VICTOR ARIEL GONZALEZ
Lo único que comparte Damián con Carlos Marx es quizás la poblada
barba. En todo lo demás, el habanero estudiante de ingeniería se
diferencia mucho del filósofo alemán que escribiera El Capital. Y el
principal contraste entre ambos se halla en la forma de pensar, porque
este joven que gusta de andar al estilo lumberjack –la moda del “leñador”
se halla extendida por la capital– de lo menos que quiere oír hablar es
de lucha de clases, reivindicaciones históricas o comunismo. “¿Quién está pa’eso?”, pregunta.
A juzgar por su tono, parece que pocos. En su lugar, los jóvenes como
Damián y su novia, o los amigos con los que suelen reunirse en lugares
como el café teatro Bertold Brecht o la Fábrica de Arte Cubano, prefieren hablar de las ligas europeas de fútbol mientras beben cervezas pagadas en moneda fuerte. Cosas como el Décimo Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC) no asoman por ninguna parte en sus conversaciones, pese a que la
propaganda oficial ha desatado una intensa campaña alrededor del evento.
Según la prensa permitida en Cuba, este “será un congreso que se parezca a la juventud cubana”.
De apegarse estrictamente a esa máxima, para empezar, una
buena parte de los delegados al Congreso debería provenir del exterior,
dada la cantidad de gente que está abandonando Cuba. Del casi
medio millón que ha emigrado en los últimos diez años, un alto
porcentaje son jóvenes buscando oportunidades que su país es incapaz de
ofrecerles. Damián habla de eso también, sus ganas de irse, y de algo
curioso: la mayoría de sus amigos que lo han logrado pertenecían a la
UJC. “Es la doble moral”, analiza. De militantes de la izquierda más radical y excluyente pasaron a vivir en el “cruel” capitalismo.
La creciente emigración de los jóvenes constituye un tabú en las actuales asambleas municipales previas a la magna reunión de las juventudes comunistas
Sin embargo, la creciente emigración constituye un tabú en las
actuales asambleas municipales previas a la magna reunión de las
juventudes comunistas. Según una dirigente de la organización
entrevistada este lunes por la televisión nacional, dichas asambleas se
encuentran en su etapa final y de ellas debe salir un documento con “los principales problemas planteados” por sus miembros, para luego volver a discutirlos en los “comités de base”.
Sólo entonces se escogerán aquellos temas que se llevarán finalmente al
Congreso, y esto a través de mecanismos tal vez demasiado arbitrarios,
como suele hacerse en un país dirigido por una élite que dejó de ser
joven hace muchísimo tiempo.
Entre esos “planteamientos” previos al Congreso, expresó la dirigente, tienen un protagonismo “las propias transformaciones de la organización”. Aunque también están “la recreación como necesidad” y los cada vez mayores retos que supone el consumo cultural globalizado contra los valores “propios”;
o la búsqueda de espacios para divertirse, cuya disponibilidad en Cuba
ya sólo depende de cuánto dinero –esa bestia que el comunismo pretendía
erradicar con el tiempo– los clientes sean capaces de ofrecer.
Asimismo, se dice que otros temas de la cita oficial serán el empleo juvenil y las oportunidades de estudio. Este
Congreso va a efectuarse en un contexto en el que el sector privado va
ganando atractivo frente al antes omnipresente Estado, y donde las
carreras universitarias no sirven de mucho para devengar un salario
decente. La “actualización del modelo económico” no ha evitado el fenómeno de la emigración laboral desde puestos calificados a otros de menor categoría pero más paga.
No podía faltar, entre los “planteamientos realizados” que mencionó la dirigente comunista, la “responsabilidad de la juventud con la continuidad de la Revolución”. Algo lógico viniendo de quien se autodefine como la “vanguardia” de los jóvenes cubanos y cuya principal función es la de adoctrinamiento. “La
UJC no sólo tiene la responsabilidad de la formación revolucionaria y
comunista de las nuevas generaciones, sino que también (…) esa es la
organización que los representa, los encamina, los guía y los conduce
hacia cada una de las transformaciones de nuestra sociedad”, dijo la entrevistada en el informativo de la mañana.
El vínculo con la UJC se ha vuelto un estigma e incluso un motivo de burla entre los jóvenes. A los militantes suelen llamarlos “militontos”
Acusada de elitista por atribuirse el derecho de hablar en nombre del
amplio espectro de la sociedad joven, la Unión está evidenciando una
falta de monolitismo que contrasta con el discurso de la continuidad
histórica asegurada. Pocas veces se oye a cubanos de la calle en la
televisión oficial expresar desconfianza hacia una institución que solía
ser sagrada. Este es el motivo por el que los propios dirigentes de la
organización se están planteando trabajar más de cerca con el “universo juvenil”, clasificación con la que suelen referirse a los no militantes.
El rasgo más novedoso alrededor de este Congreso es el nuevo
panorama surgido tras el 17 de diciembre y la consecuente visión de
acercamiento con EE UU, destino geográfico predilecto de los jóvenes
que, como el descreído Damián, persiguen el sueño de prosperar fuera de
Cuba.
La pertenencia a la UJC ya no es una garantía para acceder a la meritocracia estatal.
Incluso, los cantantes más populares, si bien guardan una distancia
prudente respecto a la oposición política abierta, no han enseñado jamás
un carné de miembro de la juventud comunista. ¿Con qué íconos cuenta o qué ofertas tiene la UJC?
Tradicionalmente, formar parte de la organización suponía una ventaja
para quien aspirase a un reconocimiento en los avales, obligatorios
para una carrera universitaria o un empleo, la garantía de pertenecer a
una casta más favorecida. Hoy, con los jóvenes cubanos compitiendo por
ver quién tiene el teléfono celular más valioso, ya no es así. Sin
haberse reconocido oficialmente, los principales enemigos hoy de la
juventud comunista son la apatía política, la pérdida de su significado y
de su función de comodín social.
El vínculo con la UJC se ha vuelto un estigma e incluso un
motivo de burla entre los jóvenes. A los militantes, el universo juvenil
suele llamarlos “militontos” en sus conversaciones privadas. En una sociedad donde la intransigencia dejó de ser una virtud y todos recurren a la ilegalidad para vivir, el papel de “correcto” ha perdido demasiado impacto y es inclusive satirizado por los medios oficiales. “¿Quién está pa’eso?“, repite una y otra vez Damián, quien definitivamente “no está para eso”.
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