CARTA DE SOLEDAD BRAVO A `PRESIDENTE DILMA ROUSSEF
Hemos amado Brasil. Hace 40 años, cuando América Latina tenía una imagen todavía folklórica y pintoresca de esa potencia que es su venerado país, tuve la inmensa fortuna de conocer su historia, su literatura, su poesía, su música. Canté en los años sesenta, siendo todavía una muchachita, a Vinicius de Moraes, a Dorival Caymmi, a Thiago Di Mello, a Geraldo Vandré. Luego tuve la suerte de compartir escena en Lisboa con Chico Buarque, con el MPB 4, con Simone. En Venezuela hemos recorrido el país con Gilberto Gil y hemos actuado en nuestros principales escenarios con Chico Buarque, con Maria Bethânia, con Gal Costa, con Milton Nascimento. He tenido el privilegio de acompañar en escena en Buenos Aires a esa maravillosa cantante que es Nana Caymmi. Y he tenido el honor de compartir en su casa de Río de Janeiro momentos inolvidables con Tom Jobim y su familia. Además, puedo exhibir con orgullo mi gran amistad con ese extraordinario ciudadano de su amado país, culto e inteligente y gran embajador de Brasil dondequiera que se presente que es Caetano Veloso. Son mis grandes amigos brasileños.
Todas estas son razones suficientes para decirle que siento la alegría de verla presidir Brasil con la plena conciencia de su grandeza. Y para poder solicitarle, por lo mismo, que haga cuanto esté a su alcance por impedir que en mi país, Venezuela, que lleva al suyo en el corazón, se entronice un régimen totalitario, se atropellen los derechos humanos, se violen los más sagrados principios constitucionales, se desconozca la voluntad popular, se gobierne de manera autocrática y despótica, se persiga y encarcele a los opositores y se amenace a la mujer, a los niños, a la familia, con leyes ajenas a nuestra idiosincracia.
Medidas todas que se creían eliminadas del suelo de nuestra patria desde hace más de 50 años y que hoy vuelven por sus fueros, hundiéndonos en la ignominia y la regresión.
Por todo lo anterior, le ruego respetuosamente contribuya con su talento, su empeño y su dedicación a fortalecer la democracia en nuestra región y a permitir la democratización de aquellos países que desconocen los más sagrados principios de los derechos de la mujer, de la familia y, en general, de los humanos. Tiene usted en su poder la gran posibilidad de volver a situar su país a la vanguardia de las democracias latinoamericanas por el gran progreso social y económico que experimenta desde hace más de una década y que lo ha colocado en el concierto de las grandes naciones y de apostar todo su prestigio a la salvaguarda de las instituciones democráticas y a la defensa de los derechos humanos, sin complicidades ni medias tintas.
Reciba, a través mío, el cálido saludo de la mujer democrática venezolana y cuente con nuestro máximo respaldo.
Suya, de corazón Soledad Bravo
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