El duelo: la cuenta regresiva
ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
7 de enero de 2011
Se ha iniciado el año más importante desde el ascenso al poder de Hugo Chávez Frías. Todo cuanto suceda en los próximos meses sumará o restará a su aspiración perpetuista. Transgrediendo los ya abominables límites del terrorismo de Estado, el comandante intentará propinarles a sus adversarios una derrota anticipada. Proyectarse desde ya como el "inminente ganador" de la batalla de 2012, a través del empleo de una simbología que aluda siempre a la victoria, es el objetivo que marcará toda la actuación del Gobierno. Del otro lado, el país democrático -cuya paciencia tiene la misma fecha de vencimiento que la de Chávez- no podrá darse el lujo de desmovilizarse ante las arremetidas de que será objeto... Su indignación ha de ser explícita y bulliciosa, como la mostrada por las comunidades universitarias en el final de 2010... Al igual que el chavismo, también la oposición se juega a Rosalinda, por lo que necesita acumular y reivindicar -sin relativizaciones preciosistas- sus grandes o modestos triunfos políticos. Comprender el momento es indispensable: lo que hoy vivimos es nada menos que la antesala de la confrontación final, a la que la nación democrática debe llegar envuelta en los ropajes de un triunfo tan visible, como imposible de arrebatar. Se trata de recrear el ambiente de una avalancha infalible, fabricada con una combinación de hechos reales y de toda la multiplicidad de símbolos alegóricos a la contundencia de su arraigo popular.
La urgencia será el signo de las iniciativas de estos rivales, protagonistas de un duelo al que unos y otros asistirán conscientes del agotamiento de las oportunidades y, sobretodo, temerosos ante la posibilidad de que la sociedad se genere una respuesta autónoma, fuera de cualquier control político, como no sea el que pueda imponerse desde los enigmáticos cuarteles venezolanos. Así se inicia este decisivo año 2011: en medio de una atmósfera preñada de rabia contenida; una presión invisible que genera inquietud en los dos elencos de la disputa. Las razones del Gobierno son elocuentes: la incompetencia ha condenado sus manipulaciones y mentiras a un rendimiento decreciente que amenaza con limitar el resultado de sus esfuerzos. Los motivos de la preocupación opositora no son inferiores: nunca antes sus dirigentes estuvieron tan exigidos de poner a la vista un coraje ejemplarizante, que estimule a los venezolanos a reclamar indignadamente su derecho a aspirar un cambio. Lo que vaya a ocurrir en 2012 se está cocinando a fuego alto en este 2011. Los dos polos conocen el riesgo de la anarquía. Si ambos fracasan, ya nadie estará en capacidad de aliviar los espíritus. En ese caso, no faltará quien -aprovechando las circunstancias- procure una gran pesca en este río revuelto llamado Venezuela. Hemos entrado en una cuenta regresiva.
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