NELSON CHITTY LAROCHE
El pueblo francés encomienda la presente Constitución
a la lealtad de los poderes públicos y a la vigilancia de
los padres de familia, las esposas y las madres, al afecto
de los jóvenes ciudadanos, al coraje de todos los franceses”.
Constitución francesa del año III
Un vistazo por el mundo permite
concluir rápidamente que la democracia que Loewenstein llamará
constitucional y luego también Ferrajoli insistirá en así denominarla,
está en jaque.
En efecto, una fuerza centrífuga
polivalente se genera y expresa altisonante en los escenarios
democráticos. Al ejercicio populista siguen la xenofobia, el racismo y
el nacionalismo, el resurgir de la derecha excluyente, pendenciera e
insolente, la denuncia de la globalización y la vuelta a políticas que
conducen al aislacionismo se suman en el primer mundo a una
fenomenología en esencia compartida en América Latina que destaca
específica en la agresión sistémica a la constitucionalidad. Horas
complejas y difíciles le toca vivir a la propuesta democrática que se
funda en el respeto y garantía de los derechos humanos y en la sujeción a
la Constitución y a la ley.
Paralelamente, constatamos la pérdida
de influencia de las izquierdas tradicionales que se muestran acaso
pragmáticas y calculadoras, pero poco atractivas para los electorados.
La maniobra de Sánchez en España no viene sino a confirmar el aserto.
Del otro lado, en Suramérica reaparecen los éxitos electorales de
tendencias que los antagonizan como se ve, en Argentina, Chile, Ecuador,
Colombia y, por otra parte, hundidas en el descrédito y desnudando su
lado oscuro. Deletéreos y ominosos vemos a Nicaragua, Venezuela y a la
gárgola mayor, Cuba. Veremos qué pasa y en qué se convierte México, que
anticipadamente convulsiona y presagia un cataclismo.
En Asia, los chinos, fascinados de su
rol de potencia económica y aspirante a liderar política y militarmente
al mundo, convierten al presidente chino en una hegemonía viva. Rusia,
que es europea y asiática, tiene a Putin, un gobernante cínico que se
desempeña como un auténtico capo di tutti capi. Corea del Norte
con su satrapía no sugiere evolución democrática ni muchísimo menos.
Japón hace de excepción que confirma la regla. La India, Pakistán e
Indonesia sobreviven a sus contradicciones, en tanto que ofrecen un
discurso que simula una unidad en la diversidad. La democracia no es
prioridad por esos lares, me temo.
África merece comentario aparte
porque es el continente en que la violencia, los conflictos y forcejeos
religiosos, la pobreza, las facciones de todo tipo disputándose el poder
conspiran al unísono para mantener un cuadro de inestabilidad. Una
democracia constitucional es todavía una aspiración que no ha llegado a
caracterizarlos.
Estados Unidos de América renuncia al
rol de república imperial que les descubrió Raymond Aron y de la mano
del populismo transita hacia un imposible aislacionismo. Su dinámica
interna muestra contrastes interesantes y la política como espectáculo
reserva al presente y al presidente todo su escenario. Una apuesta
económica basada en los guarismos internos constituye un desafío para la
otrora defensora del comercio internacional a rajatablas y de la
globalización.
La coexistencia de culturas y razas
es una fuente de tensiones que sujeta a Estados Unidos de Norteamérica a
una dimensión siempre turbulenta. A ello hay que agregarle una
presidencia ególatra, egocéntrica, caprichosa que habla más de lo que la
prudencia aconsejaría. Falta también determinar si el texto de
Huntington sobre quiénes somos y la evolución de la identidad nacional
tiene una secuencia menos pesimista que la que se percibe desde las
lecturas del politólogo.
¿Y la democracia en los países
islámicos? Hay en ese mundo musulmán gestos, formas de consulta
eventualmente, pero no puede seriamente hablarse de democracia ni
tampoco de república siendo que la empresa religiosa actúa como un cepo
determinante existencial y compromete la sinceridad de una estructura
que tendría que privilegiar los derechos humanos y el Estado de Derecho
basados en la igualdad de todos ante la ley y ello, de distintas
maneras, es negado por la practica islámica.
Este balance incompleto y apurado, no
obstante, evidencia que la cuasi totalidad de la academia reconoce a la
democracia como el sistema de vida legítimo por excelencia. Más justo
aún, conoce sus momentos de dificultad y tal vez incluso de crisis, por
cuanto, recordando a Popper, no es suficiente para que haya democracia
una experiencia de traspaso del mando de unas manos a otras sin
derramamiento de sangre; aunque es capital para que funcione, es verdad,
pero otros elementos concomitantes deben convocarse y concurrir para
que haya un sistema democrático.
Sin derechos humanos reconocidos y
garantizados no puede haber democracia, sin control del poder tampoco,
sin responsabilidad de la institución y de los actores el poder se puede
aparentar, pero nunca asegurar un accionar democrático y por esas
costuras precisamente se puede ir el hilo que llega a comprometerla.
Cabe una interrogante entonces, ¿a
quién acudiría la democracia para rehacerse, para reivindicarse, para
regenerarse? Creo que emerge una respuesta de varias, pero, infalible. A
la gente, al común, al ciudadano corriente y al discurso que aloje
nuevamente una norma de cohesión e integración societaria en la dignidad
de la persona humana y ubique a cada ser humano en el otro que es
también, su alter ego. Por allí y en la casa, la escuela, la fábrica, la
universidad, el gremio, el sindicatoy sobre todo, en el corazón y la
consciencia del ciudadano.
En estos tiempos de aridez del
espíritu, debe echarse a andar nuevamente la utopía de la democracia
republicana y constitucional.
@nchittylaroche
nchittylaroche@hotmail.com
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