Las Relaciones entre Brasil y Venezuela. ¡Huyendo de la polarización!
Para entender las relaciones entre Brasil y Venezuela hay que remitirse-en primer lugar- a las condiciones de la política exterior brasileña en los últimos años y al entorno internacional que la rodea.
En términos generales, la política exterior de ese país está dirigida a apuntalar a Brasil como un país emergente que de suyo tiene que ocupar un lugar privilegiado entre los países que están conformando el mundo multipolar. Ese lugar le viene dado por su propia auto-imagen de país grande, tanto en la percepción como en los hechos, por sus recursos económicos, por su capacidad militar y por su potencial energético. Demás está decir que Brasil se caracteriza por ser una economía sana, con un sistema financiero estable y con una proyección de sus exportaciones bastante positiva, al igual que cuenta con un crecimiento balanceado de su economía.
Es importante destacar que Brasil se beneficia del estado actual de las relaciones internacionales y entre las potencias mundiales, principalmente entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, India y China. En los últimos meses se han dado una serie de acontecimientos que de alguna manera prometen para los próximos años un entorno estable entre las super-potencias y las potencias emergentes. La pronta firma de un acuerdo de control de armamentos convencionales entre Estados Unidos y Rusia y la posible firma de un nuevo tratado de regulación y reducción de armas nucleares entre Washington y Moscú permiten identificar una nueva situación estratégica "normal", la cual estaría reforzada por la nueva aproximación que se está dando entre la OTAN y Rusia en términos de una acción conjunta para desarrollar un escudo antimisiles en contra de terceros, por la ayuda rusa a las acciones militares de la OTAN en Afganistán y por la misma transformación del pensamiento estratégico de la OTAN, que ahora recibe a Rusia como país cooperante, eliminándose así el último vestigio ideológico que quedaba de la Guerra Fría.
Por otra parte, hay que destacar el apoyo que el gobierno del presidente Obama le ha dado a India en la búsqueda de un lugar privilegiado mundial de ese país para que obtenga un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, así como las conversaciones entre Estados Unidos y China a fin de superar sus diferencias financieras comerciales y monetarias.
Es en este contexto internacional en donde se va iniciar el nuevo gobierno brasileño. La herencia que se recibe del presidente Lula consistirá en ampliar el papel de Brasil como potencia emergente que se acrecentó durante los dos gobiernos anteriores, el crecimiento de la economía, el vertiginoso desarrollo del sector energético brasileño y las iniciativas internacionales alcanzadas, como lo son la pertenencia a los países BRICS, el impulso de UNASUR, la búsqueda del puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el controversial acercamiento a Irán y Turquía y la política de cooperación internacional.
Así que el nuevo gobierno de la presidenta Rousseff va a encontrar un panorama mundial favorable para Brasil, en donde destacan las buenas relaciones de Brasilia con Washington. De hecho, si bien Brasil busca apuntalar un mundo multipolar, no lo hace confrontando a Estados Unidos ni tampoco lo hace planteando una especie de relaciones conflictivas con la Unión Europea.
Desde luego que dentro este panorama "confortable" surgen algunas aristas y algunos contratiempos que de alguna manera deben resolverse: Brasil no ha explicado hasta qué punto es capaz de llegar en el apoyo que sostiene al programa nuclear iraní. Brasil no ha dicho cuál es la naturaleza de su programa de armamentos y hasta dónde aspira a ser o a no ser una potencia nuclear militar. Por otra parte, Brasil no ha explicado cuáles son sus compromisos con Venezuela, en cuanto a lo que representa este país como alternativa anti-estatus a la agenda mundial actual.
Es en este contexto en donde pudiéramos observar las relaciones bilaterales entre Brasil y Venezuela. Desde el punto de vista internacional, a pesar del acercamiento entre Brasilia y Caracas hay cinco temas fundamentales que "separan" a los dos países:
1) Venezuela está a favor de un mundo multipolar que excluye Estados Unidos. Brasil está en desacuerdo con esta posición.
2) Brasil cuenta en su proyección internacional con el concurso de su empresa privada, principalmente sus grupos económicos de dimensiones mundiales, tanto en el plano militar como en las áreas de la construcción, financieras y energéticas. El Gobierno venezolano, por el contrario, sostiene una política deliberada de estatismo y de reducción del potencial de la empresa privada.
