sábado, 6 de febrero de 2010

El gendarme importado

ELÍAS PINO ITURRIETA

La hoja de méritos de Ramiro Valdés tiene como referencia su designación como Ministro de la Informática y las Comunicaciones de Cuba en 1996, empleo en el cual pudiera aferrarse el mandón para explicar la orden que ha dispuesto de nombrarlo asesor sobre las urgencias de energía y electricidad que padece Venezuela. Flaco argumento en un país que cuenta con un equipo de ingenieros capaz de enfrentar con sobrada eficacia los problemas del área, en caso de que existiera algún tipo de justificación en torno a la escogencia de un burócrata extranjero para funciones tan delicadas y peculiares. Pero, en especial, estrambótica y desvergonzada disposición si recordamos cómo, después de un récord de penumbras y apagones que va para 40 años, en la infeliz isla está prohibida la televisión por cable y requieren los particulares permiso del Gobierno para el acceso a la telefonía celular y la adquisición de computadoras, restricciones que la han convertido en el lugar más atrasado de América Latina en materia de tecnología relacionada con las comunicaciones.

No abre el camino de la luz el asesor que viene de Cuba, si vemos los resultados cavernarios de su gestión, ni tampoco parece que sea un dinamo a la hora de encender el suiche de su personal ilustración. Al decir de Carlos Alberto Montaner, puede sufrir un derrame cerebral a la hora de llenar un crucigrama, si se considera la debilidad de sus neuronas habituadas únicamente a la repetición mecánica del discurso sin fisuras que aprendió sin chistar en la Sierra Maestra. ¿Por qué, entonces, el mandón lo ha ungido con el aceite de una asesoría sobre una materia en la cual exhibió su incompetencia, o su interés por mantener el reino de la oscurana? La respuesta se encuentra en otras de las actividades que marcan su currículo, que si no sirven para prender bombillos son de singular eficiencia para el ataque de un tipo especial de cortocircuitos.

Desde 1959 temía Castro la amenaza de esos cortocircuitos y encomendó a Ramiro Valdés, a quien llaman "Ramirito" en la nomenklatura del partido, la misión de evitarlos mediante contactos tempranos con la policía soviética, con la tenebrosa KGB. El resultado fue la fundación del G2, a quien un crítico de los años sesenta llamó "legendaria máquina de represión popular". El G2 se llamó después Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), pero el cambio de nombre no pudo borrar las siglas de la torva organización en la que encontró origen. Para la creación de la policía política recibió los consejos de otra arma fatídica de opresión de la sociedad, la Stasi de Alemania Oriental, con cuyos comandos se detuvo en el conocimiento de métodos de espionaje que condujeron a la prisión, el vejamen y la desaparición física de millares de cubanos. "Ramirito" adquirió celebridad cuando sucedió la invasión de Bahía de Cochinos, para cuya derrota se ocupó de la captura de disidentes, sospechosos, indiferentes y tibios a granel. Después se preparó para una nueva función en su rol de custodio del Comandante en Jefe: la vigilancia de los miembros del Partido Comunista y de las figuras principales del régimen, gracias a cuyo seguimiento se catapultó en los círculos del poder hasta ascender a la cúspide con categoría de imprescindible: ministro del Interior en dos ocasiones, viceministro de las Fuerzas Armadas, miembro del Comité Central del Partido Comunista, vicepresidente del Consejo de Ministros y vicepresidente del Consejo de Estado.

Antes de anunciar su decisión, el mandón sabía que se destaparía el tarro maloliente de los "méritos" del asesor. Podía imaginar que un rastreo por Internet aportaría evidencias del oficio de represor de quien ahora viene en el papel de luminoso faro, de los rastros de sangre que ha dejado a su paso, del vínculo tan íntimo con Castro y con las políticas del mar de la felicidad. Podía pensar que a nadie la cabría en la cabeza el nombramiento de un asesor sin realizaciones de trascendencia en el ramo que viene a remendar. Podía prever con facilidad, además, la multiplicación de la reacción negativa de una colectividad a quien desde hace tiempo viene moviendo el disgusto frente a la intromisión de los cubanos en actividades fundamentales como la salud pública, la educación, la identificación de la ciudadanía y el manejo de la policía, entre las cosas que se pueden saber. De allí la necesidad de cavilar en torno a lo que de veras representa la designación, no sólo frente a la sociedad en general sino también ante los intereses y los movimientos de sus seguidores del alto gobierno. En especial en estos día tan revueltos. Lo más probable es que no venga "Ramirito" a electrificar, sino a explicar cómo se electrocuta de manera eficiente.

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