¿Otros seis años de Maduro?
FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
¿Vamos a aceptar nada más y nada menos que otros seis años de
gobierno de Nicolás Maduro? Con el agravante de que sabemos, sabemos muy
bien de qué manera dictatorial, sin caretas, este ha querido imponerlo.
No olvide cada siniestro episodio que ha marcado la vida institucional
del país, al menos después de que hicimos nuestras las dos terceras
partes de la Asamblea Nacional. Anótelo y repítalo de vez en cuando como
un rosario: los diputados de Amazonas, el desafuero de la Asamblea, la
anulación del referéndum revocatorio, el impedimento sistemático de
cualquier manifestación, la constituyente (aquí haga un énfasis verbal),
las inhabilitaciones, los presos y los muertos, los diálogos tramposos,
la sonrisita de Jorge Rodríguez, las proezas delictivas del CNE
(Smartmatic y Velásquez, pistola en mano), etc. Usted sabe, sabe muy
bien.
Si a esto le suma, o mejor viceversa, por orden de importancia, el
horror, el dolor inaudito a que ha sido sometido el pueblo llano que
busca con desespero un trozo de pan o un antibiótico, o es humillado y
martirizado en los calabozos de la dictadura, o corre hacia donde sea y a
lo que sea, pero más allá de las fronteras del infierno. Y tantísimo
sufrimiento ni siquiera es reconocido y mucho menos atendido. Lo sabe,
se lo han repetido mil veces. La conclusión de este mínimo razonamiento
no puede ser sino un rotundo y visceral no. Un no que ya se ha dicho, la
no participación y el desconocimiento de las elecciones. Y que ha sido
apoyado con énfasis y constancia por la mayoría de las democracias del
planeta. ¿Cómo vamos a impedir esa amenaza?... Es cosa de ponerse a
pensar y a actuar lo pensado de Perogrullo, pero valga.
Porque hay otra opción que ya algunos, pocos, recorren o anuncian
hacerlo. Una suerte de ultrarrealista política. Maduro ya está ahí,
encaramado, bien protegido por sus generales, y lo que es posible es
enderezar unas cuantas torceduras, las que se puedan. Olvidarse de
tantos suntuosos palacios de gobierno y cancillerías que al fin y al
cabo no terminan de concretar nada. Y digamos que Maduro necesita
oxigenarse un poco porque la hiperinflación casi siempre es una
enfermedad terminal. Y el default asoma a cada rato su feo rostro. Y
tampoco es cómodo ser el bagazo de la especie, nosotros hijos de
Bolívar. Y todo ello permite que lleguemos a mejorar algunos entuertos
porque hay gente dentro que ve claro, seguro.
Luego que vengan los seis años, al fin y al cabo, ya tenemos
veinte. Esta segunda vía yo no le voy a demostrar que es falsa, ¿sabe
por qué? Porque en estas artes nada se demuestra –es más bien cosa de
las matemáticas y similares–, sencillamente me repugna moralmente y no
quiero repetir cantaletas que hemos oído demasiado y padecido sus
amargos resultados. Eso me basta para descartarla.
Hasta donde yo he navegado en el complicado archipiélago de
nuestra prensa, no he registrado ninguna declaración conciliadora de
Henri Falcón, más bien ha formalizado su denuncia de la nulidad de las
elecciones presidenciales. Una larga entrevista de Eduardo Fernández,
¡padre!, con Vladimir Villegas me pareció muy digna. Que haya algunos
pequeños seres merodeando Miraflores o la constituyente parece ser
también cierto. No los nombraré, ellos terminarán haciéndolo.
Pero me parece en demasía importante que estas coincidencias
sucedan. Y que estén todavía abiertas las puertas para una reunificación
entre votantes y abstencionistas, que se supone pretendían y espero que
pretendan el mismo objetivo de ponerle fin a corto plazo a esta
pesadilla. Por allí oí a Semtei, dirigente de Avanzada Progresista,
quien después de despotricar innecesariamente de la MUD terminó diciendo
que el Frente Amplio sí es un lugar idóneo para buscar unificaciones.
No está mal. Como tampoco lo está que Ledezma ande con Borges y Florido o
Vecchio visitando centenarias residencias en medio mundo, lo cual
supongo que atañe también a María Corina, dama valiente y apreciable.
Todo ello pareciera indicar que eso que es el primer paso para
otros mayores, y sobre el cual hay consenso, que es la unidad, de los
partidos y los grupos civiles de toda laya, para empezar la Iglesia
Católica, es bastante posible. Y, por supuesto, deseable.
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