Ramón Guillermo Aveledo
Que la situación está mala no
necesita explicaciones. Tan fuerte está el impacto de la cosa económica
en la vida de las personas, que va desplazando la violencia y la inseguridad de vidas y bienes como centro de la
preocupación de los venezolanos. Lo cual no es poco si se toma en cuenta
que terminamos el año pasado con 24.980 homicidios, dato que nos pone
entre los países más violentos del mundo.
Las cifras muestran que tenemos la inflación más alta del planeta. Pero no es cuestión de números fríos sino de vida real. La plata no alcanza, todo está cada día más caro, si se consigue. Las colas son un síntoma de la escasez, pero también de la dura realidad. Mucha gente se dedica a hacer cola para comprar y luego vender, porque es una manera de ganarse la vida en una economía desquiciada sin inversión ni nuevas fuentes de trabajo ni producción.
Las cifras muestran que tenemos la inflación más alta del planeta. Pero no es cuestión de números fríos sino de vida real. La plata no alcanza, todo está cada día más caro, si se consigue. Las colas son un síntoma de la escasez, pero también de la dura realidad. Mucha gente se dedica a hacer cola para comprar y luego vender, porque es una manera de ganarse la vida en una economía desquiciada sin inversión ni nuevas fuentes de trabajo ni producción.
Tarde
y mal tomó el Gobierno unas medidas cambiarias. Tarde porque su
indecisión dejó que empeorara el cuadro que sus propias equivocaciones
había causado. Mal porque son aisladas, insuficientes, poco creíbles, y
piensan más en cuadrar las cuentas propias que en resolver los problemas
que sufre la gente. La respuesta implacable de la realidad es que una
vez anunciado el sexto esquema cambiario en doce años, el dólar del
Simadi subió como un cohete a los niveles del paralelo. Lo que pasa es
que los anuncios no generan confianza.
En
ese cuadro nacional llegan las noticias de las cuentas ocultas en un
banco suizo. Resulta que el Gobierno tenía, calladito cuando es tan
hablachento, desde hace años, varios miles de millones de dólares
escondidos por allá. Y publica la prensa española que un oficial hasta
ayer de confianza en el altísimo gobierno, se habría entregado a las
autoridades norteamericanas acusando de narcotráfico a peces muy gordos.
Lo malo es que la partidización extrema nos deja carentes de
instituciones públicas capaces de investigar y resolver aquí esos casos
de modo confiable.
En
vez de afrontar ese desastre con realismo y valentía, atreverse a
rectificar, llamar a todos los venezolanos, el Gobierno ya ni siquiera
se conforma con echar la culpa a otros, sino que relanza una vieja
fantasía conspirativa, metiendo en ella a quienes quieren cambiarlo por
la vía pacífica, democrática y constitucional del voto. Una peligrosa
forma de locura política.
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