Marta de la Vega
Esta fecha marca una escisión decisiva entre
la complicidad y el miedo, entre la resignación y la resistencia, entre el
oportunismo y la valentía, entre el fraude y la verdad. A pesar de hacer creer
que no ha pasado nada, el gobierno tiránico de Maduro sabe que está desnudo.
La comunidad internacional democrática
rechaza la legitimidad de las supuestas elecciones presidenciales plagadas de
irregularidades, ventajismo, coacción e intimidaciones, sin adversarios reales,
cuyo ejercicio careció de las más mínimas garantías para asegurar un voto
libre, universal, secreto, que eligiera verdaderamente al mejor candidato en la
preferencia de los electores.
Fiel a su vocación autocrática, el ilegítimo
usurpador de la presidencia en Venezuela ordena soltar a “políticos presos” que
han cometido “actos de violencia” y han sido “juzgados por la justicia
siguiendo los debidos procesos”. Busca legitimarse de algún modo. Aunque sea
incapaz de aceptar la evidencia. Se trata de presos políticos, detenidos
arbitrariamente, convertidos en rehenes del régimen, algunos desde hace meses
con boletas de excarcelación de tribunales, que son ignoradas, muchos
víctimas de desaparición forzosa y luego presentados golpeados, torturados,
sometidos a tratos crueles y degradantes.
Están sin derecho a
la defensa, sin siquiera haber tenido después de varios años de reclusión
impuesta audiencias preliminares o sin haber sido previamente juzgados, o,
cuando ha sido el caso, obligados a aceptar defensores públicos impuestos por
jueces inmorales o aterrados de las consecuencias de administrar justicia
oportuna, imparcial y transparente
El 29 de mayo, un Informe de la Secretaría
General de la OEA sobre la posible comisión de crímenes de lesa humanidad en
Venezuela, muestra en 409 páginas, con pruebas contundentes e irrebatibles que
provocan náuseas, como señala en TalCual G. San Blas
(7-6-2018), el horror, la extrema maldad, la crueldad psicopática, las
indecibles torturas, violaciones y otras prácticas perversas de violencia
sexual contra presos políticos, asesinatos extrajudiciales y de manifestantes
inermes por los cuerpos de seguridad del Estado y paramilitares.
Este documento clave, no solo para el país
sino para la comunidad internacional en el plano ético y político, en época
global de justicia frente a delitos que jamás prescriben cuando se violan
derechos inalienables, recoge parte de los atropellos cometidos desde 2013. Persecución
y judicialización por el solo hecho de pensar diferente, por defender los
derechos humanos de la gente. Sordera e insensibilidad deshumanizada
de los personeros del régimen empezando por su cabeza visible, que repiten la
misma retórica mentirosa, se victimizan, culpan a los otros, inventan excusas
para no asumir sus responsabilidades.
El 6 de junio de 2018 ocurre en la Asamblea
General de la OEA una decisión histórica. Se aprueba una resolución que
desconoce por ilegítima la reelección de Maduro como presidente, la
ilegitimidad de la anc y la tragedia de magnitud incalculable de la mayoría de
la población en Venezuela.
Estas victorias
requieren de urgente estrategia unitaria, más allá de las apetencias personales
o partidistas, con un propósito común y superior de todos los actores
demócratas ¿Hasta cuándo hay que rogar a la dirigencia, jefes de partido y a
la AN, que se conviertan en líderes auténticos, como Nelson Mandela en Suráfrica,
con madurez política y visión de largo plazo, para lograr una transición hacia
la democracia, el desarrollo económico y la inclusión social sin más demagogia
ni tácticas clientelares ni populistas?
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