jueves, 19 de febrero de 2015

¿QUE QUIEREN DE LA OPOSICIÓN?




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   Luis Pedro España N.

Cada vez que vemos las encuestas tenemos una lectura bastante más oscura de la oposición. Por lo mal que queda parada, en cuanto al juicio que de ella tienen los ciudadanos, podríamos calificarla como la malquerida. 80% de venezolanos que opinan que el país va por mal camino, que desea que el modelo económico cambie y que vive atemorizado por la inseguridad, le reclama a la oposición que sea una opción de poder. No lo es, no lo ha sido y por ello se le critica. ¿Qué quieren de la oposición? Simple, que deje de ser oposición y se convierta en gobierno.
Es por ello que la oposición recibe un doble castigo. Mitad la adversa por ser oposición, la otra porque no ha logrado ser gobierno. De manera instintiva hasta 20% de la población repite los mismos calificativos e improperios que desde el poder lanzan los jerarcas del régimen en cada una de sus omnipresentes declaraciones. Por su parte, los radicales del otro bando, 20% para simplificar, no entienden por qué esos “buenos para nada” no han desalojado del gobierno desde hace tiempo y de una vez por todas a la camarilla en el poder.
La mayoría decepcionada del chavismo, una parte de ellos lanzados a un nuevo tipo de escepticismo y desconfiados de la política, no ve en la oposición, sus organizaciones y líderes, esa fórmula facilona de resolver los problemas que alguna vez creyó ver en forma de venganza verde oliva. Huérfanos de líder y luego de haber perdido la fe en el legado, cuesta volver la mirada a lo que tanto se adversó en el pasado.
El asunto se pone más cuesta arriba cuando los espacios para la disidencia han sido reducidos a su mínima expresión, por mucho que se tengan encuentros y debates sobre los problemas del país a fin de trazar planes para resolverlos. Aun cuando se tengan buenos gobiernos locales que mostrar, a pesar del saboteo que se ejerce desde el poder. A pesar de las numerosas iniciativas internacionales para revelar la verdad de lo que ocurre en Venezuela. Aunque muchas organizaciones voluntarias realicen diligencias legales para devolverles la libertad a los presos políticos y cuiden de su integridad. La invisibilidad de la oposición la hace ver inactiva, alejada de los problemas del pueblo e incapaz de proponer soluciones.
Por más que los grupos más activos, jóvenes y trabajadores, se movilicen y enfrenten el control social y policial instalado por el gobierno, denuncien los padecimientos del país, o se vayan multiplicando los encuentros cara a cara para explicarles a los ciudadanos por qué los problemas no son producto de ninguna guerra o la mala suerte, sino que se deben a las pésimas convicciones y peores decisiones de los responsables de las políticas del Estado. Aun con todas las acciones realizadas y las que vendrán, la oposición está relegada a un contado número de estaciones de radio, a un número cada vez más reducido de medios impresos y a ninguna planta televisiva, lo que hace que el ciudadano se sienta solo frente a sus dificultades.
El cierre comunicacional y los golpes represivos, amén de los momentos de desencuentro interno que parecen superados, son, entre otros, los responsables de que la oposición no tenga, por ahora, cómo congregar todo el descontento que se va acumulando. El lento pero progresivo proceso de conformación de una mayoría va a depender de la reconciliación interna, que sin lugar a dudas se expresará en una plancha única para la Asamblea Nacional, y en un electorado que, como cualquier otro, harto de los problemas, decide cambiar.
Ese será el primer paso para el inicio de la transición que, por lo demás, será la única capaz de permitir que la oposición pase a ser gobierno.

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