CARLOS ALBERTO MONTANER
Barack
Obama dijo que el régimen de Venezuela era un peligro para la seguridad
norteamericana. ¿Por qué? Violaba los derechos humanos de la oposición
democrática. En consecuencia, decretó algunas sanciones contra militares
y funcionarios chavistas.
Extraño movimiento. Lo ha hecho pocas semanas después de haber
iniciado la cancelación de las sanciones a la dictadura cubana, que
desde hace más de medio siglo maltrata a los disidentes con la misma o
mayor saña de lo que lo hace el gobierno de Nicolás Maduro con su
magullada oposición.
Existe, además, una cuestión de filiación. Cuba es la madre del
cordero. Venezuela se comporta de esa manera porque los asesores cubanos
que mandan en el país así lo aconsejan. Esa es el expertise que Cuba le
vende a Venezuela: inteligencia, control social y gobernabilidad de
mano dura. Son los grandes constructores de jaulas del planeta.
Aprendieron la técnica de los soviéticos y los han superado.
Naturalmente, Fidel y Raúl Castro salieron de inmediato en la
apasionada defensa del chavismo. Con el pan no se juega. Los Castro
saben perfectamente que más valen los 13 mil millones anuales de dólares
en subsidios, ayudas y negocios que les proporciona su gran colonia
política, que los nuevos arrumacos y promesas de Estados Unidos.
La nota oficial cubana establecía que “Venezuela no estaba sola”.
Dentro de los códigos testiculares cubanos eso quiere decir que, si se
trata de combatir, allí estarán los soldados de la madre patria cubana.
Por supuesto, son vicios del lenguaje. Gestos para la galería. Los
Castro saben que no hay el menor interés por parte de Estados Unidos en
recurrir a la violencia para liquidar al chavismo. Nadie va a invadir a
Venezuela.
Lo que suele ignorarse es por qué Obama ha dado este paso
contradictorio que sólo sirve para construirle un pretexto nacionalista a
Maduro, aumentar la represión y despertar el avispero latinoamericano.
Esto hay que explicarlo.
Venezuela sí es un riesgo para la seguridad de Estados Unidos, pero
no por la violación de los derechos humanos de los demócratas –esa fue
la coartada–, sino por tres actividades que aparecen codificadas en la
definición doctrinaria que señala dónde comienza o se intensifica el
peligro para la sociedad norteamericana.
Quien quiera conocer la visión que prevalece en Washington en este
terreno debe asomarse al libro Reconceptualizing security in the
Américas in the 21th Century, y leer, en especial, el capítulo
“Venezuela: Trends in Organized Crime” escrito por el analista Joseph M.
Humire.
El chavismo ha cruzado las tres rayas rojas.
En primer lugar, la complicidad venezolana con los terroristas
islamistas de Irán. El hombre de los ayatolás de Teherán es el
gobernador del estado de Aragua, Tareck El Aissami, de origen árabe,
exministro del Interior. Ha utilizado sus cargos para crear en la región
una red de terroristas del Medio Oriente alimentada con el
narcotráfico. En Irán sueñan con que será presidente de Venezuela.
El otro límite violado por el chavismo es, precisamente, el
narcotráfico. Hay generales venezolanos metidos hasta las cejas en ese
turbio negocio. De las 700 toneladas de cocaína que anualmente se
producen en el planeta, 300 pasan por Venezuela rumbo a Europa, vía
África, o rumbo a USA vía Centroamérica. Diosdado Cabello, el presidente
del Parlamento, ha sido acusado de ser el jefe del Cartel de los Soles.
Y el tercero es el inmenso lavado de dinero mal habido. PDVSA es el
sitio en el que se suelen hacer la mayor parte de las transacciones
torcidas, incluidas las emisiones de bonos. Más que una empresa, es la
cueva de Ali Babá, pero con muchos más de 40 ladrones. Esa plata sirve
para corromper políticos, comprar influencias y pagar sus servicios a
los delincuentes.
La Casa Blanca sabe todo esto al dedillo. Se lo han dicho sus
diplomáticos, los servicios de inteligencia y los desertores. A Walid
Makled García, un capo venezolano del narcotráfico del tamaño de Pablo
Escobar, antes de que sus captores colombianos lo deportaran a
Venezuela, lo interrogaron profusamente los agentes de la DEA.
“El Turco” –así le llaman– cantó La Traviata. Lo dijo todo. Y luego
parece que el último recién llegado, Leamsy Salazar, mano derecha de
Diosdado Cabello y de Hugo Chávez, recientemente asilado en territorio
norteamericano, lo corroboró y aportó nuevos datos. Ya no se podía
seguir diciendo que “Venezuela no era un peligro, sino una molestia”.
Venezuela, realmente, es un riesgo para la seguridad de USA y del
Hemisferio. El error de Obama ha sido no encarar de frente a su enemigo,
y llamarle pan al pan y vino al vino, sino elegir una denuncia oblicua y
formularla mal para que ni siquiera se entienda. Quería quedar bien con
todos y ha conseguido exactamente lo opuesto. Una pena.
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