jueves, 19 de febrero de 2015

ESTADOS UNIDOS Y LA CRISIS GRIEGA



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Luis María Ansón
A CRISIS griega no es sólo una cuestión interna de la Europa del euro y la Merkel. Afecta al Imperio. El César negro de la Casa Blanca no se ha pronunciado todavía. Pero lo hará, tal vez lo haya hecho ya de forma indirecta o enmascarada. Grecia ocupa geográficamente un lugar estratégico que afecta de forma directa al Oriente Medio. Es verdad que la producción petrolífera inquieta a Estados Unidos. Washington, sin embargo, tiene algo más importante que defender en aquella zona geográfica: Israel. Por razones históricas de lobby y compromiso, Washington es el adalid de un pequeño Estado democrático acosado por casi todos los países de su entorno. El Imperio no tolerará que se comprometa ni su estabilidad ni su existencia. No entender eso significa ignorar el fondo de lo que se cuece desde hace sesenta años en la encrucijada medioriental.
El inteligente ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, conoce muy bien el punto débil de la Europa del euro y se ha ido a explicar a toda página la posición helena en The New York Times. Si Angela Merkel y sus corderos no encuentran una fórmula para satisfacer la nueva realidad griega, Tsipras tenderá la mano pordiosera a Rusia o a China. Para Estados Unidos una Grecia al servicio de los intereses rusos o chinos no es de recibo en los aledaños del Oriente Próximo. Ahí está el nervio de la cuestión. Tsipras ha galleado desde el primer momento porque espera que el Imperio intervenga en última instancia y condicione la intransigencia europea.
Que los griegos llevan muchos años viviendo al menos en un 30% por encima de sus posibilidades, está claro; que han dedicado las ayudas europeas al disfrute personal en lugar de a mejorar las infraestructuras, es un hecho incuestionable; que han conseguido tratamientos especialmente favorecedores, nadie lo duda. Los listos viven de los tontos y los tontos de su trabajo, escribió Indro Montanelli, que conocía la historia de Grecia mejor que nadie. Pero los tontos germanos se han cansado de hacer el pardillo ante los listos griegos y exigen ahora a Atenas que mantenga los recortes impuestos por la troika, que pague sus deudas y que cumpla sus obligaciones comunitarias.
Conocedor de las exigencias del Imperio, Alexis Tsipras juega sus cartas y grazna, como los gansos de la antigüedad clásica, con las manos tendidas hacia el Extremo Oriente donde China sigue acumulando dólares y prosperidad. A Netanyahu le pone los misiles de punta la eventual oscilación griega. Acosado por los palestinos, cercado por el creciente yihadismo, abandonado por algunos de sus antiguos simpatizantes europeos, el líder israelí se dispone a descargar los aldabonazos judíos sobre los portones de la Casa Blanca. El aliento de las infinitas islas griegas y el resoplar de Atenas zarandean al Estado de Israel que quiere mantener a toda costa el inestable equilibrio actual. Grecia no es un grano en el trasero de Europa. Es fuego humeante que puede incendiar la hoguera del Oriente Medio. Los analistas internacionales están a la espera de un ademán de la Casa Blanca. La mayor parte de las crisis suelen resolverse en el mundo según las conveniencias de los Estados Unidos.
Luis María Anson, de la Real Academia Española

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