domingo, 2 de enero de 2011

Tiempo de palabra

CARLOS BLANCO EL UNIVERSAL

2 de enero de 2011

CAP

Carlos Andrés Pérez fue derrocado por los mismos que encumbraron a Chávez en uno de los más grotescos giros de la historia. Pérez, el hombre de la Gran Venezuela, el que promovió la centralidad del Estado en los 70 bajo el impulso de la cuadruplicación de los precios del petróleo en el paroxismo del populismo criollo, fue el mismo hombre que entendió la necesidad de dar un viraje intenso y extenso como salida a la década perdida de los 80. Un hijo de lo que fue el modelo político y económico por excelencia de América Latina tuvo la virtud de entender el cambio de los tiempos y asumió con coraje dar un vuelco radical a la conducción del Estado. En su segundo gobierno se atrevió a convocar a venezolanos independientes, algunos adversarios de su gestión en los 70 como quien esto escribe, para labrar una transformación profunda en la vida del país. Esta amplitud, la ausencia de odios, la carencia de facturas por cobrar, le permitió rodearse de aquellos a los que consideró aptos para la tarea que quería emprender. Su única ambición era la historia, solía decir. La escogencia del gabinete ejecutivo fue un punto inicial de fricción con el grupo que controlaba su partido y marcó el inicio de una guerra que el núcleo duro de AD libró contra CAP hasta que fue derrocado. Algún día los dirigentes de AD reconocerán su responsabilidad en la tragedia de derrocar a Pérez.
Los Ejes del Gobierno.
El Presidente se comprometió a fondo con las reformas políticas propuestas por la COPRE desde que era candidato. El 23 de enero de 1988, en un discurso célebre con ocasión de los 30 años de la democracia, anunció que su eventual gobierno asumiría la reforma del Estado. Él y Eduardo Fernández, junto a otros candidatos, impulsaron la aprobación de la ley para la elección popular de gobernadores en 1988, lo que por cierto desmiente la idea de que dicha elección fue producto del Caracazo ocurrido meses después en febrero de 1989. Para impulsar la descentralización, apenas llegado al gobierno comenzó a convencer a los remisos, lo logró con algunos y se enfrentó a los otros. Estaba persuadido de que la historia esperaba a quien se atreviera a transferir poder a las regiones y municipios aun a costa del propio. Esto no se lo perdonaron quienes disfrutaban de la cercanía a Miraflores como mecanismo para gobernar el país. Contribuyó a desatar un proceso que, al decir de Ramón J. Velásquez, fue la transformación más importante del siglo XX venezolano, y que como apuntó hace poco Arnoldo Gabaldón, es una de las líneas de resistencia de hoy frente al régimen de Chávez. El otro eje de la transformación fue el de la reforma económica y social. Un equipo integrado por profesionales independientes como Miguel Rodríguez, Moisés Naím, Gustavo Roosen, Eduardo Quintero, Gerver Torres, Jonathan Coles, Fernando Martínez Móttola, Roberto Smith, Imelda Cisneros, Pedro Rosas Bravo, Ricardo Hausmann, Carlos Hernández Delfino, Rafael Orihuela, Marisela Padrón y Teresa Albánez entre muchos otros, tuvo el apoyo de CAP para abrir la economía y la sociedad. Como señaló Moisés Naím en memorable artículo en El Nacional, le quitó al sector empresarial privado las amarras que lo mantenían subordinado a los caprichos gubernamentales, aun al elevado costo de ver a buena parte de ese sector -liberado por las políticas de CAP- convertido en factor esencial de la conspiración que lo derrocó.
Los Errores.
Un día cualquiera, quien esto escribe le planteó al Presidente que no era posible avanzar en la reforma sin apoyo político, y este contestó, terminante. "Ministro, hagan su trabajo que yo me encargo de darles el apoyo que requieran para hacer lo que tienen que hacer". En esta anécdota se revela la grandeza y la equivocación de un hombre como Pérez. Le abrió paso a una generación para que gobernara, invirtió todo su capital político en apoyarla, corrió el riesgo de quedarse solo para lograr las reformas, confiado en esa elusiva hechicera que es la historia. El error de CAP y de quienes lo acompañaron, quien esto escribe entre los primeros, fue pensar que la nueva libertad adquirida y que las oportunidades de participación logradas generarían las condiciones para continuar con los cambios. Se sobrestimó la bondad de las reformas; el Presidente y el gobierno sobrestimaron su capital político, mientras se subestimó la importancia de AD, así como la venganza histórica que aguardaba, solapada, entre los herederos del gomecismo, del medinismo y del perezjimenismo. Se subestimó la conspiración, cuyos elementos civiles y militares se conocían y CAP jamás pensó que en las FAN se pudiera albergar una traición como la que después afloró y, menos aun, que la corte de "los notables" iba a aprovecharla para derrocarlo. No; no es verdad que funcionaron los mecanismos institucionales, como dicen, sino que Pérez no concibió otra forma de enfrentar la conspiración que la convicción en su inocencia.
La Corrupción.
CAP vio su reputación deshecha por las acusaciones de corrupción. Hasta el sol de hoy el único juicio que lo condenó en la Corte Suprema de Justicia fue haber dispuesto dólares de la partida secreta para la custodia de Violeta Chamorro en Nicaragua, dado el dominio que ejercía el Movimiento Sandinista en todos los organismos de seguridad de ese país. La corrupción que se le atribuye a Pérez fue la de la Gran Venezuela de los 70, en la que el descomunal ingreso petrolero desbordó la capacidad de absorción productiva y legítima de esos ingresos. No, no fue Pérez; fue una sociedad cuyas élites en buena medida se lanzaron a la piñata petrolera, pero que una vez venidas las vacas flacas le atribuyó al Presidente su propia responsabilidad. Exactamente como ahora: nadie es responsable del advenimiento de Chávez.
El Solitario.
Los grandes "amigos" de CAP lo abandonaron en la desgracia. Supo que no eran amigos más que del poder. Después de los oropeles de la gloria se avino a la familia y a pocos amigos; cuando enfermó, en los destellos que le permitían los viejos reflejos sólo quería regresar a Venezuela para luchar por el retorno de la democracia. Llegó a reconocer su ingenuidad al no ver el poder de sus enemigos pero jamás se arrepintió de haber sido un demócrata a tiempo completo, aun en los amargos tiempos que condujeron a su prisión y exilio. Para este narrador es un orgullo haber trabajado con CAP. En ese tiempo fue posible soñar con un país pujante, contemporáneo, desarrollado, libre. El futuro parecía posible... No hay que descuidar sin embargo a quienes con mezquindad quieren desconocer el papel de Carlos Andrés Pérez en la historia; son esa parte de Venezuela que no se cansa de dar mordiscos. Ya vienen...

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