Jesus "Chuo" Torrealba
El último estudio de Datanálisis, cuyo trabajo de campo fue realizado
del 27 de enero al 7 de febrero de este año, arroja resultados
concluyentes: Al preguntársele a la muestra encuestada por quien votaría
en las próximas elecciones parlamentarias, 45,9 % dijo que lo haría por
la oposición, 17,3 % dijo que votaría por el oficialismo, 13,8% se
declaró independiente y 17,4 % se refugió en la opción “no sabe/no
contesta”. Esta es la causa real del discurso oficialista sobre un
imaginario “Golpe de Estado” propiciado por la oposición. Esta es
también la causa de la conducta realmente golpista de quienes “por
ahora” detentan el poder: Si hay elecciones en Venezuela (como lo
establece la Ley, como lo pauta la Constitución) el gobierno sería
literalmente arrasado por la oposición unida. Los datos, por cierto, son
de la misma encuestadora que ha sido calificada recientemente como
“seria” y “responsable” por el actual inquilino del Palacio de
Miraflores.
Nunca en los últimos 16 años los sondeos le habían dado a la
oposición en las vísperas de un proceso electoral una ventaja de casi 30
puntos en la intención de voto. Ese es el marco político en el que se
verifica la alharaca gobiernera sobre “guerras” fantasiosas y “golpes”
imaginarios”. En esas condiciones es pertinente entonces la pregunta: Si
al realizarse las elecciones las ganará arrolladoramente la oposición,
entonces… ¿A quien beneficiaría un supuesto “golpe de estado”?
El marco económico es aun mas revelador: La expropiaciones acabaron
con el aparato productivo venezolano y nos pusieron a todos a depender
de las importaciones; Cuando las mafias rojas se robaron también, según
denunció el camarada Giordani, los dólares necesarios para las
importaciones, vino la escasez de alimentos y medicinas, y con ella la
humillación de las colas. Mientras la indignación bulle en el pueblo por
estos motivos, el gobierno perpetra la mas horrenda devaluación que
haya sufrido el bolívar en toda su historia, y anuncia además el aumento
de la gasolina y del pasaje en el transporte colectivo. En medio de ese
panorama económico, con un gobierno incapaz de hacer frente a la crisis
que el mismo ha generado… ¿A quien beneficiaría un supuesto “golpe de
estado”?
Si la situación política es grave y la situación económica clama al
cielo, el panorama social no puede ser mas urgente: En los hospitales
los pacientes literalmente mueren a la espera de la operación quirúrgica
que les hubiera podido salvar la vida, pero que no se puede hacer
porque no hay insumos ni equipos para realizarlas, por falta de dólares
para adquirirlos; todos los demás servicios públicos están igualmente
colapsados. La inseguridad ha convertido al hampa en el gobierno real
del país, el que establece toques de queda, cobra vacunas y administra
penas de muerte. En medio de ese dantesco panorama, para tapar la
realidad de un país convertido en zona de desastre por la falta de
gobierno… ¿A quien beneficiaría un supuesto “golpe de estado”?
La gente se hartó del gobierno, de sus cuentos, de sus excusas. La
gente quiere cambio, nos dicen las encuestas y la calle. Pero no
cualquier cambio: La gente quiere un cambio pacífico. Un cambio que no
se transforme en una calamidad adicional a las que ya enfrenta el
pueblo. Un cambio para salir del caos y obtener paz y gobernabilidad.
Por eso la gente ratifica, en las encuestas y también en los barrios y
urbanizaciones, su decisión de votar. Y de hacerlo por la oposición.
Es por eso que el gobierno encarcela a Ledezma. Es por eso que
mantiene preso a Leopoldo. Es por eso que agrede a Borges y hostiga a
Machado: ¡Porque no tiene votos con que derrotarlos, y recurre entonces a
la estrategia golpista de intentar ilegalizar de facto a la oposición
democrática! Un gobierno sin respuestas políticas, económicas y
sociales, que cree que sólo en el tablero de la violencia conserva
alguna ventaja, quiere arrastrar a ese terreno a la oposición y a todo
el país.
Estemos claros: Al denunciar un supuesto “golpe de estado” el
gobierno en realidad lo invoca, lo quiere, lo busca. Para el sector mas
irresponsable y gangsteril del oficialismo, el escenario golpista se
presenta como una doble oportunidad, como un escenario “ganar-ganar”: si
se produce una revuelta y logra aplastarla, acabarían de una vez con
todos sus adversarios (tanto los internos que tienen en el oficialismo,
que son los que poseen las herramientas necesarias para dar un golpe de
estado, como a la oposición democrática, que los arrasaría
electoralmente); Si se produce la revuelta y pierde, queda como
“víctima” y no tiene que rendir cuenta del monumental desastre, de la
corrupción descabellada, de las violaciones a los derechos humanos.
Es por todo esto que la respuesta de la Mesa de la Unidad Democrática
ante las agresiones y las provocaciones del gobierno ha consistido en
reiterar nuestro objetivo: el cambio político urgente de gobierno y de
modelo. Y también nuestra estrategia: Electoral, pacífica,
constitucional y democrática. Esto NO SIGNIFICA que haya que “esperar
las elecciones” para enfrentar al gobierno. ¡Aquí no hay que “esperar”
nada! ¡Aquí hay que luchar ya, ahora, día a día, cara a cara y casa por
casa, consolidando y ampliando la mayoría que ya somos, acompañando al
pueblo en su lucha concreta contra la agresión económica, social y
política del gobierno, constituyendo en cada cuadra, en cada edificio,
en cada escalera, en cada callejón, en cada urbanización y cada barrio
los Comités de la Unidad donde se integren el activismo partidista y la
ciudadanía independiente, espacios donde los venezolanos tengan la
oportunidad de dejar de ser “espectadores” de la política y convertirse
en protagonistas de la lucha democrática!
Si, lo sabemos: Este es un código distinto. Durante décadas el
ciudadano creyó que su actividad política podía reducirse a votar cada 5
años. En los últimos 16, muchos avanzaron hacia la idea de que el
ciudadano debe “tomar la calle”, pero redujeron esa importante noción a
la “marcha” esporádica o la “barricada” ocasional, actividades que en
muchas ocasiones no perseguían objetivos concretos sino que sólo
buscaban expresar indignación puntual o liberar malestar acumulado. Hoy,
en medio de esta crisis política, económica y social, Venezuela nos
exige más, mucho más, a todos. A los partidos democráticos y a las
organizaciones sociales. A los dirigentes y a los ciudadanos. Para todos
nosotros ahora “la calle” no es una plaza o una avenida, sino todo el
país. Y el momento de “tomarla” no es “cuando nos convoquen”, sino
siempre. Y lo haremos no sólo porque “estemos arrechos”, sino porque
somos conscientes de que para superar la actual situación de precariedad
y división debemos tener un proyecto: La Venezuela Unida. Y eso debemos
hacerlo entre todos, porque La Fuerza Es la Unión! ¡Palante!
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