Francisco Monaldi
La aprobación de Nicolás Maduro viene cayendo
sistemáticamente y ronda 20%, mientras que la de Hugo Chávez ha declinado
bastante menos y todavía supera 50%. Los estudios de opinión y grupos focales
nos indican que tanto los chavistas como algunos opositores perciben a Maduro como
incapaz de darle continuidad al “legado del gigante”. Las habilidades políticas
de Chávez y su carisma son incuestionables, pero ¿cuánto de su popularidad,
presente y pasada, es atribuible a estas características y cuánto a la lotería
petrolera?
La evidencia internacional es clara. La principal
variable que explica la popularidad presidencial es la percepción de bienestar
económico de los ciudadanos. La correlación entre la aprobación de Chávez y
esta variable superaba el 80%. De hecho la sensación de prosperidad, combinada
con si el presidente es o no candidato a la reelección, explican el grueso de
los resultados electorales en América Latina. En el caso de países petroleros y
de otros exportadores de materias primas, la evidencia demuestra que los electores
premian a los gobernantes cuando los precios de sus exportaciones están altos,
especialmente cuando están subiendo, y los castigan cuando pasa lo contrario.
Un presidente incompetente, corrupto y poco carismático, puede ser muy popular
cuando se vive un boom de precios. Al revés un presidente con todos los
atributos positivos puede ser muy impopular si tiene la mala suerte de gobernar
en época de vacas flacas. Los electores no distinguen bien entre suerte y
aptitud.
Entre 2004 y 2013 vivimos la década de mayor auge
de los precios de los recursos naturales. Esta bendición combinada con la
abundancia de liquidez internacional, llevó a los exportadores netos de commodities
de Latinoamérica a tener una “década dorada” con alto crecimiento y
reducciones significativas de la pobreza. En promedio, este grupo de países
recibió ingresos extraordinarios acumulados por el equivalente a 120% del PIB.
Venezuela es el que más recibió, con más de 300%, Bolivia le siguió con cerca
de 200%, luego quedaron Chile y Ecuador. Prácticamente todos los presidentes de
países exportadores fueron muy populares y los que pudieron lanzarse a la
reelección, fueron reelectos por amplio margen. Para muestra los casos de los
Kirchner, Lula, Morales, Correa, Vázquez, Uribe, Bachelet y por supuesto
Chávez. En el caso de Venezuela no solo nos gastamos todo el boom sino que nos
endeudamos aceleradamente, por lo que el consumo per cápita se elevó en más de
60% en términos reales durante 2004-2008, llevando a Chávez a más que duplicar
su popularidad durante ese periodo de un piso de 30% a cerca de 70%. Venezuela
era una fiesta. En contraste, con la caída del precio del petróleo, en
2008-2009, tuvimos que ajustarnos un poco el cinturón y Chávez perdió casi 20
puntos de popularidad, lo que llevó al chavismo a sacar menos de 50% de los
votos en las elecciones legislativas de 2010.
Las aparentemente amplias victorias electorales de
Chávez, con ventaja sobre sus adversarios de 26 puntos en 2006 y de 11 puntos
en 2012, fueron con márgenes inferiores a las de otros presidentes como Uribe,
Morales, Kirchner y Correa. De hecho, durante el periodo de auge, todos los
presidentes que lo intentaron se reeligieron y el promedio regional de margen
de victoria fue de cerca de 25 puntos. En términos de popularidad, entre 2008 y
2011, la aprobación de Chávez fue inferior a la de los presidentes de
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Uruguay. Solo se recuperó
en 2012 a tiempo para su última reelección. De manera que el difunto no luce
tan exitoso en términos comparados. Recibió el auge más grande de la región y
su desempeño relativo de popularidad fue mediocre. ¿Por qué fue menos popular
de lo que ha debido ser? A mi modo de ver por una mezcla de la incompetencia de
su gestión con su radicalismo ideológico. La mayoría de los venezolanos nunca
compraron el modelo. Solo el mantener los bolsillos de sus electores llenos, le
permitió a Chávez seguir ganando elecciones estando tan lejos de las
preferencias de la mayoría.
Como los políticos saben que un incremento en el
consumo de la población lleva a mejores resultados electorales, en ocasiones
tratan de generar auges en los meses previos a las elecciones en base a gasto
público, aumentos de la liquidez y apreciación cambiaria. Esto a la larga es
nefasto para el desempeño económico, traduciéndose en menor crecimiento y mayor
inflación. Por eso en las democracias establecidas hay fuertes limitaciones
institucionales a la manipulación del ciclo electoral y los votantes son menos
proclives a dejarse engañar por estos auges efímeros, que saben que a la larga
tendrán que pagar. La inexistencia de límites en Venezuela, la falta de
autonomía del BCV y el discrecional presupuesto parafiscal, permitió que Chávez
manufacturara auges a “punta de esteroides” durante las elecciones de 2006 y
2012. Este último episodio de crecimiento explosivo del gasto y las
importaciones, con inmensa sobrevaluación cambiaria, constituye posiblemente el
más irresponsable manejo macroeconómico en la historia contemporánea de
Venezuela. Como con descaro confesó Giordani, botaron la casa por la ventana
para ganar, llegando a tener el déficit fiscal más alto de la historia, de casi
20% del PIB, en el año del pico histórico en el promedio anual de los precios
del crudo. Sin duda que Maduro y su equipo económico han demostrado una
ineptitud notable para manejar el necesario ajuste posterior. Pero en lo
esencial, la debacle actual empezó antes de que cayera el precio del petróleo y
es consecuencia de los mega desequilibrios forjados durante la borrachera de
2011-2012. Ahora esta realidad se combina con el colapso de precios del
petróleo para que la popularidad de Maduro venga en picada.
Los venezolanos fuimos víctimas de un presidente
que avanzó una agenda desastrosa para el país con el capital político que
compró con el boom de consumo permitido por el auge petrolero más grande de la
historia. Ello se combinó con su capacidad para manipular el ciclo electoral de
forma funesta, para llevarnos a la catastrófica circunstancia en que nos
encontramos hoy. Pero trágicamente, como Chávez murió en la cúspide del boom,
muchos venezolanos lo recuerdan con nostalgia y le echan toda la culpa a la
incompetencia de su sucesor. Por eso, lamentablemente, como el peronismo en
Argentina, el chavismo, que no el madurismo, probablemente seguirá siendo una
marca política valiosa en el futuro.
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