LUIS PEDRO ESPAÑA
En el primer año de debacle de los precios del
petróleo, junto con una política social desacertada y orientaba por criterios
político electorales, la pobreza de ingreso ya supera la cifra que ésta tenía
al comienzo de la revolución bolivariana en 1999.
Casi la mitad de los hogares venezolanos tienen hoy
serías dificultades para cubrir sus necesidades básicas desde el ingreso que
perciben y, como ya es un hecho, para este 2015 la situación va a ser mucho
peor.
Este verdadero deslave social esta ocurriendo junto
con la recurrente aparición de escándalos financieros de blanqueo de capitales
donde aparecen involucrados personas vinculadas en algún momento con el
gobierno.
Todas estas informaciones, más las que prometen que
seguirán apareciendo en la medida en que avances las pesquisas a nivel
internacional, se unen a lo que ya había sido una de las declaraciones más
graves que se ha hecho sobre la corrupción en estos años de auge y declive del
boom petrolero. Nos referimos, claro está, a la famosa alusión de la carta
testimonio del exministro Giordani y los ya famosos y antológicos 25.000
millones de dólares de las empresas de maletín.
No hay que ser ningún sabueso del delito financiero
para, más que presumir, que en la medida en que crecía el diferencial entre el
tipo de cambio legal u oficial y el negro o paralelo, la bicicleta de
enriquecimiento sencillamente alcanzaba dimensiones descomunales. Por ese
procedimiento cualquiera de los cálculos que se hayan podido hacer en el
pasado, en los primeros cuarenta años de democracia, sencillamente palidecen
ante las cifras astronómicas a las que puede haber llegado la corrupción en
estos doce años de control de cambio.
A lo que puede que alguna vez nos enteremos que sea
el período de corrupción más importante de nuestra historia, se le corresponde
igualmente el corto periodo de tiempo donde la pobreza ha crecido de manera más
alarmante.
Nunca como hoy, esa asociación casi automática por
la cual los venezolanos se explicaban como un país tan rico se había convertido
en un país tan pobre, parece tan obvia y constatable. Nunca como en estos años
de supuesta venganza socialista, parece que se han robado en nombre de los
pobres, en nombre de su redención o incluso liberación, mucho de lo que se
debería haber invertido en ellos.
Pero también, nunca como en los años que seguirán a
esta tragedia social que recién empieza, el venezolano volverá a asociar con
fuerza esa causalidad simple, pero puede que muy cierta en este período, de que
las desgracias de muchos fueron a costa del privilegio y el enriquecimiento de
muy pocos.
Lo que terminen arrogando las investigaciones, que
como sabemos nunca se harán en Venezuela mientras no ocurra un cambio político,
servirá en mayor o menor medida para que se exacerbe la indignación nacional.
Esa que alguna vez se alojó en el corazón de los venezolanos y que le dio el
triunfo al presidente Chávez.
Corrupción y pobreza vuelven a estar de la mano y
quizás valga la pena recordarle al pueblo, antes de que su indignación sea
mucho mayor, que para detener esta sangría una Asamblea Nacional controlada
ampliamente por la oposición, puede detener la desgracia que hoy nos empobrece.
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