LA INDIFERENCIA, EL MAL DEL QUE NOS ESTAMOS MURIENDO
Pedro Luis
Echeverria
Cuando usted lea
este artículo, Nicolás Maduro habrá utilizado el nombre de Chávez miles de
veces más para tratar de recomponer su decadente e inexistente liderazgo. Así
lo ha hecho y lo seguirá haciendo porque carece de un perfil propio que lo identifique con el
país y su gente. Siempre se le ha visto y percibido como un advenedizo que
llegó hasta donde está por el póstumo capricho del que se fue. Esa es su
angustia y su tragedia y eso explica la militarización del régimen y su
infamante entrega a los mandos militares que gobiernan con él.
Tal situación, nos exige a todos los ciudadanos reflexionar
seriamente sobre los alcances y consecuencias del significado que ella tiene para el futuro de la Nación y sobre la
perspectiva inmediata de un gobierno que carece de viabilidad y voluntad
política de actuar para evitar la secuela de circunstancias negativas que
asolan a todos los ciudadanos sin distingos de ninguna naturaleza. No olvidar
que la impune corrupción que ha saqueado al país, la escasez, desempleo,
inflación e inseguridad afecta, por igual, a los seguidores del gobierno y a
los que disentimos de su forma de gobernar. La indiferencia frente al estado de
cosas que vivimos no excluye a nadie de las consecuencias del resultado; el indiferente se verá involucrado aún cuando
no lo quiera y por tal razón no debería nadie aceptar pasivamente que sean otros
los que resuelvan sobre las situaciones actuales y futuras en las que
indefectiblemente todos estamos envueltos.
Debemos internalizar que el país discurre en
un clima de extrema incertidumbre. Los recientes acontecimientos y su
imprevisible desenlace nos obligan a situarnos mentalmente mejor para
prepararnos a enfrentar las eventuales acciones que podrían derivarse de la
desesperación y angustia que actualmente atenazan a las facciones chavistas y a
su espurio liderazgo. Actitudes
indiferentes de nuestra parte, podrían cerrar las posibilidades al necesario
proceso de recambio que requiere y reclama el país. Ya basta de permitir que
los menos capacitados y los más corruptos conduzcan, intencionalmente equivocados,
la nave del Estado e impidan el acceso
al poder de nuevas generaciones de venezolanos llamados a modernizar las
caducas visiones de los que han gobernado durante diez y seis años.
Ser indiferente
no resuelve los seculares problemas que nos afectan, por el contrario,
garantiza que el país siempre tendrá lo peor de “más de lo mismo” como lo
demuestran fehacientemente los continuos fracasos del gobierno actual durante
el tiempo que ha gobernado con la anuencia pasiva de nuestra parte. Hay cosas
básicas que debemos realizar para
nuestro beneficio como ciudadanos y para deslastrarnos de un liderazgo ladrón,
mediocre y decadente y para eso se impone la necesidad de tomar decisiones.
Ese momento ha llegado. Tengamos
presente que de cada uno de nosotros dependerá
la suerte de la República y la de nuestro entorno familiar.
Es evidente que actualmente
el gobierno tiene las bazas a su favor, pero paulatinamente los inexplicables y
costosos errores de su gestión lo han llevado al ocaso de su tiempo histórico
que podría ser acelerado, siempre que la participación y la voluntad opositora por un cambio aumenten
sensiblemente; de otro modo, aún cuando los errores sistemáticos del gobierno
sigan presentes y deterioren aún más al país, no debemos permitir que sea solo
la inercia de su deterioro, el catalizador de su final. Lo que vivimos es un
problema de todos, que todos debemos resolver. Tenemos ante nosotros, en caso
que fracasen por insuficiencia de apoyo político y/o por negligencia opositora
todas las iniciativas tendentes a encontrar una salida a la situación
planteada, el inminente peligro de dirimir nuestras diferencias con el régimen
mediante una confrontación fratricida o, en su defecto, que el continuo
deterioro del país, por omisión de parte nuestra, lo desgaste y lo convierta en
una entelequia, un remedo de sociedad, un frustrante recuerdo de lo que pudimos
haber sido y, con ello, se imponga definitivamente la visión gubernamental que
nos quiere así.
La vigencia de las agendas personales, la
irresponsabilidad política, las mesiánicas visiones de ser los porta estandarte
de la cabal interpretación de la historia y la comodidad de los que no se
quieren involucrar, son las actitudes que indefectiblemente nos podrían
conducir a situaciones que ninguno de nosotros, en su sano juicio, podría
querer que se dieran en nuestro país.
Hay que focalizar
la crítica al gobierno en desenmascarar y denunciar a los ladrones y corruptos
del régimen. La sociedad venezolana no puede continuar siendo simple
espectadora del sistemático saqueo con que los validos del régimen impunemente
han colocado a la nación al borde de la
bancarrota. La inmensa cantidad de
dinero mal habido que ahora está depositada en cientos de diversas cuentas
bancarias en USA, Andorra, Suiza, Luxemburgo, entre otros países, a nombre de
los funcionarios corruptos y sus testarrefos es de tal magnitud que sobrepasa
con creces lo acumulado por las mafias que tradicionalmente han operado bajo diversas formas del crimen organizado. Tales circunstancias
no nos permiten ser indiferentes y más aún cuando fácilmente se constata que la
inmensa cantidad de recursos birlados por estos desalmados, de haber sido utilizada adecuada y
honestamente habría permitido al país resolver las carencias conocidas en los
sectores de salud y educación.
Fortalezcamos
nuestras potencialidades y voluntades para auspiciar el cambio del régimen
político que nos desgobierna y para el avance y consolidación de una democracia
no excluyente y honesta como la forma de gobernar a nuestra sociedad.
Incorporemos de forma proactiva y organizada nuestras actitudes y capacidades a la
formidable y enaltecedora tarea de cerrarle el paso definitivamente a los que transitoriamente detentan el poder
y que han saqueado al país en forma inmisericorde e impune.
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