Compromiso histórico
GONZALO GONZALEZ
El régimen ha sufrido dos derrotas importantes en menos de un mes: la
enorme abstención que se produjo el 20 de mayo y la decisión de la OEA
de no reconocer el proceso electoral del 20 de mayo. Ambos
acontecimientos son una demostración de debilidad del sistema chavista.
Lo acontecido en los comicios visibiliza el mayoritario rechazo de
la ciudadanía a un régimen ineficaz, corrupto, indolente e insensible
cuya paso por el poder ha ocasionado una crisis gemela (política y
económica al unísono) sin precedentes en la historia moderna del país.
También mostró la convicción ciudadana de que el proceso electoral era
ilegal e ilegítimo y de que lo pertinente era negarse a convalidarlo.
La decisión de la OEA arrecia el aislamiento internacional del
régimen y abre las puertas al escalamiento del rechazo internacional a
un sistema perverso que amenaza los valores de la libertad, la igualdad y
la prosperidad; y es también una amenaza a la seguridad nacional de
otros Estados por su vinculación al hampa internacional y su conversión
paulatina en un Estado forajido.
La reacción, por ahora, del régimen ante tan contundentes
varapalos es perseverar en su intención de resistir y continuar haciendo
lo mismo que ha conducido a Venezuela a tan deplorable situación;
incluso sus voceros principales amenazan con radicalizar su acción. Nada
de virajes en la economía ni apertura en lo político y mucho menos la
vuelta al imperio de la Constitución vigente. Esa actitud presagia
serios problemas de gobernabilidad, difícilmente manejables en el corto
plazo.
El oficialismo se sostiene en el poder porque sabe aprovechar sin
escrúpulos de ningún tipo las importantes fortalezas que detenta: el
control absoluto del aparato del Estado y el apoyo de la cúpula de la
FAN, institución en la cual viene escalando un descontento evidente
todavía sin capacidad de desestabilizar el sistema, pero susceptible, en
razón del agravamiento de la crisis, de alinearse y actuar a favor del
cambio. El gobierno también apuesta por que en algunos países clave se
produzca un cambio que lleve al poder a sectores que complicarían la
aplicación de la Carta Democrática y el aumento de las sanciones.
La incapacidad opositora para convocar y constituir un amplio
movimiento de unidad nacional, sólida, coherente y con visión
estratégica es el elemento que falta para acercar y posibilitar el
cambio necesario y una carencia fundamental que facilita la permanencia
del oficialismo en el poder.
La presión internacional es utilísima, pero no es suficiente para
quebrarle la mano a la dictadura. A todo evento es indispensable la
existencia de una poderosa movilización nacional para derrotar al
oficialismo.
La dirigencia democrática tiene el compromiso histórico de
conducir al país a luchar por sacar del poder al chavismo y recuperar el
orden constitucional. Para poder cumplir ese compromiso, las fuerzas
democráticas deben subordinar los planes e intereses particulares y
grupales al interés primordial de conquistar el cambio político; también
hacer el esfuerzo por dirimir las diferencias estratégicas presentes,
buscar y relevar las coincidencias y superar las desconfianzas
existentes. Cuando la oposición se ha acercado a esa conducta ha
obtenido victorias y avanzado.
De no transitar ese sendero las fuerzas democráticas se exponen a
la irrelevancia y a perder su natural condición de alternativa de poder
porque la gravísima situación que atraviesa la nación hace ineludible la
derrota y sustitución de la dictadura chaviana. Recordemos que la
política no soporta el vacío.
Defraudar el compromiso histórico de hacer todo lo necesario para
derrotar la tiranía tendrá al menos dos consecuencias: el prolongamiento
innecesario y trágico para los venezolanos de este remedo de la Cuba
castrista o que la bandera del cambio sea asumida por sectores de
orientación fascista.
No puedo concluir estas notas sin referirme y condenar las nuevas amenazas contra El Nacional, baluarte indiscutido de la libertad.
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