EDITORIAL EL PAÍS, ESPAÑA
La sociedad venezolana merece que se ponga fin lo más pronto posible a
la situación de inseguridad, física y jurídica, que atraviesa el país y
que empeora día a día. Gobierno y oposición tienen la responsabilidad
—no en la misma medida, obviamente— de encauzar la situación cuanto
antes. No es admisible la degradación material e institucional de un
país que por sus recursos materiales y humanos debería estar en los
puestos de cabeza en lo que respecta a prosperidad económica y política
de Latinoamérica. En este contexto, el Ejecutivo de Nicolás Maduro y los
políticos de la oposición (que necesita unirse sin más dilaciones)
deben hacer un ejercicio de realismo que les lleve a aceptar algún tipo
de iniciativa internacional —como la mediación propuesta ayer por el
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos— que abra una nueva
perspectiva a la dificilísima situación del país.
El asesinato el martes del joven estudiantil de 14 años Kluvier Roa
es la demostración del punto de tensión al que han llegado las cosas.
Roa murió durante una manifestación opositora en el Estado de Táchira
cuando un policía le disparó en la cabeza. Se trata de la quinta muerte
de un adolescente por disparos en la cabeza acaecida en las diferentes
zonas del país en las últimas semanas; muertes que no han sido aclaradas
y generan entre los ciudadanos una sensación de indefensión absoluta.
Solamente el miedo sujeta la ola de indignación —de consecuencias
difíciles de prever— que todo ello está causando.
Es muy preocupante que Maduro haya dado muestras de estar perdiendo
el control de la situación, porque debería ser uno de los interlocutores
para desbloquear la gravísima crisis. Con la opinión pública todavía
encrespada por la arbitraria y brutal detención del alcalde de Caracas,
Antonio Ledezma, el presidente abandonó el habitual tono desafiante, se
apresuró a condenar el crimen y añadió que “en Venezuela está prohibida
la represión armada”. Pero este es el tipo de juego retórico que no
calma los ánimos: hace apenas unos días el mismo Maduro aprobó y
justificó la utilización de armamento letal contra las manifestaciones
opositoras.
Venezuela necesita una salida con urgencia. Si los actores internos
son incapaces, no ya de alcanzar una solución sino de ponerse en el
camino correcto para lograrlo, al menos deberían escuchar propuestas y
atender a los gestos que les llegan desde el exterior.
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