domingo, 22 de febrero de 2015

OCTUBRE DEL 45

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ELSA CARDOZO

Es este un año de importantes conmemoraciones. Las asociadas al final de la Segunda Guerra Mundial, de memoria obligada y escala mayor, rodean a un hito que nos es más cercano, también a sus setenta años: el 18 de octubre del 45. En esta fecha me detengo ahora con deliberada anticipación, por lo que desde el presente puede invitar a reflexionar sobre las oportunidades y los peligros de las transiciones.
Hay una razón también del presente, de mucho peso, que inspira estas líneas. Se trata de la lectura de El 18 de octubre de 1945 (Caracas, La Hoja del Norte, 2014), obra que recoge una enjundiosa investigación de Marco Tulio Bruni Celli. En este estudio el político y académico profundiza en las circunstancias y los actores del gobierno y la oposición, civiles y militares cuyos intereses y actuaciones a lo largo de meses de tensiones, acuerdos y desacuerdos propiciaron el “atajo insurreccional” –como lo llamó el propio Rómulo Betancourt– contra el gobierno de Isaías Medina Angarita y los últimos trazos del gomecismo.
Era aquel un momento de transición difícil, con o sin golpe. Ocurrido este, el primer acto de la Junta Revolucionaria de Gobierno fue precisar la ruta del gobierno de hecho al de derecho, fundado en el ejercicio del voto universal directo y secreto para elegir una Asamblea Constituyente y, sobre la base de una Constitución plenamente democrática, elegir del mismo modo al Presidente.
Sobre la calidad de la investigación en torno a un hecho hasta hoy controversial, ante el cual el propio autor expone con claridad sus argumentos, hablan tanto la sustentación documental de su detallado recorrido de algo más de ochocientas páginas como las contradicciones que no evade y las preguntas con las que deja abiertas las puertas al debate. A partir de su lectura, hecha sin prisa ni pausa, entresaco apenas algunas de las abundantes anotaciones que deja en mi cuaderno, plenamente conciente de que el libro que las inspira merece y recibirá más extensos y calificados comentarios.
Si algo se convirtió en cuestión crítica fue la participación de civiles, dirigentes de Acción Democrática, en un movimiento que venía siendo organizado por militares cuyo liderazgo efectivo, como quedaría demostrado a partir del 24 de noviembre de 1948, nunca quiso volver a los cuarteles.
El papel de Acción Democrática en el golpe y su decisiva contribución al plan de legitimación democrática de un nuevo régimen político despertó rápidamente recelos. Fueron tan recurrentes como fallidos los llamados a que se integrara un gobierno pluripartidista, pero a enrarecer el ambiente político no solo llevaron el sectarismo y los excesos oficialistas sino las acciones y reacciones de dirigentes y partidos que para entonces buscaban su propia base de apoyo, llegando algunos a cortejar, sin sonrojo, a los militares.
Cada transición tiene su propio tiempo y lugar, pero hoy conviene recordar que de la perversión militarista y las fracturas entre los demócratas resultó el golpe de noviembre de 1948. Mantenerlo vivo en la memoria ayudó a que diez años después se hiciera una transición distinta, entre negociaciones políticas y deliberaciones jurídicas que rescataron y ampliaron el pacto constitucional de 1947. Luego regresó la desmemoria republicana de los “reconcomios notables” que tan agudamente subraya el sustantivo prólogo de Francisco Suniaga a la obra de Bruni Celli, y con ella el militarismo que hoy nos sofoca.



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