George Orwell, en su novela 1984, había señalado que la neolengua
tenía como propósito modificar la antigua lengua para dominar el
pensamiento de los miembros del partido. Esta distopía o sociedad
ficticia no se encuentra hoy muy alejada de la realidad. En el caso de
Venezuela tenemos un hecho emblemático.
El objetivo del Gobierno ha sido la construcción de un nuevo lenguaje
en las personas, que limite su comprensión de la realidad por medio de
la propaganda oficial como única forma de contrastarla. Esta neolengua
pretende no solo establecer nuevas palabras, sino hacer desaparecer
otras cuyos significados son relevantes para la democracia, tales como:
libertad, tolerancia, pluralidad, república y similares. Logrado esto,
se prosigue con un proceso de masificación en el que el individuo
aislado carezca de total relevancia en el proceso de socialización.
Aspecto fundamental de este procedimiento ha sido la frase impresa en
distintos medios, cartillas y periódicos: “Pero tenemos Patria”, frase
con la cual el Gobierno ha pretendido que, a pesar de los obstáculos, se
lucha por algo más glorioso y significativo. Sin embargo, la locución
“Pero tenemos Patria” alude a efectos más potentes, inclusive, perverso
en su propio significado político. Veamos. Se pretende articular las
raíces propias de la patria con las raíces de los llamados pueblos
originarios. Es decir, con nuestra historia precolombina, lo cual nos
apartaría de nuestra herencia occidental: nada de libertad, democracia,
separación de poderes… Se propone una total independencia con el mundo
occidental y sus representaciones; nuestra legitimidad sería endógena
con sus correspondientes acciones soberanas, muy distinta a la eventual
injerencia cultural extranjera, porque somos “otra patria” que no se
corresponde a los conceptos occidentales.
Pero ello no es suficiente, la neolengua necesita de otra vuelta de
tuerca. Quienes todavía osan disponer y expresar el viejo lenguaje
burgués, son (o deben ser) una ínfima minoría, que como tales deben ser
despreciados. Son, pues, una excrecencia de la sociedad a los que hay
que apartar. Son, en suma: “escuálidos”, “vende patrias”, “serviles del
imperio”, “guarimberos”, “especuladores”, “empleados de las
trasnacionales”…
Ahora bien, hay que socavar el lenguaje normal, el de las
percepciones, los pensamientos y los sentimientos correctos. Por
ejemplo, para la neolengua hacer largas colas para adquirir productos es
el resultado del acaparamiento de bienes para generar conflictos y no
la consecuencia del control de cambio y el desprecio por la iniciativa
privada. A las empresas estranguladas las llaman abandonadas. Los cortes
de luz son producto del sabotaje, y no la falta de inversión y
mantenimiento. La inflación, la escasez y falta de producción nacional
se deben a la guerra económica y no a la expropiación de más de siete
millones de hectáreas y desinversión productiva. El racionamiento y la
aplicación de máquinas capta huellas en la compra de alimentos se debe
al “abastecimiento seguro” y no a la escasez de más del 80% en muchos
productos. La falta de medicinas se debe a la corrupción y la
especulación, y no a los controles de cambio y precios y al ataque a la
libre empresa.
Modificar el sentido común del lenguaje es el propósito fundamental
para que el individuo pierda su libertad, de allí la hegemonía
comunicacional, para bloquear la emisión de mensajes divergentes del
poder, a través de la censura y la represión. Este procedimiento fue
realizado con el cierre de RCTV y la adquisición por quiebre forzoso de
la cadena Capriles, Globovisión y otros. Debe adicionarse la censura y
la suspensión de las cableras internacionales: NTN24, CNN en español y
Caracol.
Otro aspecto relevante es el control del aparato educativo para
lograr la reducción cognitiva de las personas por medio de una
propaganda masiva con un lenguaje degradado y soez. Caso contrario,
sería una educación de calidad y crítica para garantizar ciudadanos
capaces de argumentar contra aquella propaganda. Así, tenemos que el
espacio público no es el ámbito para discurrir con tranquilidad y en paz
sobre un acontecer determinado, sino el de una propaganda, entre cuyos
elementos está la guerra: guerra económica, de medios, antiimperialista,
lo cual significa que la población es tenida como tropa o cuartel,
reforzando así la relación mando-obediencia. Un punto más para que la
deliberación democrática desaparezca. En suma, a la neolengua de la
guerra no le interesa el discernimiento sino la obediencia.
Estos aspectos de la neolengua que conforman la arquitectura de la
neodictadura lamentablemente no fueron atendidos de manera cabal en los
inicios del Gobierno chavista. Obviamente, con mayor razón fueron
omitidos por la comunidad internacional. Sirvan estas líneas para una
mejor comprensión de la tragedia que aqueja al pueblo venezolano. Una
lección adicional se suma a los anteriores comentarios. Las dictaduras
mutan, aprenden de viejas lecciones. En nuestro caso, la neolengua es el
soporte ideológico para la neodictadura.
El autor es profesor invitado USAL. Historiador y doctor en Sociología. Venezolano.
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