3) Brasil apoya el plan nuclear iraní, siempre que este tenga un carácter pacífico. Venezuela va más allá y plantea una relación militar con Irán.
4) Brasil propone un esquema de integración capitalista, tanto en Mercosur como en Unasur y una política de una autonomía internacional dentro de la proyectada Comunidad de Países Americanos. Venezuela, por le contrario, observa a Mercosur y a Unasur y a la Comunidad proyectada que remplazaría a la OEA, como organismos endebles y ambiguos frente a la revolución mundial.
5) Brasil apoya el plan de reformas económicas y el cambio político en Cuba. Venezuela se opone a esas iniciativas acusándolas de "reformistas" y anti-revolucionarias.
De lo anterior se desprende que el nuevo gobierno de la presidenta Rousseff recibe un estado de las relaciones entre Brasil y Venezuela de signo contradictorio. Desde el punto de vista mundial y regional se observan unas claras diferencias entre ambos países de cómo debe ser el mundo del futuro y cómo debe ser la región latinoamericana, a la par de que se perciben serias diferencias sobre el estilo diplomático, sobre el uso del "poder suave" y de la cooperación para enfrentar los retos internacionales y sobre el carácter que se le quiere dar a la participación de América Latina en el contexto mundial. Desde el punto de vista bilateral-comercial, las relaciones son óptimas. Habría que agregar las reservas que se tiene sobre la política doméstica venezolana en la burocracia pública brasileña, la empresa privada, medios de comunicación social, organizaciones no gubernamentales, sectores de oposición a los gobiernos del PT y sectores académicos.
La presidente Rousseff llega al poder en el marco de una coalición en donde el partido de centro-derecha, el PMDB, juega un papel fundamental. El Vicepresidente de la República elegido-Michel Temer- es de ese partido y seguramente habrá una importante representación del PMDB en el Gabinete del nuevo gobierno. Sectores del PMDB tienen una posición crítica sobre el acercamiento del PT al gobierno del presidente Chávez y se convertirán en una fuerza contraria a profundizar las relaciones entre los dos países.
En todo caso y de una manera errada, sectores conservadores estadounidenses y venezolanos como brasileños están "satinizando" a la presidente Rousseff acusándola de izquierdista, de ser en el pasado una guerrillera importante, de tener un pacto secreto con Cuba y los hermanos Castro y de estar comprometida en impulsar el socialismo en Brasil, (proyectándose un gobierno de tinte radical). Esto en nada ayudaría a una visión más objetiva de lo que viene entre Brasilia y Caracas.
De igual modo, el Gobierno de Venezuela sostiene la expectativa que el nuevo gobierno brasileño va a tener un Canciller simpatizante de la izquierda mundial y apuesta por el nombramiento de Marco Aurelio García para tal cargo. García ha sido un promotor de las relaciones entre Lula y Chávez desde su condición de asesor presidencial para asuntos internacionales de Lula. El partido PMDB se opone a este nombramiento y exige un Canciller que provenga del mundo diplomático o del sector empresarial.
Brasil y Venezuela sostienen otras diferencias más puntuales. Brasil ha reiterado que se opone a la política de Venezuela de apoyar a los movimientos de izquierda dentro de los países de la región, incluyendo Estados Unidos. Por otro lado, Chávez ha querido "apropiarse" de la victoria de la señora Rousseff y él ha dicho en varias ocasiones que el nuevo gobierno será más "revolucionario" que los gobiernos de Lula y que Venezuela hará todo lo posible para que la influencia del PMDB en el gobierno brasileño sea escasa.
En resumen, las expectativas que comparten parte de la oposición, el Gobierno y el oficialismo en Venezuela sobre que Brasil reorientará su política exterior hacia fines y objetivos radicales no tiene una base cierta. El nuevo gobierno seguirá los parámetros heredados de jugar a ser un país cooperador y no conflictivo, dentro de un mundo cambiante y sin extremismos, coordenadas ya establecidas por el gobierno de Lula y que a grandes rasgos hemos esbozado en estas líneas.
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