió mejor la postración frente al hombre fuerte que el filósofo letonio-británico Isaiah Berlin en su tratado El sentido de la realidad, que debían leerse todos los aspirantes a líderes. Berlin apenas escribió de corrido dos libros, uno sobre el Romanticismo y otro sobre Marx.
 
El tarado intemporal
Su extensa bibliografía existe porque nos hicieron el favor de grabar sus clases y publicarlas. Su pensamiento es excepcional, porque además de ser un académico erudito, era un hombre de acción, nada menos que espía británico en la Unión Soviética de Stalin. No era un hablador de p… ¿Estamos a un paso o dos de que la maldición del hombre fuerte se concrete en EEUU? ¿Habrá medido la sociedad norteamericana el problema planetario de un eventual triunfo de Trump? Está cabeza a cabeza con Hillary, dato que alarma porque evidencia un arquetipo de apoyante medio que podría llamarse el tarado intemporal universal, cuyas críticas a Hillary son redomadamente insólitas. Como Orlando, el personaje de Virginia Woolf, es el mismo tarado que se ilusionó con Getulio Vargas, con Sandino, con Perón, con Fidel, con Allende, con Velasco, con el comandante, con Podemos, para luego llorar arrepentido lágrimas inútiles. Ahora su esperanza con Trump.
Para el intemporal Hillary miente -los emails-, es inexpresiva, “aburrida” por su condición burocrática, por política. Poco confiable porque mantuvo el autocontrol y no lloró desconsolada ante los medios cuando su marido divertía a Mónica Lewinsky. Muchos hubieran querido verla despechada y desgarrar su amargura en televisión. En el debate presidencial del lunes 26 de julio (2016) Trump exhibe la falsedad compulsiva que lo embarga al atacar al gobierno de Bill Clinton con argumentos de los 80 y 90, hoy denegados por la Historia, al mejor Presidente de EEUU durante el siglo XX, que superó al insuperable Ronald Reagan. Impulsó la revolución informática y se fomentó 20 millones de empleos, con lo que la desocupación que se arrastraba desde Carter desapareció.
 
Llena eres de gracia
Para ello tuvo que enfrentarse al nacionalismo económico antiglobalización de derecha e izquierda y abrir la economía a la competencia, obturada desde el populismo de Roosevelt. Demostró que una sociedad sana y de crecimiento estable en el tiempo solo es posible con la apertura y la competencia. Hasta en Venezuela ya eso se entendió, pero este magnate que se hizo con quiebras ficticias y el apoyo del gobierno, miente y hace bullying. Hillary responde y unge a la maravillosa Alicia Machado –otra dura, a la que sus compatriotas ridiculizaban– como imagen de la campaña, y apoya la democracia venezolana frontalmente. Una self-made-woman hispana, que venía en transporte colectivo desde Maracay a Caracas para los entrenamientos del Miss Venezuela, que superó obstáculos, zancadillas –entre ellas las del propio copetón–, crisis personales, y al final conquista su destino, un gran emblema para exhibirlo a los norteamericanos y al mundo.
Sobrevivió a Trump, a un marido de conducta “miserable” y a un doble cáncer de mama. Es de gran importancia por la situación de Venezuela en lucha agónica de muchos años para frenar un régimen marxista, y en este momento para que no ruede por el desbarrancadero de los Estados fallidos. Nuestra querida y admirada Alicia, bella y voluntariosa, extraordinaria, es modelo en diversos sentidos de la palabra. Hoy es el emblema de los latinos en la primera nación del mundo, y cercana a la potencial primera mujer Presidente de EEUU. Símbolo de la feminidad, la belleza y la sangre mestiza, protagonista en un momento en que en el Norte se juega una carta peligrosa. Alicia se enfrenta a la maldición del hombre fuerte, que aparece hasta en las mejores familias. Ahora es mejor no burlarse mucho de ella.

@CarlosRaulHer

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