Andrés Hoyos
El Espectador
Sorprende, sin embargo, que retirada la máscara el rostro que aparece
no es temible, sino ridículo. La explicación es sencilla: antes que una
dictadura eficiente y feroz, la de Maduro es una dictadura bocona e
inepta. Uno tiene la impresión de que al pobre grandulón se le
despelotaría hasta una heladería de barrio, para no hablar de un país
llevado del diablo.
A estas alturas el dictador venezolano se ha vuelto objeto de burla a lo largo y ancho del mundo. Aquí (http://bit.ly/1ACZDxd) el
diario español ABC le aplica lo que en boxeo se conoce como un
knock-out punch. En Cuba ni lo mencionan sus antiguos camaradas,
atareados como están en acomodarse en la pugna entre Obama y el Partido
Republicano. Incluso Podemos, el partido populista español, criticó la
detención arbitraria de Ledezma. Nadie respeta a Maduro.
Los
atropellos de los últimos días son obvios actos de debilidad, estertores
que acercan el desenlace, en contraste, digamos, con Egipto, donde la
dictadura militar parece en control a través del terror de Estado. No se
puede olvidar que todas esas patadas de ahogado las da un presidente
con los índices de popularidad por el suelo.
Poco, casi nada, va
quedando de las faraónicas “instituciones” grannacionales que Chávez
quiso construir con su torrente de petrodólares y de cháchara. Unasur
pasa de agache y el papel de nuestro compatriota, Ernesto Samper, no
puede ser más patético: no dice “digo” ni dice Diego, porque no dice
nada. Poco se oye últimamente del Banco del Sur, que quizá reencarne en
banco chino, ni del Gasoducto del Sur, ahora un proyecto interno de
Perú; tampoco se menciona el Consejo Suramericano de Defensa, cuyas
opiniones nadie quiere. A Petrocaribe se le acabó la plata y el tal
Sucre (Sistema Único de Compensación Regional) es una sigla abandonada.
Borrada
también quedó la noción de que a los venezolanos pobres les iba más o
menos bien con la cleptocracia chavista, pues al socavar el valor del
bolívar, lo primero que el gobierno socava es el poder adquisitivo de la
gente. Los ricos pueden comprar dólares; los pobres deben resignarse a
recibir papeles sin valor.
Los países prósperos a veces posponen
ciertas decisiones dolorosas, pensando que los mercados los van a
rescatar más adelante, pero si un país como Venezuela pospone las
decisiones económicas fundamentales relativas a la moneda, la inflación,
el costo de la gasolina y el aparato productivo, todas imbricadas entre
ellas, está agravando una crisis que estallará, si no mañana, pasado
mañana y con todavía mayor fuerza.
Vaya a saberse, en fin, qué
ideas locas tendrá la camarilla en la cabeza: encarcelar hasta a los
loros malhablados, celebrar o no las elecciones parlamentarias, pedir
asilo. En gobiernos como este es imposible saber nada con certeza, pues
la mentira es reina.
Los dirigentes de la MUD siguen divididos
—insensatez para la que no parece haber remedio—. A Maduro, en todo
caso, no lo van a tumbar las críticas internacionales, así subieran de
tono como deben, ni la oposición, por más ganas que tenga. Mucho menos
lo va a tumbar otra facción del chavismo, ya que nadie quiere el puesto.
Maduro se está cayendo solo y por sus propios medios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario