Ramón Guillermo Aveledo
La reunión de una delegación de la Mesa de la Unidad Democrática, tres parlamentarios y su responsable de enlace internacional, con el Secretario General de la Organización de Estados Americanos tiene un significado que trasciende al hecho en sí.
Sería impropio anticipar en el hecho un cambio de postura del Secretario General o de la OEA con relación a la situación en nuestro país. El proceso de decisiones en los organismos multilaterales es complejo y está muy condicionado por los intereses de los gobiernos de los países miembros. Ya se verá hasta qué punto la organización está dispuesta a hacer valer el derecho que al amparo de un proceso creciente y progresivo de resoluciones y acuerdos se ha ido formando para la tutela internacional americana de los derechos humanos y la democracia.
Pero sí hay que notar, porque se trata de una novedad importante, que la comunidad internacional reconoce que en Venezuela hay una alternativa de poder. Comenzando el año y en seguida de la ofensiva legislativa decembrina en su momento cuestionada por él mismo, el Secretario General de la OEA recibe en su despacho a una delegación de la Unidad. No son otro grupo de políticos que va a echar su cuento y a tomarse una foto, son los representantes una fuerza con 5.3 millones de votos contados oficialmente y 65 diputados, fuerza naturalmente centrípeta para los cerca de seis millones de venezolanos que, totalizando el 52%, se expresaron por un cambio el pasado 26 de septiembre, y polo de atracción para aquellos que habiendo depositado sus esperanzas en el chavismo, están cada día más inconformes con su desempeño y más preocupados por sus manifiestas intenciones.
Ya lo registraba en artículo publicado en diciembre en ABC, el diario madrileño, la aguda y perspicaz mirada de Ana Palacio, quien ha sido canciller de España y Primera Vicepresidenta del Banco Mundial. Avezada analista de la realidad mundial, la Señora Palacio advierte que la política venezolana está cambiando cuando emerge, con la consistencia que dan los hechos y los logros, una opción unitaria capaz de una línea, una estrategia y una plataforma electoral unida, superando dificultades y apuestas adversas, que ha madurado y aprendido de la experiencia, con las manos firmemente empuñando el volante en el camino cívico, constitucional, democrático. Y ese cambio está llamado a tener un impacto favorable en la política regional. En Venezuela hay púes, una alternativa.
El reconocimiento internacional a la Mesa de la Unidad, como la alternativa venezolana, subraya la responsabilidad que esa alianza tiene en sus manos. No puede dormirse en los laureles. En cuanto promesa, ahora tiene más amigos. También, porque los amenaza, ahora cuenta con enemigos más insidiosos. Ahora es cuando tiene trabajo por hacer. Le falta lo más difícil y lo más necesario: ganar el poder y gobernar bien y para todos. Para eso debe seguir con atención muy desprejuiciada los acontecimientos, y buscar anticiparse a ellos. También consolidarse y robustecerse, ampliarse sin perder consistencia, abrirse sin disolverse. Escuchar, acompañar, convocar, trabajar con todos los que buscan un cambio constructivo. Desarrollar su programa paraguas 100 Soluciones para la Gente, en un plan de gobierno como lo hizo en una agenda parlamentaria.
La reunión de una delegación de la Mesa de la Unidad Democrática, tres parlamentarios y su responsable de enlace internacional, con el Secretario General de la Organización de Estados Americanos tiene un significado que trasciende al hecho en sí.
Sería impropio anticipar en el hecho un cambio de postura del Secretario General o de la OEA con relación a la situación en nuestro país. El proceso de decisiones en los organismos multilaterales es complejo y está muy condicionado por los intereses de los gobiernos de los países miembros. Ya se verá hasta qué punto la organización está dispuesta a hacer valer el derecho que al amparo de un proceso creciente y progresivo de resoluciones y acuerdos se ha ido formando para la tutela internacional americana de los derechos humanos y la democracia.
Pero sí hay que notar, porque se trata de una novedad importante, que la comunidad internacional reconoce que en Venezuela hay una alternativa de poder. Comenzando el año y en seguida de la ofensiva legislativa decembrina en su momento cuestionada por él mismo, el Secretario General de la OEA recibe en su despacho a una delegación de la Unidad. No son otro grupo de políticos que va a echar su cuento y a tomarse una foto, son los representantes una fuerza con 5.3 millones de votos contados oficialmente y 65 diputados, fuerza naturalmente centrípeta para los cerca de seis millones de venezolanos que, totalizando el 52%, se expresaron por un cambio el pasado 26 de septiembre, y polo de atracción para aquellos que habiendo depositado sus esperanzas en el chavismo, están cada día más inconformes con su desempeño y más preocupados por sus manifiestas intenciones.
Ya lo registraba en artículo publicado en diciembre en ABC, el diario madrileño, la aguda y perspicaz mirada de Ana Palacio, quien ha sido canciller de España y Primera Vicepresidenta del Banco Mundial. Avezada analista de la realidad mundial, la Señora Palacio advierte que la política venezolana está cambiando cuando emerge, con la consistencia que dan los hechos y los logros, una opción unitaria capaz de una línea, una estrategia y una plataforma electoral unida, superando dificultades y apuestas adversas, que ha madurado y aprendido de la experiencia, con las manos firmemente empuñando el volante en el camino cívico, constitucional, democrático. Y ese cambio está llamado a tener un impacto favorable en la política regional. En Venezuela hay púes, una alternativa.
El reconocimiento internacional a la Mesa de la Unidad, como la alternativa venezolana, subraya la responsabilidad que esa alianza tiene en sus manos. No puede dormirse en los laureles. En cuanto promesa, ahora tiene más amigos. También, porque los amenaza, ahora cuenta con enemigos más insidiosos. Ahora es cuando tiene trabajo por hacer. Le falta lo más difícil y lo más necesario: ganar el poder y gobernar bien y para todos. Para eso debe seguir con atención muy desprejuiciada los acontecimientos, y buscar anticiparse a ellos. También consolidarse y robustecerse, ampliarse sin perder consistencia, abrirse sin disolverse. Escuchar, acompañar, convocar, trabajar con todos los que buscan un cambio constructivo. Desarrollar su programa paraguas 100 Soluciones para la Gente, en un plan de gobierno como lo hizo en una agenda parlamentaria.
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