SIMÓN GARCÍA
El sacerdote jesuita Luis Ugalde, ha expuesto su visión sobre una estrategia para la oposición en su artículo La enfermedad, el remedio y la ruta.
Ugalde es el intelectual más influyente en el Frente Amplio y en los
círculos dirigentes que manejan la MUD. Su trayectoria y una condición
en la que concurre su inteligencia como académico y su valor como hombre
de fe, lo han convertido en figura antipoder, aunque algunas de sus
opiniones carezcan de consenso.
Las propuestas del padre Ugalde pueden resumirse en las siguientes:
1. La consolidación de una Gran Unidad Nacional que incluya a todos los
que consideran ilegítimo a Maduro, 2. La necesidad de afrontar
urgentemente la crisis humana, económica y social, 3. Descartar la
participación en procesos electorales, 4. Lograr la renuncia de Maduro a
través de una negociación, 5. Creación de un nuevo gobierno, al que una
vez denomina Gobierno de transición y otra Junta de Gobierno civil con
participación militar, 6. Un conjunto de objetivos y logros que debe
cumplir el nuevo gobierno, 7. La definición de los actores: pueblo
organizado, factores internacionales, liderazgo nacional unido y Fuerzas
Armadas.
La invitación del padre a la reflexión y a la acción, formulada con
una urgencia que puede empalmarse a precipitación e inmediatismo, exige
desmenuzar varias de sus propuestas para ver cual es el queso en la
tostada. Su ruta está delineada sobre un mapa que proviene de una de las
dos concepciones que guían, diferencian y enfrentan a la oposición.
Es una opción a considerar críticamente, sopesando sus elementos con
la visión que sustentan otras referencias opositoras, apreciando sus
fortalezas, determinando sus efectos indeseables e intentando acordar el
cese del trato agresivo y la enemistad que enceguece a parcelas
extremistas en ambas concepciones y que están creando una ruptura
emocional y una fractura que puede resultar fatal.
Es polémico el planteamiento del padre Ugalde que rechaza la
participación en todo evento electoral convocado bajo condiciones
autoritarias. Eleva el abstencionismo a la exclusión absoluta de la
disputa por espacios institucionales o del uso de medios que son
participativos para la movilización, organización y fomento de
conciencia cívica, al margen del régimen.
Es cierto que la participación en elecciones puede ser objeto de una
operación de absorción y manipulación por parte del régimen, pero
también lo es que la inercia de la abstención es una esterilización
cívica que afecta los fundamentos de la cultura democrática y reporta
mayores dividendos a la continuidad del poder autoritario. Las
experiencias, a la vista de todos, indican que el riesgo mayor es que la
oposición deje de dar combates a la dictadura por la fantasiosa
ensoñación que le pide seguir voluntariamente reglas democráticas. Si es
así, el círculo vicioso está soldado.
La política del todo o nada, la que llama a derrocar y no derrotar,
la que pretende una transición para aniquilar al otro, la que alimenta
posiciones ofensivas en una oposición debilitada está empañando la ruta.
Apostemos por ese debate, no para ganarlo, sino para examinar juntos
cómo aumentar la capacidad de presión interna y la eficacia de una
oposición que se empecina en su despeñadero.
@garciasim
No hay comentarios:
Publicar un comentario