ARGELIA RÍOS EL UNIVERSAL
31 de diciembre de 2010
Mañana ya es año nuevo. Sabemos, sin embargo, que "el futuro" nos ha alcanzado hace rato, y que su conductor lo impregnó arbitrariamente de los peores vapores del pasado. Los pronósticos más pesimistas ya son una realidad, aunque otros tantos se cristalizarán entre este 2011 y el próximo 2012. Diciembre de 2010 no será un pie de página en la historia de Venezuela. Con la arbitraria Ley Habilitante se consumó un golpe de Estado que procura doblegar al país. Pero es ahora la sociedad la que tiene la última palabra. A ella le corresponde decidir si está dispuesta a encorvarse ante el poder omnímodo de la esclavitud que supone una dictadura. Todo cuanto ocurrirá en este ciclo turbulento que se inicia será consecuencia no sólo del afán perpetuista del presidente Chávez y de su nomenclatura. Como tantas veces se ha dicho, el Gobierno llegará hasta donde los ciudadanos se lo permitan. La disposición del país para desafiar a quien pretende tiranizarle será decisiva. La batalla que debe darse no es un asunto que corresponda exclusivamente a los líderes y dirigentes políticos. Su rol, de hecho, es infinitamente inferior al de la gente, que aspira de ellos el estímulo de su coraje y de su acompañamiento. Colocada ante esta ruta de oscuridad y opresión, la sociedad está obligada a hacerse respetar. Gobiernos como éste ocultan con la fuerza su temor a los pueblos que gobiernan. Con la espalda al sol, el de Chávez tiene marcado en la frente su fecha de vencimiento. Es ostensible que todo cuanto hace procura evadirla, mediante desgarrones destinados a desmoralizar a la nación democrática. Si el país se desmoraliza, la revolución bolivariana sentirá que tiene la vía libre para continuar estrangulándolo. Estamos en una lucha contra el tiempo. De lo que se trata es de resistir con firmeza, empinándose por encima de los temores y complejos de inferioridad derivados de anteriores fracasos. No basta ser la mayoría para imponerle a Chávez la decisión de que Venezuela se conduzca por las veredas democráticas. Esa mayoría -que ya existe y está en proceso de afianzamiento- requiere mostrarse en toda su dimensión, sin fertilizarle al Gobierno los terrenos que ha venido preparando para triunfar en la violencia. Cuestionar, alzar la voz, exigir obediencia a la soberanía popular, mostrar abiertamente el rechazo a las iniciativas inicuas del régimen, son parte de la movilización que se requiere para coronar el propósito de imponer la restitución de las garantías constitucionales. Visibilizarse como mayoría dispuesta a hacerse respetar es el reto de los venezolanos en este 2011. Chávez sabe que su destino se escribe al final de cada una de las 104 semanas que le restan en el poder. La esperanza es que este año nuevo no haya una sola de ellas en la que no se le muestre un recio espíritu de resistencia al sometimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario