Opinión
El Universal, 5 de junio de 2009
Rebelión en la granja revolucionaria
El Presidente necesita coartadas para que los venezolanos vuelvan a creer
Argelia Ríos
El Presidente está descompuesto, pero es un gran histrión. Sus demostraciones de fuerza son en realidad una prueba del debilitamiento de su autoridad... Montado otra vez en las líneas de esta escena recurrente, Chávez luce fuera de contexto. Mientras proclama grandes victorias frente al imperio, el país se le impacienta por el sonoro fracaso de su gobierno, en la atención de los problemas prioritarios de la gente. La ausencia de triunfos gubernamentales es sustituida por "conquistas" abstractas que no guardan relación alguna con las penurias y necesidades del ciudadano. El comandante sabe muy bien lo que sucede. Sería inexacto, por tanto, señalar que ha perdido el contacto con la realidad: pero no caben dudas de que se le han abultado las dificultades para abordarla. Cuando la elude, divulga su incompetencia a los cuatro vientos, en un círculo vicioso donde la omisión deliberada incrementa las percepciones de indolencia frente al drama económico y social.
No en vano, las encuestas revelan una creciente y peligrosa insatisfacción popular. El afán por consolidar su modelo ideológico mantiene a Chávez concentrado, no en el verdadero país, del que conoce cada arteria, sino en el que tiene en mente: cada vez es más claro, y más patético, su desinterés por las "menudencias" cotidianas. Con toda razón, los aliados del "proceso" tiemblan al sentirse en el ojo del huracán. Están conscientes de que, para intentar salvarse del duro escrutinio público, el jefe es capaz de cualquier atajo perverso. El Presidente necesita coartadas para que los venezolanos vuelvan a creer, como lo hicieron por largo tiempo, que las deficiencias no son producto de su irresponsabilidad personal. Ahora mismo se observa a un Chávez intentado desviar las miradas hacia su equipo. Las órdenes y los reclamos que formula en cadena nacional pretenden emular a Poncio Pilatos...
Sin embargo, en esta oportunidad, puede haber algo de cierto en su queja. Los agrios reproches que Chávez les formula a sus colaboradores coinciden con el sordo cotilleo que tiene lugar en sus patios, donde evoluciona una seria resistencia interna a la avanzada revolucionaria. Paradójicamente, las amenazas contra la propiedad privada han generado una unidad espontánea en el país y han dividido, en paralelo, al mundo de la "revolución", convertido hoy en un torbellino de pasiones "burguesas". Las divisiones se van volviendo inocultables y se proyectan en forma de retrasos y de rebeliones silenciosas contra los mandatos del mandamás. Sectores importantes del alto mando de la burocracia estatal ejercen una peculiar lucha contra "el modelo". No quieren que a Chávez se le complique su presencia en el poder, pero sí están esmerándose en demostrarle al Presidente que no es viable un socialismo al estilo cubano. Lo que estamos viendo es una auténtica rebelión en la granja. Y la rebelión involucra tanto al mundo político rojo, como a su base de apoyo social.
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