LA ECONOMIA VENEZOLANA SUFRE EL IMPACTO DE LA EXPROPIACIONES
ALFREDO MEZA
ELPAÍS
ALFREDO MEZA
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Los venezolanos jamás olvidarán la mañana soleada del domingo 7 de febrero de 2010 cuando el entonces presidente Hugo Chávez expropió
tres edificios en menos de cinco minutos en la manzana que rodea la
plaza Bolívar de Caracas. “¿Y a quién pertenece el edificio que está
allá?”, preguntaba Chávez al alcalde del municipio Libertador
(centro-oeste de la capital venezolana) Jorge Rodríguez. Cuando el
regidor respondía que estaba en manos privadas, el fallecido líder
decía: “Exprópiese”.
Cinco años después de ese episodio, las consecuencias comienzan a
sentirse en la economía local. No solo se expropiaron edificios, sino
empresas, tierras productivas y negocios que el Gobierno chavista
consideraba estratégicos para el Estado venezolano. Al principio de los
13 años del mandato de Chávez,
la expropiación pareció una medida coyuntural y centrada en las
tierras, pero después de que el caudillo bolivariano se declaró
socialista en 2007, muy pocos quedaron a salvo de su escrutinio.
El Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a
Inversiones (Ciadi), el tribunal de arbitraje del Banco Mundial, ordenó
pagar a la naviera petrolera estadounidense Tidewater 46,4 millones de
dólares (42,96 millones de euros) más intereses por la nacionalización
de sus activos en el país. Con este último fallo, las obligaciones del Estado
con sus acreedores ascienden a casi 3.000 millones de dólares (unos
2.700 millones de euros). Aquí se incluyen lo que se adeuda a Exxon
Mobil (1.600 millones de dólares) y Owen Illinois (455 millones de
dólares). Esta última transnacional también fue tomada por el Gobierno
venezolano en 2009. En un programa de televisión el presidente Chávez
preguntó sorpresivamente: “¿Ya está listo el decreto de expropiación de
Owens Illinois?”. Cuando el entonces vicepresidente Elías Jaua respondió
que sí, el fallecido líder volvió a pronunciar la palabra:
“Exprópiese”.
El ministro de Energía y Petróleo Asdrúbal Chávez declaró el jueves a
un portal local que espera rebajar la cantidad que deben entregar a
Tidewater, una decisión que luce como un esfuerzo para tratar de evitar
que sigan creciendo las deudas que el Estado mantiene no solo con los
propietarios de las operaciones que expropió Chávez, sino con todos
aquellos empresarios que prestan servicios en el país: la deuda del
Gobierno con los proveedores privados roza los 21.000 millones de
dólares. Y al comprometido presupuesto venezolano debe sumarse el fallo
de unos 20 arbitrajes aún pendientes de resolución en el Ciadi, tribunal
que abandonó Venezuela en 2012.
En medio de esta crisis, las compensaciones a las que tiene que hacer
frente Venezuela, podrían servir para saldar casi en su totalidad el
impago con las líneas aéreas internacionales
(3.500 millones de dólares) o con el sector farmacéutico (4.000
millones de dólares). El problema de la economía local es que hace aguas
por todas partes. No solo tiene que pagar lo que expropió sino que
además el petróleo, su principal fuente de ingresos, y que aporta el 96%
de las divisas al fisco, está en una pronunciada baja desde finales de
2014.
Las expropiaciones se han reducido al mínimo durante el gobierno de
Nicolás Maduro, acorralado por una explosiva situación que mezcla una alarmante falta de liquidez, alta inflación,
escasez y desabastecimiento. Esta semana, la agencia Reuters, citando a
un alto directivo de la empresa Petróleos de Venezuela, daba por un
hecho el inminente desembolso de unos 10.000 millones de dólares
provenientes de China en préstamos. Pero esto apenas si permite al
Gobierno sacar por algunos minutos la cabeza debajo del agua. La firma
venezolana Ecoanalítica calcula que en 2015 el flujo de ingresos en
divisas sería de apenas 32.010 millones de dólares, tomando en cuenta un
precio promedio del barril de petróleo de 45 dólares de dólares, una
contracción de 51,1% respecto a lo estimado para 2014. El dadivoso
Estado venezolano necesita, según esta misma consultora, de 79.490
millones de dólares para funcionar.
El déficit, de 47.479 millones de dólares, refleja que aun cuando
Maduro decida revisar su modelo económico y ajustar el gasto público, no
se podrían atender todas las necesidades del país, ni siquiera las más
básicas como las importaciones de insumos y productos de la canasta
básica.
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