martes, 17 de marzo de 2015

CLINTON Y OBAMA, Y LA "AMENAZA INUSUAL Y EXTRAORDINARIA"

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Emilio Nouel V.


Al evaluar en su justa medida la decisión adoptada por el ejecutivo de EEUU respecto de un grupo de funcionarios del gobierno venezolano, valdría la pena comparar el decreto de Obama con uno de Bill Clinton; sobre todo, porque las expresiones utilizadas han alarmado a muchos en el caso de nuestro país, hasta el punto de que las catalogan de exageraciones, con lo cual dan la impresión de ue no leyeron bien el decreto en cuestión.
Lo primero que hay que decir porque algunos parecen no comprenderlo, es que la medida se refiere a “la situación en Venezuela”, no a Venezuela y sus ciudadanos en su conjunto. Claro, el común, e incluso algunos no tan comunes, no captan este “pequeño” matiz y terminan creyendo o percibiendo que se trata de una sanción al país, y en ello los medios interesados y los que no lo están, los del país y lo del extranjero, contribuyen al error de percepción.
Lo cierto es que quedó en la opinión la impresión de que Venezuela fue sancionada por constituir una  amenaza a la seguridad de EEUU.
A los fines, repito, de valorar el asunto es útil recordar un acto de Bill Clinton en el que se echa mano de una similar expresión. 
El 21 de Octubre de 1995, él emitió una resolución (“executive order”), mediante  la cual bloqueaba activos y prohibía transacciones a traficantes de drogas colombianos muy importantes.
El sustento legal de tal medida fue la Ley de poderes económicos por emergencia internacional  (International Emergency Economic Powers Act de 1977).
En el decreto de Clinton se podía leer: “Yo, William J. Clinton, Presidente de los Estados Unidos de América, considerando que importantes traficantes extranjeros de drogas ubicados en Colombia, y que la enorme violencia, corrupción y daño que ellos causan a EEUU y en el exterior, constituyen una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional, la política exterior y la economía de EEUU, declaro una emergencia nacional para enfrentarla”.
Para aquel entonces no recuerdo que haya causado el revuelo que hoy causa en Venezuela y en la región, la expresión  amenaza inusual y extraordinaria”.  De lo que se trataba era de perseguir unos delincuentes, los traficantes de drogas, que han causado en Colombia y fuera de ella violencia, corrupción y daño. Nadie se rasgó las vestiduras al leer el texto en cuestión. Ningún presidente latinoamericano o político, colombiano o no, levantó su voz para decir que el narcotráfico guerrillero y terrorista no fuera una amenaza a la paz y la tranquilidad de Colombia o de EEUU. O que la medida fuera unilateral o violadora del principio de no injerencia en los asuntos internos de ese país.
El texto reciente que involucra a nuestro país es el siguiente: “Yo, Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos, considerando que la situación en Venezuela, incluida la erosión de garantías de derechos humanos por parte del Gobierno de Venezuela, la persecución de opositores políticos, las restricciones a la libertad de prensa, el uso de la violencia y las violaciones a los derechos humanos, y los abusos como respuesta a las protestas, arrestos y detenciones arbitrarias, así como la exacerbada presencia de una significativa corrupción pública, constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EEUU, declaro una emergencia nacional para enfrentarla”.
Obviamente, aunque parte de la fundamentación legal sea igual, la motivación es diferente. En nuestro caso, se trata de sanciones a violadores de los derechos humanos y corruptos (lavado de dinero de la corrupción y del narcotráfico) que, según el Congreso y el gobierno de Obama, estarían atentando contra la seguridad de EEUU. Este dispositivo legal sólo tiene ámbito de aplicación en el territorio estadounidense.
Y preguntamos: ¿No son los violadores de los derechos humanos también delincuentes como los narcotraficantes colombianos, según lo establecen los tratados internacionales sobre la materia? ¿O es que acaso el irrespeto a sagrados principios constitucionales, como la separación y autonomía de los poderes, el debido proceso, el no uso de la violencia contra manifestantes opositores, la prohibición de la tortura, no son hoy una realidad inescapable en nuestro país?
EEUU, como cualquier otro Estado, tiene todo el derecho soberano para perseguir dentro de su país a quienes considere delincuentes que atenten contra su seguridad pública o financiera.Tiene la potestad de impedir que fondos provenientes de actividades ilícitas ingresen a su sistema bancario o sean invertidos en su juridicción.
Ciertamente, la rotunda expresión usada en la ley norteamericana, a cualquier desprevenido o desconocedor del sistema legal de ese país, lo alarma. Particularmente, cuando se obvia un matiz tan importante como es el de que no se persigue a todo un país sino a unas personas que se considera incursos en delitos de lesa humanidad. Tampoco debe creerse que con el decrero en cuestión EEUU esta dejando de comerciar con Venezuela o pretende invadir o hacerle la guerra.
El texto transcrito de Clinton de 1995, es, mutatis mutandi, el mismo que el de Obama veinte años después.
Lo que pasa es aquel se refería a narcotraficantes y el de ahora a responsables de violaciones a los DDHH. Dos delitos tipificados en los ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales.
Otra cosa es que EEUU no tenga el poder de dos décadas atrás, lo cual puede tener que ver con la reacción sobresaltada de ahora. O que quizás considerar al narcotráfico como amenaza a la seguridad de un país sea aceptado con mayor comprensión que la conculcación de los DDHH.
Lo cierto es que en Venezuela se están pisoteando estos derechos a diario, sin que la mayoría de los organismos internacionales que están llamados a velar por ellos y protegerlos haya movido un dedo. UNASUR es un  ejemplo.
Esta indiferencia me recuerda mucho la conducta de los países europeos que estaban viendo en su entorno las matanzas y la "limpieza étnica" que perpetraban en Bosnia y no hacían nada por frenarla. Y ya sabemos quién fue el que tuvo que poner fin a tal horror.   



EMILIO NOUEL V.
@ENouelV


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