Pedro Pablo Fernandez
En un laboratorio, el profesor
Seligman formó dos grupos de perros. Los metió en dos jaulas en las que
recibían descargas eléctricas a los pocos segundos de sonar una campana. En el
primer grupo, los perros podían trepar espacios donde lograban evitar la descarga,
mientras que en la segunda jaula recibían la descarga siempre.
En un segundo experimento, Seligman puso a todos los perros en una misma jaula
electrificada de la que podían salir saltando una pared. Cuando sonaba la
campana, los perros que en la primera prueba había logrado evitar las descargas
trepaban la pared con insistencia, mientras que los perros del segundo grupo se
echaban al oír la campana y se quedaban inertes esperando el corrientazo.
Eso se llama desesperanza aprendida y surge cuando una persona sufre varios
fracasos continuos y va perdiendo la fe y la energía para luchar.
La falta de madurez política de buena parte de nuestro liderazgo nos ha llevado
a continuos fracasos.
Las cosas requieren una maduración. Quien quiere tener un hijo tiene que
concebirlo y luego esperar nueve meses. Puede quererlo YA, pero si al mes
provoca un parto, no será un parto sino un aborto y, una vez producido el
aborto, tendrá que empezar de nuevo. Una y otra vez se ha buscado provocar una
salida precipitada de este gobierno produciendo abortos y una y otra vez se ha
tenido que volver a empezar.
La convocatoria al paro petrolero de 2002 sin ningunas condiciones para que
tuviera éxito, el referéndum revocatorio de 2004 y la denuncia de fraude; la
abstención en las parlamentarias de 2005, en la que entregamos el 100% de la
Asamblea Nacional al oficialismo para que terminara de controlar el CNE y el
TSJ; la SalidaYA a un mes de haberse celebrado unas elecciones municipales
donde el gobierno sacó 800 mil votos de ventaja y la invitación a recoger
firmas que no nos llevan a nada han sido todos partos provocados que terminaron
en aborto. La justificación siempre fue la misma: “Este país no aguanta un día
más”.
La crisis económica es tan compleja y tan profunda que ni el gobierno ni la
oposición tienen cómo superarla en un esquema de confrontación con el otro. El
único camino viable es crear las condiciones que obliguen a un entendimiento
nacional que le dé soporte a un plan de rectificación que permita reactivar el
aparato productivo y frenar el nivel de deterioro en la calidad de vida de las
familias venezolanas. Querámoslo o no, esa es la salida que tiene Venezuela.
Hagámoslo antes de que sea demasiado tarde.
pfernandez@ifedec.com |
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