Ramón Peña
"Sed frios o calientes, porque si sois
tibios os vomitare de mi boca"
Libro del Apocalipsis 3.16
En
Chile, pese al rechazo inicial al plebiscito convocado por la dictadura –considerado
ilegitimo- que nominaba a Augusto Pinochet para prolongarse ocho años en el
poder, diez y siete organizaciones democráticas opositoras acordaron en agosto
de 1988 llamar a votar, dándole vida en ese acto a la Concertación de Partidos por el No. Una alianza que unía a las más
disimiles organizaciones: desde el Partido Demócrata Cristiano hasta el Partido
Comunista de Chile. Una fuerza política a la medida de un poderoso contendor
militar que, si bien culpable de atroz represión antidemocrática, había
rescatado el bienestar material de aquel país y gozaba de un significativo
respaldo popular. Con el voto favorable 55/45, renació de aquel esfuerzo
unitario de los partidos una de las democracias más sólidas del hemisferio.
En
Venezuela, treinta años después, otra dictadura, sembradora del más espantoso
estado de miseria conocido desde los tiempos de la Guerra Federal, convoca a elecciones
ilegítimas para prorrogarse en el poder. Su presidente y candidato es rechazado
por ocho de cada diez venezolanos, un paria en el concierto de las naciones,
desprestigiado y su gobierno quebrado económicamente. No obstante, a solo quince
días de la convocatoria, no se tiene certeza sobre cuál será la acción de las
fuerzas opositoras. Con argumentaciones de pulida retórica se barajan tres
opciones: votar, abstenerse o esperar la dimisión del déspota, todas con
nebulosas hojas de ruta. La diatriba, más pendenciera en el seno de la
oposición que contra el régimen.
A
diferencia de Chile, estamos a punto de escribir para la historia un pobre
relato político. Como en aquel famoso cuento, de ebrios peleando por una
botella sin nada, vacía nada menos que
de esa poderosa ambrosía que es la Unidad. ¿Algo por hacer en las dos semanas
que restan…?
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